miércoles, 28 de marzo de 2012

El Día que Johnny Deep Conoció a Ingrid Bergman.-


Internet viene a ser el paraíso y la frustración del solitario, porque si hay algo en esta red universal del cybermundo son expectativas y ciertas ambiciones para seguir viviendo, aunque haya gente que la utilice para matarse, o cuanto menos para anunciarlo. El problema viene cuando las certidumbres se derrumban, es decir cuando las exploraciones han dado resultado y la gente encuentra lo que busca (virtualmente) porque en la comunicación internacional lo mismo se puede encontrar una Miss Cartagena de Indias que el espectro fosforescente de Paquirri (virtualmente). Todo es Internet, es decir los infinitos del imaginario, y todo se encuentra. Pero en fin, realmente se descubre poca cosa. Les cuento.
Cuando Johnny Deep había perdido el hambre y todo contacto terrenal por aquella diva de la Escandinavia profunda que representaba la regeneración de Ingrid Bergman en el siglo XXI se dio de bruces con la realidad cuando descubrió que María Antonia Escribano Carrascalejo no era una diosa reinventada, sino una pastora internauta de Motilla del Palancar, con una belleza difusa, un bigote, un par de mellas y un rebaño de ovejas manchegas. 
Les estoy contando que mucha gente lleva la mentira demasiado lejos, y que está muy bien eso de que el affair virtual huela a cappuccino, sales de baño y eau de Cartier, y soñemos al interlocutor en un ballet de Anna Pávlova, pero descubrir la revelaciones de la vida real, es decir, el ali-oli mal lavado en la boca, los tics del ojo derecho, los andares a las tres menos diez y la halitosis, pueden resultar un gran imprevisto si no un tremenda putada. Yo no digo que no pueda haber simbiosis como decía aquel soldadito borderline de Gran Hermano I , y que se puedan comer un buen pan tumaca con mucho ajo, digamos en San Feliú de LLobregat, pero la mentira ya no es como se decía antaño una de esas falacias con las patas muy cortas sino que tiene una doble vertiente, un mentiroso y alguien que quiera oír la mentira, lo que viene a ser la cooperación en la farsa, es decir la grandiosa bufonada de Internet, el Dream World a su alcance queridos, pero por si acaso lávense y lleven spray anti-aliento eucaliptus, condones y vaselina. Suerte.
Les dejo con la imagen de Johnny Deep. Yo creo que al menos deberían respetar su sexo. 


