miércoles, 28 de noviembre de 2012

De Presentaciones y Novelas.-


Yo no publico mi novela principalmente por seis premisas fundamentales: A) Cuando me he encontrado con algunos señores que querían publicar mi novela no sabía muy bien si eran bucaneros, saqueadores o editores. En consecuencia, la deriva a la opción B) No me he querido gastar el dinero. C) Cuando le he interesado a una editorial de cierta relevancia, aunque no de primera división, la última instancia para dar la aprobación, es decir el director, ha dicho que NO porque se sentía perdido desde la página cincuenta y dos. D) Cuando le he vuelto a interesar a otra editorial de segunda división, el director quería un valor seguro en época de recesión, mi enlace se fue al paro y la editorial quebró. E) En Primera, es decir Anagrama, Alfaguara, Tusquets, ni me quieren, ni me conocen. F) Como decía ese misántropo y maniático llamado Borges el escritor publica para dejar de corregir y yo no creo más que de manera parcial en mi novela, con lo cual ya les estoy diciendo mucho, o casi todo. Esa cirugía es bonita al principio, créanme; cortar, suturar, extirpar, insertar; luego avanza el caos y la incertidumbre, es decir la complejidad de la supuesta causalidad entre los acontecimientos que ni es tan causal ni se mantiene por la casualidad, y todo eso de la fuerza, la paranoia de las palabras y las contradicciones de los personajes. G) Y básicamente no considero que mi novela esté aún para salir por donde yo quiero que salga, que no es otra puerta que la del éxito y el reconocimiento internacional, disculpen ustedes mis ambiciones y esta cierta arrogancia. 
Por otra parte, no pueden imaginar ustedes la pereza que me daría la presentación de una novela, algo así con un matiz embarazoso, vergonzante y coñazo. Salvo que lo haga Tusquets en plan guay, con fotógrafos modernos, moet chandon, jamón y buena camaradería de retaguardia.  No sé si saben ustedes que en España se presentan en torno a 5.000 libros al año y que casi todos esos libros van directamente condenados al olvido y al desastre, no los lee aparentemente casi nadie y  las exhibiciones de promoción de una novela son habitualmente de auténtico sopor. He visto presentaciones con bebés, padres, abuelos, cuñados y la famosa botella de vino español, y disculpen la intromisión pero no hay por donde coger tal coyuntura, presentaciones con amigos y familiares del autor, amigos  del editor para distraerles del bochorno, a veces el autor es el editor, o el papá del autor, como papá y editor, o algunos familiares del autor son los editores, y todas las contingencias que ustedes estimen.
Ustedes irán a beber vino español en vaso de plástico y normalmente no comprarán el libro, porque no les interesa nada la confabulación de los arameos, valga el paradigma, pero les dieron el plan como alternativa a la rutina. Como vienen a ser a las ocho y media de la noche, y no empiezan hasta las nueve y cuarto, acabarán con un hambre del copón y apenas alcanzarán a un pincho de toritilla frío de huevina y patata. La única forma de vender una novela es presentarla bien, dar una vuelta de tuerca y una originalidad en la exhibición, hacer un teatro alternativo, una sorpresa rotatoria,  un catering aceptable y promocionarla como si les fuera la vida en ello. Del resto, solo esperen milagros, y lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible.  
Cualquier conincidencia con la realidad es pura realidad y cualquier casualidad de disconformidad, también, obviamente. Las coincidencias en las presentaciones de novelas son totalmente aleatorias. Buenas noches, y lean buenas novelas. 

