lunes, 28 de marzo de 2011

Un Balcón a la Vida Misteriosa.-



Una forma de ver mucho y no ver nada es asomarte a una ventana. La vida desde mi balcón es confusa, y es real. Observo una existencia envuelta en brumas, si bien creo entender que toda vida es una nebulosa de azares y carreteras. Surge el misterio para cada humano que galopa o anda extasiado por la calle. La ventana y el enigma. Empieza la función.
Como vivo en Chueca, veo a un transformista que lleva una cesta de espadañas (posiblemente) ¿Qué habrá ahí dentro? Por las hechuras que se perfilan en la base, podría ser un balón de fútbol (lo dudo), una sandía (tal vez, pero creo que no es época). Por un momento pienso en una gran teta de plástico, moldeable, pero recaigo en la inutilidad de llevar una sola pieza. Ah, a no ser que tenga otra en su casa, interiorizo. ¿Trabajará en el bar de la esquina, de shows, de esos de maricas? ¿O será alguna cabeza de brujería para colocarla en un altar, dispuesta a mirar inerte el sacrificio de un gallo y el baile de un gigante negro de 200 kilos? Porque el transexual farfulla unas palabras, me temo que con lo que va dentro de la cesta.
Pasa un tipo con un esparadrapo al modo tenis sobre la cabeza, con una bolsa de la farmacia. ¿Qué le habrá pasado? ¿Le habrán intentado matar con un hacha? El color de su piel es amarillento. Por un momento pienso que esas medicinas son el peaje para salvar el cementerio. En silencio, pienso: buena suerte, y que no te vuelvan a tocar la cabeza en tu  vida. Camina con una decisión desmedida, como si fuera a cumplirse la hora de la primera toma de medicamento, o fuera a ajustar cuentas del hampa.
Un joven con una taladradora. ¿Qué taladro hará? ¿Será realmente para taladrar un muro o para quebrar el pecho de un hombre? ¿Estará bien de la cabeza o más pa allá que pa acá? O soy yo el que no centra bien. Coño...¿ no tienes una funda para llevar eso?...Me entran ganas de bajar y echarle la bronca: no seas tan grotesco, tío, guarda eso.
Un viejo con una bolsa de plástico (si os fijáis, a los viejos les gusta mucho llevar bolsas de plástico). En la bolsa asoma la cabeza un pez grisáceo con los ojos parados y rojos, y esa expresión de horror de todo bicho acuático fuera del agua. ¿Cómo sería su vida antes del terror de la red? ¿Habría visto la corriente de algún tsunami? ¿Algún galeón hundido? ¿Le reducirá el colesterol al viejo?
Una joven sueca, o danesa, o de por ahí arriba, con un ramo de margaritas amarillas, parece un emblema curioso, bonito, de la primavera en Goteborg, por ejemplo. Y un mendigo removiendo el cubo de basura, y pienso que aquel recipiente de desechos es una vida residual, si bien pienso que todas las vidas son excedentes, o recicladas, o cómo demonios sean las vidas. No hay premio hoy en ese desorden de cochambre para la indigencia de Chueca.
Entras para adentro, y el cristal te refleja a ti, y tampoco sabes muy bien quien eres, porque todo es un enigma, tú, la vida exterior, tu casa y el mundo en general. Pero uno no puede estar toda una vida jugando consigo mismo al misterio.


8 comentarios:

  1. Inquietante. Habría que seguir a alguno de estos personajes y tomar un café con él para descubrir la realidad,pero...ya no sería intrigante. Normalmente la realidad defrauda. Al igual que la muerte adecenta al muerto, la realidad desmitifica. Fabuloso.

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  2. Salvo el transexual y la danesa, todos parecen personajes salidos de Crimen y castigo, tú el que más,
    besos

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  3. Un abrazo, César
    Jeza, sííí, alguno será Kaskolnikov, acojona pues la vida desde un balcón, bss.

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  4. ¿qué pasaría finalmente con el del taladro? Me ha gustado mucho el relato, que nos lleva por donde quiere para acabar con esa reflexión... Yo tb soy muy de mirar por la ventana, aunque sí intento reconocerme en el espejo...

    dirty saludos¡¡¡¡¡¡¡

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  5. Nadie conoce a nadie, muy bueno.

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  6. Me recuerda cuando llegué a Sevilla y pasé allí unos días para hacer el ingreso en B A. Lo que más me gustaba era sentarme en una terraza, sumido en la bruma del anonimato, solo, y, jugando a ser . invisible, observar a los demás. Jugaba, durante horas a imaginar la profesión y las historias de cada uno que pasaba o se sentaba cerca. A partir de un fragmento de conversación o de una palabra suelta montaba una historia, siempre de espectador desde la más indiscreta ventana. Sigue, no pares, artista. Un abrazo.

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  7. La ventana indiscreta nos divierte, abz

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