martes, 27 de marzo de 2012

El Bar Eclipse, de Astaroth.-

Playas de Rota 


Astaroth aparte de un paraíso patrio de la infancia, era nuestro pueblo sureño de veraneo familiar y el Eclipse fue nuestro primer bar, cuando todos vivíamos de la esperanza y no de los recuerdos, los días eran largos  y la vida corta. El primer bar es muy importante en los destinos de un hombre, decía Luis, el tabernero, el primer bar te traza la vida, o te la parte. El Eclipse fue el primero. Luego llegó el Route 66 y el Torito, pero entonces era el Eclipse. Estaba al final de la calle Mina, famosa por los patios andaluces, las paredes blancas, los geranios, los ciclomotores con alforjas al estilo mula, los viejos apáticos, y  la realidad ancestral de aquel folclore más o menos intacto. Y allí, tras la barra, estaba Luis, que tenía una tristeza de largo recorrido y había llegado al Eclipse por una serie de carambolas y amores crujidos, como quien llega a puerto, o a aquella isla que le redime del naufragio. Y el Eclipse era aquéllo: un islote perdido en mitad de la tragedia. 
Vivi, una de las muchachas del Eclipse, bebía tequila, baileys y una de las guarrerías que preparaba Luis, llamada coño de fresa (no sé, imaginen vodka, granadina y fresa en un chupito meneao, una menudencia sin pretensiones). Era de Madrid y no sé si sería un exceso la concreción de llamar a aquéllo primer amor, pero sí que fue una prueba fehaciente de mi heterosexualidad y de mis ardores adolescentes. Era rubia,  muy delgada y tenía cara de infanta del siglo XVIII, y a veces de Barbie, no una Barbie cualquiera, sino una muñeca de ojeras púrpuras y pómulos marcados, cual si fuera una princesa drogadicta o una muñeca enfermiza de porcelana que podía desvanecerse en cualquier momento, y nos tenía locos de ambición a mí y a Lennon, pese a que Vivi parecía que estaba viva de milagro.
Lennon era la prolongación de mi identidad, suponiendo que en aquella época tuviéramos de éso. Si uno quería mear, el otro decía: ah, yo también quiero mear. Si uno avanzaba hacía el fin de los corralitos donde volvía a nacer el mar en su estado salvaje y sentíamos la furia del rompeolas, el otro también. Una amistad carnal. 
Los problemas llegaron con Vivi, cuando los dos empezamos a evitarnos al tiempo que le hacíamos proposiciones a escondidas  y  nuestra ninfa marchita no hacía ascos a ninguna de nuestras intenciones. Yo la llevé al cine a ver El Beso de la Mujer Araña, aquella de William Hurt y Sonia Braga, y una de Cantinflas. También fuimos a jugar al billar, al ping-pong y a la máquina de los androides polivalentes, distribuida por todo el país. Creo que nos bañamos cuatro o cinco veces juntos, y en la cuarta o la quinta vez nos dimos un beso en la boca, esta vez con lengua y con mucha saliva y mucha sal y mucho sabor a pipas y a chicle barato. Lennon hizo más o menos lo mismo, con la salvedad de que él la besaba casi todos los días y le había metido mano  en ese par incipiente de lomas que tenía por tetas. 
Luego, llegó uno con una ducati 125 y Vivi dejó de hacer planes con nosotros, que pasamos a ser niñatos tontos e inmaduros desde aquella posición de Barbie triunfadora y sarcástica, y en vez de ir los dos a ajustarle las cuentas al motero de dieciocho años, nos las ajustamos entre nosotros y nos pegamos a matar en la playa de la Costilla, hasta el punto de que tuvieron que intervenir dos policías municipales de esos gordos que había antes, para separarnos. Nuestros cuerpos eran poemas sudorosos y sangrientos, llenos de rasguños, moratones, saliva y lágrimas, y cada uno se fue perdedor hacia el hogar a que nuestros padres aprovecharan la ocasión para ajustarnos a nosotros las cuentas. Y ya nada fue igual desde la pelea. Lennon se hizo amigo de la gente de su urbanización, incluido el motero, y le empezaron a salir granos, y tenía ya tres o cuatro pelos por el pecho, y muchos callos en la mano derecha (le gustaba su mano precoz de encofrador), y luego se fue aficionando a la colección de filmografía porno, y ya no era mi Lennon, pues parecía que estaba trallado como un adulto y no solo hablaba con los porteros de la urbanización, sino que parecía uno de ellos, con su manojo de llaves y su walkie-talkie, porque se convirtíó en una especie de secundario de subalterno, no sé a cuento de qué. 