lunes, 26 de noviembre de 2012

Qué Gente Más Fea, Chatina.-


Uno de los grandes enigmas de los enamoramientos es que el conquistador cargante, en fin un señor que posee la incuestionable certeza de ser gilipollas absoluto haya colonizado ciertos corazones de cierto tipo de España. Guapa, la llama él. El gran problema del actor guapo y mediocre es que no hace otra cosa que interpretarse a sí mismo, aparte de atesorar vanidoso y pedante, o viceversa, un clasismo vomitivo del Triásico que le sostiene a su vez en una vacuidad histriónica y pasada de rosca, como si toda la puta vida tuviéramos que soportar a esta especie de machista simpático, al que uno contemplaría con cierta facilidad tomando copas en una barra americana con José Luis Moreno y Eduardo Serrano. ¿Verdad chatina?.
Arturo Fernández de toda la vida ha sido un soplapollas que ha venido viviendo siglos (porque gasta 83 años el colega) de la nadería y del discurso vacuo de galán payaso, y a un clon egocéntrico cuando le das un micrófono de Intereconomía y le sostienes el sermón con unos cuantos palmeros de la extrema derecha, te acaba diciendo payasadas con la tragedia humana. Claro, hay mucha chusma polivalente entre el populacho, gente muy fea, parada, desahuciada, dónde quedaron las pamelas, los peinados de peluquería y los trajes italianos. Parece que los han sacado de un campo de concentración, aventura este adonis octogenario sobreactuado, mira tú por donde.
Del resto, me quedo con la carcajada trágica que me ha producido el colega. La gente guapa siempre funciona. No me digan que no es para mearse. Joder, si aquello parece el hotel de Boris Karloff y Belá Lugosi; como si estuviera viendo de conserje de Danny DeVito. Pasen y vean: Vidal Quadras, Eduardo García Serrano, Isabel Durán, Juan Manuel de Prada y Miguel Ángel Rodríguez, entre otros. Quizá la analogía de un Halloween vitalicio, y sin máscaras.
Más o menos a esas horas se estaba muriendo Tony Leblanc, el tigre de Chamberí, guapo, por dentro y por fuera, o viceversa, el perfecto antagonista de Arturín. 

Igual les puede interesar, en esta sintonía: http://janpath-broadway.blogspot.com.es/2011/07/jose-luis-moreno.html

sábado, 24 de noviembre de 2012

Esa Cursilería de las Etapas Cumplidas.-

Hubo un tiempo en que sus vidas parecían una serie de la tele. Digamos un mix entre Al Salir de Clase (cuando Pataky se deprimía porque los chicos la veían facilona) y la peli Historias del Kronen. Ya ven ustedes el exceso que les acabo de desatar. Vamos a ver, me refiero a que no hacían el capullo andando borrachos por los andamios de los rascacielos ni le hacían blowjob a la botella de whisky con droga psicodélica ni tampoco eran pijos de esos de urbanización de Madrid Norte, concienciados con el medio ambiente, el suicidio y un máster MBA. Digamos, eran gente en apariencia trivial y simpática. 
Salían de copas, se conocían todas las happy hours de Madrid, inventaron el botellón, suspendían habitualmente dos asignaturas para septiembre, follaban de vez en cuando con condón, estudiaban por la noche y leían novelas de Martín Casariego como Algunas Chicas son como Todas. De vez en cuando veían Al Salir de Clase, sobretodo porque odiaban a Daniel Huarte y sabían que Lucía Jiménez estaba bien buena (entonces no era Elsa, sino Lucía, la más bella de la series de la tele); fueron al cine a ver Historias del Kronen y aunque les causó una leve conmoción tampoco fue una convulsión duradera porque aquel no era su mundo ni les pertenecía; ellos no eran tan hijosdeputa como para robar a mamá para comprar drogas ni escuchaban a los Reincidentes y a Kortatu en aquellas clases de herriko tabernas madrileñas, que eran una mezcla de gentes kale borroka de Carabanchel y pijos rebeledes del barrio de Salamanca. No, su película de cabecera era The Doors y flipaban con Jim Morrison cuando vio morir a los indios navajos en el camino a Nuevo México y se hizo hippie, drogadicto y grande del rock and roll. La película no era su vida, y aceptaban que había una lejana distorsión, pero era quizá esa distancia y esa desavenencia, la que siempre ha hecho que los mitos sean idealizados, una especie de quimera admirable porque nunca nos han gustado en cuestión de heroicidad las cosas de andar por casa, y al fin al cabo cualquiera podía ser Juan Diego Botto  o Maríán Aguilera, pero nadie, nadie, nadie de nuestros mortales sería jamás Jim Morrison, y además, qué carajo,  ellos eran una generación muy mitómana.
A medida que fueron avanzando los estudios universitarios, el bloque de la generación se fue desintegrando y ya apenas quedaban pequeños grupos que se reunían a tomar una cervezas y a rememorar algunas hazañas de los noventa quizá algo convictos y avergonzados, o no, porque a veces las medallas de la juventud eran la infamia, la vergüenza de la vida adulta. O responsable. Siempre he pensado que esas cosas hay que tomarlas con naturalidad, quizá debería decir esa cursilería de etapas cumplidas. Una borrachera infame, una pérdida de papeles, una caída de bruces contra el metre de un restaurante, un gatillazo, una patética cruzada contra el garrafón, o aquella fiesta de bodas de plata de los padres M en la que los cantaores de flamenco se habían quedado sin whisky porque se lo habían bebido los hijos del matrimonio y sus amigos,  etc. 
El día que A fue a la fiesta de cumpleaños de B, hará un par de semanas, en la casa de B había más niños que en Disney World; incluso B había contratado a unos payasos para distraer a los churumbeles. Cuando A le preguntó a B por su vida, B se acarició los cuatro pelos de una incipiente calvicie, le miró con esa supremacía provinciana que tienen los directores de oficina bancaria y le habló de hipotecas, primas de riesgo, colegios bilingües y un poco de Mourinho, y cuando A se aburrió se fue a tomar una copa con los payasos y miró el cotilleo y el desplume, esa crítica fácil y cruel de los padres a los padres que no estaban en el sarao. Por un momento A recordó a B bailando Light my Fire con una copa en la mano, y entre brumas pensó que esta vez los artistas de la noche no se habían quedado sin whisky y que B había sido el cabecilla, el auténtico adalid en aquella expedición por las botellas de whisky en la fiesta de bodas de plata de un matrimonio recientemente divorciado. Y así con todo, etapas cumplidas




