sábado, 28 de abril de 2012

Hoy Voy a Salvar mi Alma.-

Mi primera desgracia se inició con mi bautizo. Luego, todo vino rodado. Me llamo Amadeo Marchito, nací un día de difuntos de 1980 y la gente me llama Mochuelo. Tengo treinta y dos años pero bien parece que mi apariencia ronde los veinticuatro. Soy bastante cabezón, pero no he conseguido que me llamen Frankie, principalmente porque tengo más rostro de muerto que de quimera monstruosa de la literatura made in Shelley, y como ando decolorado incluso el catorce de agosto, he visto a demasiada gente huir de mi palidez, porque ya les comento, ser ojeroso y macilento me da una apariencia ciertamente cadavérica. Si tuviera brillo en los ojos, igual salvaguardaba algo mi fachada necrológica, pero no sé como explicarles, no tengo la mínima expresión en la mirada, y ando siempre asomado a ese abismo desde donde mira el mundo exánime. Yo siempre parezco que estoy metido en una caja. Ustedes tendrían que verme.
Me gusta mucho salir a la calle, porque a veces permanecer en mi estudio de veintiocho metros cuadrados me ha parecido estar dentro de mi propio panteón y yo siempre me he sentido mucho más vivo en la calle, a pesar de las contrariedades que me ha generado mi propia fisonomía. Lo he intentado dejándome barba, pero he oído los susurros de la gente, por lo general fea y llena de una repelente vida: un muerto con barba. También hice un experimento con una melena rubia al estilo futbolista Guti, un par de pendientes de pirata y unos tatuajes de Ganesha y he tenido que oír cosas como: mira, un cadáver maricón con aspiraciones hinduistas. Otras veces he tratado de ir lo más desaliñado posible, a ver si entre la barba de dos semanas y los churretes de pringue y mierda de mi rostro disimulaba la catadura de fiambre, esa jeta de alma en pena que me acompaña, pero he tenido que oír: dale algo de limosna al muerto de hambre este.
He pensado varias veces en suicidarme pero me imaginaba a los empleados de la funeraria comentando cosas como: nunca he visto un muerto más muerto que éste.
Ya ven ustedes que tengo esa condena de por vida, y no es que mi posición con respecto a ustedes pueda resultar despreciable, que también, pero no, mi problema, mi amargura principal es que cada vez que me entran ganas de irme a la cama con una mujer, cosa frecuente, me tengo que gastar sesenta euros porque es la única manera de enfocar mis arrebatos sexuales, y no crean que no he intuido los pensamientos de las putas: vaya vicioso, fue como tirarse a un crápula muerto.
Como ven, odio los malentendidos entre el hombre y los destinos de la banalidad, y bien, mientras, espero que hoy pueda hacerlo gratis. Hablo de sexo, obviamente. Les cuento: a mí esto de la subcultura gótica-dark me importa un carajo, pero posiblemente sea mi modelo de reinserción, y llevo toda la mañana leyendo sobre death rock y punk. El estilo andrógino me viene de cuna, no necesito cosméticos para resaltar mi palidez y con un traje negro, unas cadenas de acero y un pintalabios negro, estimo que iniciaré mi salvación en la fiesta gótica de Los Monster de Madrid de esta noche. Me va a llamar Mochuelo su puta madre. Ya les contaré.
Atte. Amadeo Marchito.