Luis había tenido una hija con una norteamericana que trabajaba en la base naval y a partir de ahí la historia fluctúa. Él no se había decidido a seguirla con la criatura a Lousiana; ella le había abandonado (¿o abandonó él?) ; que Luis no quería reconocer a la criatura, que ella le había dejado por ser un él una referencia en la golfería de Astaroth y que tenía vetado el cariño de la criatura. 
Luis, a veces apagado y tristón y más o menos alcoholizado en su bar, su extensión caótica, antigua taberna de autóctonos sureños convertida en bar de chavales con cierto peligro y mucha inconsciencia, con su desaliñado aseo vomitorio, su diana ilegal y sus dardos proyectados sobre las cabezas de los jóvenes empinando el B-52, sus hippies flautistas que siempre paraban a repostar cerveza, mucha cerveza, como si no existiera otro alcohol en el mundo, sus tubos fluorescentes, su serrín por el suelo de baldosa hidraúlica y la lánguida tristeza de Luis en las horas de la madrugada. Al Eclipse iba de vez en cuando Lennon, que se había hecho rockabilly o algo así, y se había dejado bigote y tenía una novia tipo Olivia Newton John, pero bastante más fea, rubia de bote y con los dientes grandes, como de indígena o caballo (es decir que de la Newton John solo tenía la sombra y cierto aire de grotesca imitación). Y en fin, nos saludamos un par de veces por puro compromiso, y terminamos aceptando de buen grado la ignorancia. También iba Vivi con el motero y se les veía felices con los coñitos de fresa y los tequilas, que les liberaban, les excitaban y les llevaban de viaje a las dunas, porque Vivi había dejado de ser virgen hacia un tiempo, y le había gustado; eso lo sabía todo el mundo, al menos todo el mundo del Eclipse. Se tomaban tres o cuatro coñitos de fresa, dos tequilas eróticos, hablaban cuatro cosas con Luis, pagaban y marchaban hacia la playa, y yo contemplaba las siluetas lejanas de la Barbie y el motero grandullón avanzando, dispuestos, urgentes hacia la vegetación de las dunas. 
A continuación yo pedía como quien quiere superar sabores amargos de derrota, un B-52, y lo bebía a modo fanfarrón dejando nítido impacto en la barra, porque esas cosas allí hacían gracia y era una manera cualquiera de hacerse fuerte en el Eclipse, que era un bar de adolescentes canallas y de un par de veranos o tres como mucho. Al cabo de un tiempo, las nuevas generaciones no tuvieron la estabilidad de antaño -nacía la cultura del botellón en el muelle- y Luis tuvo que cerrar. Muchos le hacíamos de viaje por Estados Unidos, pero no, Luis no había ganado dinero con el Eclipse, se había quedado en el pueblo y era casi tan pobre como las ratas.
Ahora, en aquel momento que le vi, hará unos diez años, trataba de sobrevivir mariscando por los corralitos de Punta Candor. El Eclipse había sido una aventura inaudita en nuestras vidas, la primera hazaña alcohólica, cuanto menos, nosotros que habíamos odiado los licores, los vinos de nuestros padres y sus poses sibaritas frente a sus amigos.  Pero el Eclipse, ante todo era un mal negocio de un hombre que se volvió triste. O quizás tenía la amargura trazada en aquella sonrisa que le iba fabricando la noche, donde se escondía la criatura perdida. Qué sé yo.