sábado, 17 de noviembre de 2012

Alfonso: Sublime sin Interrupción.-


Venía a darme unas entradas de los Stones, con la salvedad de que no tenía entradas de los Stones y ni siquiera habría concierto de  Jagger y sus secuaces. Pero él me lo dijo, e incluso me insistió: tengo unas entradas. Tenía poca cosa y daba lugar a escasa evidencia material.  Un buen abrigo roído y un litro de Mahou en la mano.  Quería dinero, pero sin pedirlo, que es la forma más elegante de reivindicar una necesidad. Aunque sí insistió en un rotulador edding negro de punta gorda: acabo de tener la percepción mientras escribo estas palabras de que lo quería para esnifarlo como los niños de la calle de Lima, de Moscú o los rumanos de Madrid. Sí, era el mismo de varios posts precedentes, hará un año y medio. Puedo jurar en esta tribuna que sonaban los Smiths en la Divisa Hortaleza y que el tipo se ha puesto a llorar, a lagrimear dócil, suave como un hombre herido, y a bailar, y lo hacía muy bien el hijoputa, ciertamente con buena técnica y con una cadencia melancólica y desgraciada, frente al espejo grande, observándose el retrato, un arquetipo cualquiera pero no cualquiera. This Charming Man. 
 I would go out tonight
But I haven't got a stitch to wear
This man said "it's gruesome
That someone so handsome should care"
Un auténtico dandy de Baudelaire, vivir y morir frente al espejo, sublime sin interrupción, desde la indigencia, desde aquella miseria indolente y de cierto placer. O no, pero le duró unos quince segundos, también puedo atestiguarlo. Hoy no miento. 
Después se puso a llorar, con los putos Smiths. Si lo sé le pongo cualquier intrascendencia electrónica de Kevin Yost, que no llora ni Dios. Yost es para estar, y punto. Si hubiera llorado con Bisbal se me hubiera caído el mito, pero Alfonso retornó a la juventud con Morrissey, con ese aire erudito y de brazo de mar ajado pero no desintegrado. No sé si me entienden esa elegancia connatural de los ricos ancestrales venidos a menos. Sublime sin interrupción, fácil, sin posturas afectadas, sin la pose desencajada de un director de oficina bancaria cuando habla de los bonos del tesoro, o de Eduardo Serrano (menudo soplapollas) en Intereconomía cuando habla de maricones y putas, que es su hobby. A continuación ha declarado solemne, suntuoso, que las las dos profesiones más difíciles del mundo son las de naviero y músico. Yo le he dicho que sí, que eso estaba muy claro.
Alfonso, un vergel en mitad de la tragedia, con su voz envolvente y estéreo, aquel marinero venido a menos, los últimos años de Fitzgerald cuando era demasiado feliz antes de estar demasiado borracho, porque la vida se mueve más que el carrusel de un hamster. Y todo eso del azar y la búsqueda. Bebió un largo trago de cerveza y se volvió a mirar en el espejo, a continuación abrió mi edición de Fayard del 47 de Muerte en Vencia (Mann), lo miró con ojos de fogueado de la vida y me dio la aprobación. Me apretó la mano como los hombres de antes y salió de la tienda caminando con una lentitud desoladora a buscarse entre la chusma que era suya pero no era suya, o era su mundo pero no era su mundo, y él sabía que ya no era lo que era; incluso yo lo sabía, y él sabía que yo lo sabía.
No sé si lo recuerdan: http://janpath-broadway.blogspot.com.es/2011/08/suave-es-la-noche.html