martes, 24 de abril de 2012

La Culpa la Tienen las Monjas.-

Pues sería por allá por el sesenta, y los Corleone estaban en la escuela y el clero. Entonces un cura era la Ley  y un maestro era un Maestro, es decir un instructor de la letra con sangre entra. Nosotros éramos los Martín, más pobres que las ratas y muy condescendientes con la clase alta, porque eso era el respeto que nos había inculcado, al estilo Los Santos Inocentes y no me jodas Paco, que mañana hay cacería. Y entonces mi Angustias parió mellizos, y a los tres meses, nuestro Juanín enfermó y le empezaron a salir sarpullidos y nos dijeron que tenía inflamación en los pulmones y el cerebro. Apareció el padre Críspulo por la cabaña y nos dijo que a la mañana siguiente debíamos estar en el Hospicio Provincial de Segovia, y que los gastos para pagar a Sixto, el taxista, corrían de cuenta de la iglesia. Las monjas iban a echar una mano a mi Angustias, y se quedaban con la criatura. Como mi sobrino Paco estaba haciendo la mili en Segovia le dijimos que estuviera pendiente de la evolución hasta que lo pudiera  recoger y me lo devolviera al pueblo, que yo le tenía mucho cariño a mi Juanín y a menos que pudiera me iba a llevar a mis dos chavales en las alforjas de la mula. Y así estuvo Paquito, quitándose de vicio y de vino al salir del cuartel, yendo a ver a Juanín cada tarde de aquel invierno de 1960, y el bebé cada vez más sano y más limpio.
Y de repente llega el 24 de diciembre y el niño se muere. Pero cómo podía ser si Paco lo había tenido en brazos unas horas antes. Y le vienen con la vaina de que el cadáver de la criatura no lo puede ver porque no era familiar directo. Y nosotros en el pueblo que no te enteras de la misa la media. Yo me enteré de carambola; pues resulta que la tía Ramoni había hablado con una monja del hospicio y le habló así con ese formalismo tan profeso que tienen las hermanas, que la criatura había sido acogida en el Reino de los Cielos.  Tomé el coche de linea del viernes por la mañana y en Segovia me habló Sor Matilde, que mi Juanín había tenido la muerte blanca, es decir un síndrome de muerte súbita infantil, y que ella no comprendía de procedimientos funerarios y no sabe donde está enterrada la criatura.

Y ahora ha aparecido de repente un señor de cincuenta y dos años, y tengo que contarle que no sé nada de su madre desde hace unos veinte años, porque nos divorciamos cuando nos hicimos modernos, y me he dedicado con mi otro hijo, el Fermín, a visitar clubs de carretera, es decir a ir de putas, y como desfiladero de esa flaqueza y perversidad de la carne hemos estado buscando a mi Juanín, porque aparte de ser muy atávicos y de seguir las costumbres del pueblo, siempre hemos intuido que por pura genética había de ser putero, pero nuestro hombre buscado no apareció como en las novelas de Irving o Kerouac, sino que lo han encontrado gracias a la Fundación de Bebés Robados de Segovia, y ahora estamos buscando a la madre, María de las Angustias Núñez Carrizosa, por lo cual hago llamamiento a cualquier asociación o consorcio que se dedique a buscar madres huidas. 

En base a que mi Juanín es invertido, y se ha dedicado estos últimos años a la política de igualdad de género y de los derechos homosexuales y trabaja como vicesecretario en una asociación de terminología muy renovadora, de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales, de Guadalajara, mi otro hijo y yo que somos gente bastante exaltada y fanáticos de las bases sucesorias de la familia, pensamos que igual la Angustias también ha cruzado la acera y le gusta hacer juegos sexuales con otras mujeres.

En cualquier caso, les anticipo que yo no tengo ningún interés en encontrar a esa señora, pero Juanín me pide una cosa muy rara que se llama cooperación social y humanitaria, y bien, si ustedes supieran algo o tuvieran alguna pista por leve que fuera, nosotros se lo agradeceríamos en función de sus intereses. Así repentinamente, se me ocurre un circuito por nuestros burdeles de carretera, o un tour por Chueca. En caso contrario, ustedes dirán y nosotros trataríamos de complacerles. 

Por último, yo solo les digo una cosa: la culpa la tienen las monjas, que nos la han liado muy gorda.