viernes, 23 de marzo de 2012

Creo que Dios es un Vibrador Gigante.-


Me he hecho famoso, pero no crean que es una popularidad de ésas de mesa camilla, caspa, tertulianos de Telecinco y Qué Tiempo Tan Feliz. No, no conozco personalmente a Kiko Matamoros, ni a Parada, ni tengo el más mínimo afán de mezclarme con los extremos de la ordinariez. Conozco algo por ustedes, y punto. Yo Soy Famoso en el sentido Universal del término, es decir, que me conocen en sitios como Carson City y ahora mismo puedo estar en boca de dos o tres millones de norteamericanos del mismo Estados Unidos. La otra noche tuvimos en el Royal Garden Hotel de Londres nuestra cena anual solidaria Unicef. Las viandas no son abundantes aunque la calidad es sublime, pero como bien dice Mariah Carey, no le podemos pedir a una cena filantrópica ponernos hasta arriba de carne de kobe y langosta de Canadá; hay que ser considerados. Y en fin, he decidido venir aquí para que sepan ustedes qué hablamos y qué hacemos nosotros, las celebrities. A la segunda disyuntiva les diré que trabajamos mucho la vida social y nos vamos labrando la vanidad en todas las fiestas de élite que nos reclamen (por supuesto no me refiero a esas fiestas españolas de la discoteca Gabanna, donde acude gente tan, tan, tan vulgar), es decir, si les sirve ese chascarrillo de que hasta el más tonto hace relojes, nosotros, valga el paradigma, somos los que cobramos por promocionar esos relojes que hacen los tontos y les vamos levantando el negocio delante de un buen photocall de Madison Avenue (por supuesto, entenderán que no me refiero a esos horrendos espacios que llaman photocall, en Madrid; Joy Eslava, Budha Bar, Pachá, etc. No, Dalái Lama nos libre de semejante ordinariez, porque no sé si lo saben, pero casi todos tenemos bastantes nociones de budismo tibetano). En cuanto a lo de hablar, básicamente hablamos de lo que nos sale de los cojones, no porque estemos por encima del bien y del mal, que también, sino porque estamos a años luz de sus realidades, y si ustedes algún día supieran que significa ser estereotipo o punto de referencia lo entenderían todo. Aprovecho para agradecerles que hayan magnificado nuestras vidas. Ahora les cuento, pues:
Charlie Sheen llega en su estado natural, es decir, borracho, con el pedal de los siete colores, y antes de tocarle el culo a Christina Aguilera, apura una copa de Moët et Chandon Dom Perignon 1996 con el meñique alzado (à la mode) , le pasa la lengua por el cuello, da un eructo de ostras y champagne y escucha su pregunta.
- Charlie, ¿dónde es este año el festival de Cannes? - Ya saben, a continuación le da una palmadita en el glúteo derecho, y le habla muy cerca.
- Oh, mi amor, Christina, deberías leer más a Aristóteles. Qué venga un jodido pingüino a rellenar las copas, Dios mío.
Britney Spears le palpa una teta, y le comenta que esa dureza es perfecta. 
- No me lo digas dos veces Chris, esas tetas son de la silicona baja en silicio de la clínica Palm Beach. Super.
Al ser un acto benéfico, nos sobrecoge cierta filantropía que nos dura ciertamente tres mintuos. Habla Mariah Carey, precisamente porque le interesa y además ha engordado veinticinco kilos en el último año. Está super neumática, y lleva la misma carrera que esa mindundi llamada Terelu.
- Cada vez que veo en la tele a esos pobres niños hambrientos del mundo, no puedo sino llorar. Quiero decir que me encantaría estar tan delgada, pero no con todas esas moscas y la muerte y todo eso. Pero yo, yo, yo adoro la delgadez...Realmente...
Charlie Sheen escupe un trozo de langosta americana y da la nota pidiendo un vodka cuando todos estamos a champagne. Ladea su culo hacia la izquierda.Todos nos tememos lo peor, pero nadie dice nada. De pronto hace movimientos muy nerviosos como Robert de Niro en Uno de los Nuestros cuando  repartía esas hostias que brotaban de la nada. Pues Sheen es parecido, en cinco minutos puede abrazarte, llamarte perfecto hijo de puta, ponerte una magnum en la sien, arrodillarse, llorar, autolesionarse, encender un cigarro, servirse otro vodka, hacerse un porro de mairhuana, insultarte, encender la tele para ver a los Lakers, volver a llorar y darte un beso en la frente. Así es el Charlie. 


