viernes, 28 de junio de 2013

Tres Hombres para Tres Ciudades.-

Tres hombres para tres ciudades

En Madrid no hay playa pero sí hay locos, vaya, vaya. Quizá demasiados, y cuando el calor los va desvelando del sopor del invierno, se desbordan las cuevas de la ciudad y no resulta demasiado difícil explorar el combate, la ferocidad de la trilogía : alcoholes infames, locura y la canícula abrasando el asfalto. Algunos llevan jirones de lana en mitad de los 37 grados, bronceados de un rojizo alcoholizado y un cartón de vino de batalla, y van cantando a la venganza desde la mísera dirección de la batalla perdida. A los locos hay que darles razón, y  eso me dediqué a hacer el otro día, cuando uno de los lunáticos que abundan y exceden las razones por las que Hortaleza no es una calle ecuánime y mesurada, me vino a decir que él, así tal como estaba, con sus desgarros y sus harapos, en otra época había comido angulas y había visitado mucho las barras americanas de Barcelona. Y yo movido por la ilusión de que Amargord Ediciones me había entregado la novela, le dije que qué guay, que ya se iba con dos voluptuosos manjares a la tumba, angulas y putas, en perfecta sinfonía. Porque eso viene a ser la vida, un juego de probabilidades terribles, y justamente me corresponde ahora a mí velar por las supervivencia de una novela. Por ello, gracias Estelle, gracias Chema, gracias Miguel, por dar luz a la barra americana del Dorian y a los locos más valientes de París, gracias por estas metafóricas angulas que vienen a ser la novela y por los viejos tiempos de Tres Hombres para Tres Ciudades. Brindemos por la libertad, con una botella de Burdeos, tal cual haría Nicolás de Vinarés. Qué demonios !!