Atte. Juan Martín Carbajosa.



lunes, 16 de abril de 2012

La Vida Nueva.-






Otro domingo que amaneció bonito, con un sol gratificante revelándose suave en la ventana, otra vez la erección involuntaria y la felicidad instintiva. Nos hemos levantado de una de esas radiantes piruetas que tienen los festivos sin resaca de estrés o licores infames. María y yo; y hemos puesto a funcionar la Nespresso con Janis Joplin a toda mecha, Me and Bobby McGee, temazo, Hey, feelin´ good was good enough for me, mm- hmm. Y ahí estábamos, apercibidos por el maldito lunes para ir matando lentamente el domingo por las calles y los bares del Madrid de los Austrias. De repente sonó un teléfono en mitad de la mañana, y una vez más el móvil de María ha sido una especie de espectro electrónico que no aparece por ningún lado, tal vez en el recoveco doscientos treinta y tres de su bolso vigésimo quinto porque el salón de nuestra casa es un museo a la historia del bolso en diferentes magnitudes y calidades. Menos Tous, que lo odiamos. Al tercer intento nos ha localizado nuestra amiga Teresa. Y mi primer reflejo ha sido: dile a Teresa que se venga, tengo ganas de verla. Mary, me ducho, y nos piramos, nena.
Según iba derramando agua sobre mi espalda he notado que se iban apagando los decibelios de Janis Joplin, y el tono alarmante de María al teléfono me iba creando los trazos de un domingo muy diferente, y me ha venido de pronto la dimensión trágica del azar, y ese olor a pescado podrido que tiene el miedo.
A un amigo le habían dado varios infartos de miocardio en secuencia, y el más brutal de los ataques con muerte súbita cardíaca encima de la mesa de operaciones y unos quince sanitarios rodeando ese cuerpo que era exánime pero que se aferraba a la supervivencia, como si estuviéramos viendo la realidad de la vida en torno a una película mal montada, o esa dimensión de los poetas rusos, la vida como una arco iris que incluye el negro. O qué carajo, esa concentración de la vida en un solo instante de pánico. Todas esas paranoias tan lúcidas de Kevin Spacey a lo American Beauty. Es decir: supongo que en lineas generales mi vida ha estado bien y ha merecido la pena vivirla, y aunque me cabreé algunas veces, unas sin razón y otras porque estaba rodeado de hijos de puta,  miren ustedes que ahora me viene de repente toda la belleza del mundo, y mi alma (porque yo sí he tenido entrañas y cierto espíritu y sensibilidad, y creo haberle sido útil al planeta) se inflama del sentimentalismo más verdadero, desmedido y revolucionario que ustedes hayan podido entrever en sus burocráticas vidas, y entonces recuerdo que tengo que relajarme y aferrarme a la vida desde este submundo de horribles cables, goteros y tubos, porque mi lucha tiene motivos de sobra para volver a ver las fracciones de esplendor de este universo que ustedes consideran execrable en esa antesala que les precede de mi presencia enferma, pero ustedes no tienen la lucidez que se tiene en una Unidad de Cuidados Intensivos, ni saben mucho de lo que significa la gratitud por cada coyuntura e instante de sus vidas infrautilizadas. Diría que algunas de sus vidas han llegado a ser patéticas, porque no han entendido nada. Y ustedes no saben nada de lo que yo les estoy hablando, pero no se preocupen, yo sé que algún día lo entenderán. Tal vez yo les explique.
Yo sé que Santiago (un amigo de la vida y muy conversador acerca de las chorradas que servidor cuelga de vez en cuando en esta bitácora) volverá con un corazón nuevo y con una perspicacia y  clarividencia vital, de la que ustedes y yo adolecemos. Yo sé que nos volveremos a ver y nos irá explicando en que consiste la vida. Yo lo sé. Él ya sabe mucho más que todos nosotros.