 Habla Linda Evangelista.
- Yo no hago dieta, pero la verdad es que no como todo lo que me gustaría.
Sheen la mira con desprecio, y se pone metafísico. Vuelve a beber con el meñique alzado y hace gárgaras con el vodka.
- Sabéis, la felicidad está en la muerte, cuando el artista muere ya no puede cambiar, si lo pensáis, nos convertimos en fotografía y en celuloide, qué mejor que eso.
Habla Brad Pitt.
- Que alguien le quite el vodka a este borracho, por favor.
Angelina Jolie le pega patadas por debajo, y calma la fiesta. Dice que ve demasiado delgada a Jessica Simpson, y nuestra tejana favorita  entra al trapo.
- Oh, querida, soy de Texas. ¿Has visto alguna vez en tu vida una anoréxica de Texas? Nunca ha habido un solo problema de anorexia en todo el Estado de Texas, comemos a base de vacas, cerdos y maíz.
A continuación me susurra un comentario ciertamente jocoso: Mariah Carey debe pensar que la anorexia proviene de África y la contagian las moscas.
Charlie Sheen se está poniendo nervioso. Pide otro vodka y enciende un cigarrillo. Habla Brooke Shields.
- Oh, Charlie, fumar mata, si te mueres, pierdes una parte muy importante de tu vida.
- Toda, toda la vida, Brooke, no una parte, pero sería celuloide y eso me haría inmortal.
A continuación murmura: maldita zorra. Y acto seguido hablo yo:
- Charlie estás muy metafísico últimamente. ¿Te ha dado cita Dios? No será tu psicoanalista...
- ¿ Sabes? - da una calada honda al marlboro y un trago largo de vodka - Creo que Dios es un vibrador gigante, allá en el cielo, una fuerza vibrante de increíble energía.
No logro visualizar a un Dios todopoderoso en la magnitud de una gigantesca polla de plástico, y pienso que lo realmente vibrante es la cabeza de Charlie Sheen. Entonces, en ese momento, mi novia, Paris Hilton, que está muy reformada, me hace un guiño y nos vamos a tomar unas copas al Sheraton, y a poner a parir a todo dios (y me refiero a cócteles de noventa y cinco libras, no a esa guarrería de vasos de tubo que beben algunos de ustedes en los locales que frecuentan). Y luego, Dalái Lama dirá. Como decía Winona Ryder: cuando estoy mejor es cuando soy feliz. That´s right.

martes, 20 de marzo de 2012

Somos Todos Tan Naif.-



 



Cuando veo al abuelo y a la niña naif de Werther´s Original no siento ni el mínimo impulso por irme ganando unas caries con unos caramelos alemanes. Simplemente cambio de canal, y si aparece la Wonderful Life de la Fundación la Caixa donde es guay ser borderline o tener cualquier discapacidad física, gruño un poco y emigro a otro de mis noventa y ocho canales. Si aparece el oso asexual de Mimosín, el perro pijo de Scottex o Judith Mascó preparando una puta fiesta de bombones Ferrero Rocher, tiemblo por ese mix entre cagalera y resaca y le empiezo a quitar mucho valor a la creatividad publicitaria. De esta manera, les quiero decir que se esfuercen: digan algo muy bruto, impopular e inaudito si quieren publicidad. Miren aquel Dolphin, que no lo conocía ni su madre.  Provoquen, enseñen sus vergüenzas y el mundo estará a sus pies. Valgan como paradigmas: Sisley y dos pivones esnifando cocaína, los besos imposibles de Benetton, David Delfín, los burkas, las sogas de horca, las niñas de Vogue vestidas de meretrices parisinas. Buscar el contrasentido, ver a una pseudopunky diciendo : estar enamorada es superguay, todo te da vueltas, sientes mariposas; cuando todos pensábamos que decir Loewe era pronunciar cualquier nombre del Clan Preysler. Pues no. Se equivocan. El posmodernismo es otra cosa y Loewe es  una banda cool de modernitos de Malasaña, pero con mucha querencia a la calle Serrano.
Aunque a mí lo que más me interesa en la vida es el amor y los negocios (o viceversa), por un momento pensé que podría titular este post Que Les Follen a Todos, y de esta manera me aseguraría un alto número de lecturas, pero como ven, he decidido un título más amable, Somos Todos tan Naif, y también me aseguraré un buen número, porque este título, no les quepa duda, tiene una lectura desafiante, y por otra parte y dicho a la manera grotesca, como la mamada se ha globalizado, me sirve como plataforma para hablar de la amabilidad.
Muchas marcas comerciales, que no tienen ni puta idea de hacer difusión escandalosa, es decir propaganda de People Talking, me dan las buenas noches y me mandan canciones de Lana del Río. Quieren la venta a través de la amabilidad. Esperan de ustedes, de nosotros, un comentario agradable, sin tripas, ni corazón, por supuesto, una cosa naif: mola, y tal. Eso es el sistema de reclamo de la Revolución Industrial, pero Adam Smith, llegado el posmodernismo está pasado de rosca, y nosotros (ustedes y yo) somos una generación muy lista, más o menos culta, más o menos naif y todo lo frívolos que nos dejan ser, y sabemos tomar nuestras decisiones. Sabemos leer la publicidad y sobretodo hablar de ella, e incluso sabemos interpretar los dobles sentidos, la ironía, la demagogia, tenemos nuestro criterio, y ahí estamos buscándonos una pose intelectual. Y estética. Y mola. Somos naif, sobretodo porque es la manera de llegar a ser trascendental.
Hala, que nos follen a todos.