jueves, 12 de abril de 2012

Medium.-


No sé ustedes pero yo lo tengo muy claro, no diré que soy vidente en el sentido universal de la palabra, es decir, que no tengo la percepción extrasensorial globalizada y no he llegado a trabajar para la Policía de Investigaciones de Chile, pero sí soy muy superior en destreza a mediocres personajes como Sandro Rey que hablan de un cáncer de pancreas como de una alergia primaveral o una sinusitis, o esa cateta de la bruja Lola con la vaina de las velas negras; y soy una especie de vidente a pachas con mi perro, que es un can muy telequinésico, y un experto  en el magnetismo de sombras y en divagación de problemas de gente más o menos ignorante.
Pues sí, me acosan las penumbras de muchos muertos, fantasmas aburridos, espíritus espíricos, duendecillos inquietos, ánimas lúcidas, y tal, presencias más o menos livianas que despiertan los ladridos acojonados y llorosos de mi perro. No solamente en ocasiones veo muertos, sino que me he llegado a tomar copas con ellos, y el mundo exánime, no sé como explicarles, es como una especie de euforia controlada, es decir es como un segundo gin tonic, pero siempre, es estar siempre guay, una especie de estado frívolo con mucha capacidad de discernimiento y con cierta querencia a la trascendencia pero sin entrar en el gimoteo o en una nostalgia azucarada en exceso. Es como decía Fitzgerald, esa felicidad de los momentos previos a estar demasiado borracho. Eso es un muerto. Esos son mis muertos. 
Yo, por ejemplo, un sábado por la tarde, mientras que ustedes matan el tiempo con el ocio improductivo, coloco mi baraja de tarot encima de la mesa y sin saber porqué, gracias a una especie de fuerza extrasensorial que escapa de sus posibilidades, contemplo mentalmente la situación de mi cliente y las opciones de ir a peor si no pone remedio, y ahí es cuando doy cabida a una segunda consulta que llamo Antídoto Contrastado, que viene a ser la eficiencia de garantizarnos el business.  
Algunas veces utilizo otros métodos como unos terrones de azúcar moreno esparcidos por la mesa, o simplemente rompo un huevo y veo cosas malas en ese caos explosivo de la yema y la clara, y cuando veo a mi cliente con cara de cordero degollado, es decir, los párpados caídos, salivoso y pálido, percibo de inmediato la llamada del éxito. Entenderán ustedes que servidor no firme la siguiente misiva, principalmente para que no se me vaya al garete el negocio, pero no por ello les avisaré a las noventa y dos personas que lean las dobleces de la profesión. Miren, por lo general somos gente ambigua, y como apenas tenemos congresos, está dura la unificación de conceptos. Valga el paradigma de la carta de la templanza: básicamente aquí vemos de manera absolutamente aleatoria; esa cursilería de la paz interior, problemones que requieren toneladas de paciencia y constancia, impotencia sexual, situaciones pasivas, o ya les comento, la primera coyuntura que focalicemos, porque los mediums somos de un  imprevisible acojonante, salvo que siempre le damos un punto chungo a la consulta para asegurarnos el Antídoto Contrastado.
Soy medium, y hay que comer, que quieren que les diga; me gusta el arroz caldoso de bogavante, mis hijos tienen una play station cada uno, mi mujer es adicta al   http://janpath-broadway.blogspot.com.es/2011/12/el-oso-de-tous.html y mi familia es muy aparentosa, es decir que somos canis de Valdemoro disfrazados de pijos de La Moraleja, pero con los logos más grandes y unos reflejos de feriantes que no se arrebatan así por así, porque nos han escoltado por una pasarela de unas dieciocho generaciones precedentes, y por motivos de sangre, brujos por los siglos de los siglos.
Aunque estimo que su capacidad intelectual es desbordante con respecto a los analafabetos que vienen a verme, por si acaso, anden con ojo. 

jueves, 5 de abril de 2012

C'est la vie (Batalla y Parques)



Hoy me he levantado temprano, feliz, a las ocho de la mañana, con una erección involuntaria y  una felicidad instintiva. Incluso he visto una paloma en el balcón y por un intervalo de tres segundos he pensado que era Dios dándome los buenos días, pero aquella alegoría (o bien parábola sobrehumana) se ha desvanecido cuando aquella rata con alas ha plantado el primer pino de la mañana, me ha mirado con despecho y ha volado a la juerga de las palomas al pie de un container de reciclaje orgánico. A continuación me he duchado, he tomado un desayuno al estilo familia protestante americana con tostadas, mermelada de naranja amarga y zumo de pomelo, y me he pirao a la calle, como si fuera yo el patrono de la ciudad e hiciera las verificaciones de que todo estaba en regla; y por un día no he pensado en reclamaciones burocráticas, es decir no he deseado volverme a la cama o morirme hasta el fin de semana. He pensado que la felicidad era esto, esa cosa que viaja de incógnito y no advertimos, salvo cuando un buen día la colonizas y te la quedas por unas horas, con consciencia.
No sé, hay días que salen de puta pena y hay días que lo mejor es morirse; y hay días que parece que venimos del gabinete de Rojas Marcos, o que Punset ha sido absorbido por nuestras entrañas. 
Me he sentado en la yerba de un parque y he visto a los patos del estanque, que viven como dios, y estaban los viejos matando el tiempo y los niños combatiendo la desgana, es decir ese déficit de interés por la vida cuando no hay un juego electrónico de por medio. Había un músico tocando el violín, un virtuoso del copón tipo Niccolò Paganini, o más, y un caballero español vestido de Marcial Lalanda  en  sepia ha dicho que tenía un oído absoluto, una entonación perfecta y una técnica de arco sumamente expresiva. Una señora que se parecía a Miss Daisy le ha dado un billete de 200 euros (al músico), y le ha dicho que movería todos sus contactos para que a principios de mayo esté tocando en la Opera National de Paris. Al distinguido hidalgo del Retiro se le ha caído la cartera, y alrededor de diez chavales se han despistado del mundo ánade y han luchado por ella con el propósito de devolvérsela. Como gratificación ha habido un generoso racionamiento de cigarrilos de chocolate, sugus y una fauna selvática de gominolas. A continuación ha pasado una banda de niños sub-saharianos disfrazados de niños de la Moraleja que seguían a Esperanza Aguirre disfrazada de Mary Poppins, e iban cantando SupercalifragilisticoEspialidoso. Ha habido una pequeña tregua porque se han cruzado con Trinidad Jimenez y Zerolo, y Espe los ha abrazado con una devoción tan amorosa que parecían todos fundidos en un algodón rosa de feria. El problema  no era que la felicidad y los abrazos estuvieran siendo gratis en la mañana de Madrid, sino que todo era verdadero, y uno sospecha que siempre hay alguien librando una batalla para combatir la felicidad real. Y por un momento me ha invadido cierta preocupación. A continuación juraría que era Kiko Rivera el tipo que iba con un ejemplar de la edición francesa de Eugénie Grandet. Se quitó las gafas al modo Aznar, y me habló parecido: mire usted, desde que me desintoxiqué de la tele y conocí a Balzac, mi vida es otra, tengo eso que llaman realización. También había putas que parecían secretarias internacionales, con maletín, contratos, seguridad social, gafas de pasta y dientes blancos.
Era un parque, no un puto parque de esos donde los viejos agotan la vida, combaten la nostalgia y se hacen expertos en misantropía. Un parque de Madrid, un nirvana de la realización personal, como había sugerido Rivera. El elíseo de los mitólogos griegos, qué sé yo.
A continuación la naranja amarga me ha empezado a dar acidez y el mundo se ha desvanecido. Ha vuelto el caos: dos niños se daban de leches por un i-phone, el caballero español se quitaba el cinturón para darles un correctivo, el violinista desafinaba como si tocara con un serrucho, los patos se han vuelto espíricos porque Kiko Rivera les ha tirado palomitas con cloroformo, los niños han atacado como aliens satánicos a los políticos, y he tratado de empezar el puto lunes metido en la ducha y tomando un café Nespresso. A partir de ahí, la batalla está por llegar. Los Eurythmics; me siento confundido.