jueves, 15 de marzo de 2012

Romanian World.-



Hoy, la sonrisa más ingenua y franca del día (decir bonita, sería una veleidad, aparte de un exceso, créanme) la he visto en la esquina de Gran Vía con Banco de España. El dueño (de la sonrisa) era un gitano cojo del Este de Europa que parecía un minero desorientado, una suciedad de ésas que no conoce agua y jabón desde los tiempos de la invasión. Pero la sonrisa, limpia. Ciertamente babeante, y bastante flipada, perdida. Me atrevería a decir, un alegría de retrasado mental, que es una de las felicidades más cristalinas del planeta, sin reveses y sin falsedad. El motivo era que una mujer muy bonita (inside/outside), ha sacado de una bolsa de kraft un café gigante del starbucks y una manzana (ya ven que en Madrid somos superneoyorquinos), y el cíngaro de Transilvania le ha correspondido con esa sonrisa limpia, pero que era sucia, porque estaba manchada y era profundamente diáfana. Les estoy contando que la sonrisa era triste, de trasfondo, quiero decir.
Lo único que no me ha quedado claro es que si realmente, como dicen los periódicos y la policía, hay una mafia organizada detrás de los indigentes lisiados, al hampa casposa del Este que igual lleva putas, que cojos, que carteristas que no levantan tres palmos del suelo, igual le parece poco lo de la manzana y el café. Y he sentido mi compasión, aunque a decir verdad, reconozco que no le he dado ni un puto duro para ayudar el cumplimiento de los objetivos del día.
A continuación en mi dirección hacia Atocha han empezado a aparecer gitanos en precarias condiciones físicas buscando sus puestos. Se deben gastar los excedentes en dientes de oro, porque esas bocas rebosantes de quilates y mierda no son baratas, ya lo creo. Me acuerdo de la señora Paloma que es una especie de madame robusta del Barrio de Salamanca, salvo que vive en Chueca, y cada vez parece más una quesera normanda super tolerable y progay, que una vez vio su bolsa de ropa entregada a la rumana dispersa en Hernán Cortés. Además, como ella es la voz de la vejez y la sabiduría, me cuenta que le hacen la competencia a sus amigos nigerianos de La Farola y al violinista polaco, y que la gimkana de los rumanos está libre de impuestos y seguros sociales, y se levantan hasta cien euros al día.
Cuentan que Dorel, aquel mafioso rumano que extorsionaba putas y mendigos, se iba con su mujer, que era una paleta de Transilvania a gastarse la pasta a ese lugar más o menos horrendo llamando Las Rozas Village, y allí lo pillaron, mientras se compraba la última extravagancia inmunda de Ed Hardy. Luego habló así: Quizá sea un asesino, pero saldré en cuatro días. Y seguiré en lo mismo.
Pues así con todo, la historia del crimen la tienen ustedes entre Neptuno y Cibeles, entre una Ed Hardy que lleva puesta un adicto a los anabolizantes y los harapos de un gitano rumano. Entre medias un café, una manzana y una sonrisa limpia. 