lunes, 2 de abril de 2012

Material Racial.-


Me gusta tanto observar a la gente que más de una vez me he podido ganar una hostia gratis, es decir libre de impuestos y sin recurso, pero esto es un problema derivado mi infancia cuando uno jugaba a ser  espía de las coyunturas de esta tragicomedia que viene a ser la vida y en esta tesitura iba descubriendo el universo, quiero decir la parte infecta del planeta, porque mi vida se iba agitando en una aparente felicidad, y no acostumbraba a amanecer yo en casa de papá y mamá atrapado por el desastre. Entonces lo buscaba. Así pues, por una vez no les inventaré demasiado y les diré que en ese hambre insaciable que tiene la infancia me he presentado en las iglesias, buscando los desenlaces de los funerales, he espiado a los auténticos bohemios, mendigos borrachos hasta la extenuación, he seguido los pasos de putas que podían ser mi abuela, y me he colado entre el tumulto para ver el cuerpo de una vieja  que se había tirado desde un décimo, tapado con una sábana. Ese es el gran dilema de la infancia y su inagotable curiosidad, más o menos lo de Rousseau, que la infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir, y nada hay más insensato que pretender susutituirlas por las formas de los hombres.
Mi problema es que sigo siendo un niño, es decir que se me va la pinza a menudo y me gusta sufrir en el escenario, y por otra parte no me resisto a un material racial bien hecho. Ya lo dije una vez, valga el patrón: un mercedes 300 del ochenta cabalgando con tres fardos de hachís por la carretera que une Tarifa y Algeciras, con los Chunguitos a toda hostia puede resultar un espectáculo apasionante. Y puestos a pedir, Bonnie and Clyde, y la reinvención de Shirley McClaine como Irma la Dulce, buscándose la calle por la Gran Vía también, salvando las distancias del mundo de Transilvania que no mola tanto.
En cambio, si pueden resultar cautivadores ciertos rasgos de Chonilandia. Les cuento:
Plaza de Chueca.
- Se m´acabao la birra niña, mira a ver en el chino.
El kolega lleva unos auriculares gigantes conectados a un aparato que bien puede ser un i-pod o cualquier derivación elctrónica, tiene un coletilla jarraitz y lleva un tatoo en el cuello que es una leyenda japonesa o china, o vete a saber, un espectáculo acojonante por ese sincretismo entre la trascendencia de la leyenda asiática y la banalidad de la escena.
- Venga hombre, te pego una hostia que vuelas, me ties hasta el Koño. Ke te bebes las litrona como el Txano
- Eh, tranki y no te rayes ke la tenemos atómika
Ella parece una rapera agitanada del Silikona, tiene la cara pálida a propósito. Lleva cadenón de oro, gafas de aviador, pantalones cagaos y una camiseta de camping, o un pijama, o a lo mejor es una camiseta de skunk-funk, no sé, en cualquier caso una prenda pavorosamente horrible; y luego está el pelo, al estilo hurón, más negro que el carbón y con unos cuantos mechones moldeados con espuma; también lleva unas botas góticas al estilo Zapatero´s Daughter. Me alucinan las imágenes difuminadas, que confinan en un mismo cuerpo a Camarón, los Chunguitos y a Marilyn Manson
- Eh, ke te hablo a ti, birra, kiero birra.
Mientras, yo le sigo dando al operativo de mi disco duro, y veo a la tronka colocarse bien las cadenas y las gafas, al estilo Yo soy la Juani, o Princesa de Barrio como si fuera a decirle que las birras las compre su puta madre, se ajusta la camiseta verde fluorescente hasta tapar el piercing del ombligo y sin inmutarse en exceso le da dos toques con el índice en el omoplato y el kolega le mira en plan el Yoyas, es decir, no me tokes ke estoy mu loko, y le pega una patada al litro de mahou, que rueda escaleras abajo hacia la boca del metro.
Entonces aparece Mary Lou, la vieja yonqui de Chueca y habla clarito. Despacio, la lengua pesada, la mirada demacrada, el rostro enfermizo,  como si fuera una resurrección de su propia muerte.
- Mira que estoy mu malita, me pongo a repartir hostias y me quedo sola, aire
Y los dos colegas se van, con esa mala leche de canilandia, de revancha y desprecio, y cierta premura macarra que parece tener una segunda vuelta para ajustar cuentas, y da miedito, pero a Mary Lou le da igual, porque ese pedazo de Madrid es suyo, y créanme, uno pasa por allí con todo respeto porque la pobre Mary expresa todos sus miedos con la violencia. Cuidadín.
Y por último, a ustedes que les gusta tanto la bohemia cuando lleva velas aromatizadas, buen vino y penumbra, sepan que la bohemia es una yonqui de Chueca luchando por su territorio, como decíamos ayer: http://janpath-broadway.blogspot.com.es/2011/10/los-bohemios-de-madrid.html