viernes, 9 de marzo de 2012

Las Diosas.-





Las Diosas eran unas canis del copón, bellas por gracia de la naturaleza, eróticas y voluptuosas ellas con sus transparencias, sus chucherías y sus carnes al viento del Atlántico de Astaroth, vestidas a la última moda de la venta ambulante, cuando no había tantos hits del Blanco, Zara, etc, y los gitanos marcaban la tendencia que previamente les rubricaban los gitanos de París. Era aquella época en la que Choni´s Island tenía sus buenos recursos, y yo tenía mis inquietudes por su universo (como Bigas Luna). Es decir, más o menos cuando Penélope era aquella cani de Jamón Jamón, no existía ese espacio gore de pornografía social de la Cuatro llamado Hermano Mayor y había ninfas en los barrios marineros que olían a puchero y a chicle.
En aquella época parecía que el tiempo nunca iba a pasar por las Diosas, que iban a quedar exentas de atropellos físicos y de las tropelías de la naturaleza. Por eso eran Diosas. Y porque dejaban a su paso los aromas de otro mundo, aromas del futuro y la prosperidad, -pensaba yo-, los perfumes de las últimas esencias parisinas, los olores del mundo, los aromas de los limones dulces fundidos con la brisa del mar y los humos del tabaco rubio, y  reían con el desparpajo y la naturalidad de la eterna juventud, es decir como siempre ha reído la grandiosa Sofía Loren. Y bailaban  sus largas melenas al viento. Y se palpaba en la escena que el desfile de las diosas embrutecía a los soldados, a los estudiantes, a los viejos marineros y a algún mozo de restaurante con pajarita y brillantina en el pelo. 
A mí, el embrutecimiento colectivo me daba ganas de vivir y de prosperar en la vida para algún día ser el novio de una Diosa y comprarle un par de bagatelas de cobre, pero mientras tanto vivía los delirios  de una diosa de labios rojos que guardaba en el rígido bolso de imitación Chanel sus tesoros de azófar, su pañuelo de seda falso de Hermes y sus pinturas de batalla. Porque ellas no se iban conmigo a las dunas, ni a la antigua estación de ferrocarril, que era donde iban las muchachas gloriosas, decían por entonces, a bajarse las bragas a cambio de no sé qué de los poderosos, los dioses con algo de dinero para alhajas y chucherías que les gustaban a aquellas sirenitas pseudomaquis del barrio marinero.
Pasados unos años volví a los territorios de las Diosas. No estaban. Había rostros cansados y apagados de mujeres que fueron precoces en todo, precoces como Diosas de aquella puntita del sur, precoces amas de casa que se dejaron tentar por un par de baratijas en los andurriales de la estación y sentían en sus pieles los deterioros del tiempo, y la mala vida que a veces dan los canallas.
Las diosas, resultaron ser efímeras. Se dejaron llevar.

lunes, 5 de marzo de 2012

Está Todo Fatal.-

Es la sentencia de nuestros días. Está todo fatal. Habla la calle, porque la prensa, la política y la prensa política ni siquiera lo murmuran, más bien lo cascan a modo conspiratorio, como Belén Esteban, porque no sé si lo saben, un artículo, una opinión política, son siempre un complot para salvar el culo al periódico o al partido. Y sí, es verdad, está todo fatal, y la vida es una especie de crisis vitalicia. Pero ha sido de toda la vida. La escuela, los celos, el amor, los cuarenta, los cincuenta, los sesenta, los valores, la próstata, la menopausia, la tele, el divorcio, la muerte. Pa qué vivir, dirán ustedes. Bueno, en principio para buscar los antagonismos de todas las putadas que depara la vida. Ahora la putada globalizadora del mundo globalizado es la Crisis, y permítanme pero no tenemos desglobalizador que desglobalice la Recesión. La gran ventaja es que es un tema manido para que ustedes rompan el hielo, hablen en el ascensor y lleguen a casa con cara de cordero degollado, porque esta Crisis financiera coincide en el tiempo y en el espacio con la crisis de los valores, y con la intelectual. Hasta los enanos de primaria saben que hay cirisis y que Cristiano Ronaldo es un chuloputas, porque de eso se habla en las recesiones, de chorradas. Y de crisis.
Miren, a lo mejor soy un rarito de tres pares de huevos, pero a mí me gustaría que la vecina en el ascensor llevara un libro de Stevenson y me diera una pincelada del Pacífico Sur y los indígenas. O bien del tiempo, pero con instrucción, es decir, las isobaras están muy caprichosas últimamente, todos los días cambia la presión atmosférica. O de Madrid en los sesenta, cuando ella se tomaba los vermouths con Tony Leblanc, aquel gran golfo de posguerra, simpático y con clase, y no existía el Budha Bar, ni Paquirrín. Pero la realidad es diferente. Ustedes lo saben, la crisis de esos entes invisibles y abstractos llamados Mercados es una crisis generalizada, de identidad, de valores. 
El mundo se banaliza. Hola, qué tal. Nada, en crisis. Pues vale, qué guay, a la moda, la Crisis People, los Crack Boys. Háblame del euríbor, de la hipoteca, del salario mínimo interprofesional, de la prima de riesgo. Dime: todo está fatal. La gente habla de la crisis y argumenta parecido para acabar siempre en puntos suspensivos; la vida no era tan unánime desde hace mucho tiempo y la única que no está en crisis es la Crisis, que es también un ente espectral, fantasmagórico, el best seller del momento. No sé de qué hablará el mundo si algún día se acaba la Crisis.
A mí, que me gusta hablar de literatura, de futbol, de mujeres, de hombres, de viajes, del siglo XIX, de amor, de cine, de música y de mar, me está jodiendo más allá de los motivos financieros, la maldita Crisis. A ver qué me cuentan en la próxima cena. Espero que no me salga un capullo con el euríbor y la prima de riesgo.  Estoy dispuesto a ponerme violento. Yo siempre he preferido otras primas, y el euríbor, con tres dedos de ginebra. Merci.


viernes, 2 de marzo de 2012

Janpath World.-

Por si había dudas, Janpath nació en Delhi, allá donde la vida fluye al revés, y sentí, desbordado por la belleza (en el sentido mitológico del término) y un par de kingfishers los estímulos para iniciar esta bitácora que viene a ser una brújula desubicada, porque como ustedes saben no tengo una opinión generalizada de casi nada. Ni intención.

Chadny Chowk: Garbage Men



Más Janpath




Siempre he querido volver al Holi (spring festival). Me trataron bien, a cuerpo de rey, un gran homenaje de cerveza foster, johnie walker, chicken tandoori, tikka masala, naan de curry y helado de marihuana. Grandes, los indios como anfitriones, como no he visto en mi vida. Al fondo, la gente de servicio veía divertirse a aquellos millonarios, como quien que ve una comedia de Bollywood, con esa mirada limpia y conformista, esa sonrisa corpórea, sin añadidos de artificio, y esa tristeza de simas tan profundas que tienen los indios de la calle. Yo les he buscado siempre la interacción. Para uno de ellos, Kumar, robé un par de cervezas foster. Me contaba que necesitaba beber para trabajar mejor y que eliminaba el alcohol mediante meditación. Really.





Mercado de Sarojini



Vi a unos franceses tomar una ricksaw del modelo bicicleta llevada por un muchacho flaco que no había llegado a hombre. Miré con disgusto y reproche a los franceses. Ellos reían como hienas occidentales. Iban a emprender la exótica aventura y les hacía gracia. Qué ridículos, pensé. Qué hijos de puta, dije en voz baja. Las fibras de los gemelos iniciaron el primer movimiento y me pareció que iba a rasgar la piel, pero fue avanzando entre gemidos, y los franceses aplaudieron, los muy hijos de puta. No sé que puta gracia le hace a Occidente la mano de obra oriental.





En fin, he pensado que me gustaría volver a ver a aquel güisquero trascendental de sonrisa franca. Solo espero que no haya ido a parar al cuerpo de una rata del Chadny. Y que se pueda tomar un whisky con aceitunas. Solo eso. No me lo tomen como extravagancia; juro que a aquel hombre le privaba el Jonhie Walker con olivas. Lo vi demasiadas veces.