miércoles, 14 de noviembre de 2012

Giacomo Casanova vs La Caspa.-




Yo creo que el primer paso de mi bohemia se lo debo a mis padres comediantes; aunque cuando la miseria y la enfermedad llamaron a la puerta me mandaron a Padua donde me curaron de hemorragias y más tarde en Roma me tuve que hacer fraile por  no morir de indigencia y carencia de amantes, y entré al servicio del Cardenal Acquaviva, pero como el traje de abate me desprendía de todo sentimiento vitalicio, cuando tuve la exacta consciencia de que moriría no ya de afecciones físicas sino de la dolorosa tortura de no amar a las mujeres, me hice nómada de Europa, a hacerme aspirante a la erudición universal, y obviamente a consecuencia, conquistador capacitado.
(Yo, gracias a que mis padres eran comediantes, me hice famoso porque ello me supuso el trampolín para hacerme bastantes platós de Sálvame. Al ser un auténtico negado como alumno en los mejores colegios elitistas me dediqué a ser actor pero sin el previo de pasar por la Escuela de Arte Dramático. Conseguí un secundario de cinco minutos en Ana y los Siete y otro de treinta segundos en Médico de Familia. Hasta ahí mi historial. Cuando papá dejó de hacer gracia los españolitos caímos en la evidencia de que dejarían de llamarle para hacer las películas de Ozores, que ya no sabía ni como reinventarse, y yo comencé el tour de la prensa rosa, siendo protegido de María Patiño. Cuando sacaba algo de pasta hacía el éxodo de Ibiza, y a veces Miami. Allí conocí a Colate y a Paulina Rubio, pero no me aceptaron porque me faltaba caché. Ni que ellos lo tuvieran. Cuando me ninguneaban me refugiaba en la cocaína y en el Sálvame).
Los primeros desfiladeros hacia la creación de mi gran biblioteca se los debo a la música y la medicina. El violín por las calles de Venecia; y más tarde mi afectada lectura sobre cardiología fueron de gran utilidad para curar las obstrucciones coronarias de un patricio veneciano que me sanó a su vez del mal de la pobreza con un digno patrimonio. Gracias a ello, la Inquisición comenzó esa cruzada de buscar mis libros prohibidos, y tuve la ventura de huir por Milán, CremonaCesenaParma, Génova, Lyon, París y Dresde a darme a las mujeres, el vino y la literatura, que han sido mi trilogía ecuménica.
(Como bien saben, los primeros pasos de famoso casposo los dí en Sálvame. Cuando papá murió fui a contarlo, cuando mamá sacó las denuncias de malos tratos a su segundo marido me senté con ella a contarlo, cuando Falete me acusó de borracho maricón hice un De Luxe, cuando me lié con Mari Cielo Pajares también, luego cuando me separé de la poeta metro cúbico, más adelante cuando me hice representante de Chayo Mohedano e hicimos aquel chisme de los cuernos sin cornudo y los contratos sin contrato, y demás montajes con diferentes colegas de profesión. Un buen día dejaron de llamarme del Sálvame,y conseguí algunos bolos por Torrevieja, Peñaranda de Bracamonte, Parla, Chipiona, Dos Hermanas y Aceuchal, y me seguí dando a mi hat-trick favorito, la cocaína, las mujeres e incluso los hombres. En Chipiona tuve que salir escoltado por la policía municipal).
De vuelta a Venecia, por cierta vocación suicida, fui arrestado y encarcelado en la prisión de los Piombi, pero gracias a un monje logré escapatoria y exilio por dieciocho años. En París, aunque atesoré notables relaciones con Luis XVMadame de Pompadour y Voltaire, tuve contratiempos fraudulentos en un negocio textil y de nuevo me acometí al éxodo y las andanzas por Europa.
(De vuelta a Madrid fui arrestado por conducir drogado, borracho y epiléptico, y estrellar mi coche contra el Mallorca de Juan Bravo. Mis mejores contactos eran Terelu Campos, Kiko Matamoros y mi madrina María Patiño. No pudieron absolverme. Me la endiñaron bien, la justicia, quiero decir. A continuación, cuando salió la noticia de mi fraude por unos bolos adeudados a Belén Esteban me fui a Ibiza a ponerme hasta el culo de tripis y a follarme un par de chonis. Era la manera de olvidarme un poco de todo, de los marrones, quiero decir).
Debido a mis problemas de justicia, inventé un alter ego con título nobiliario pasando a llamarme Chevalier de Seingalt. De lo que deviene en la sucesión de mi vida fui condecorado por el Papa Clemente XIII,  mando de los cadetes del ejército de Federio II el Grande de Prusia, escritor político en Polonia y vuelvo a ser encarcelado en Barcelona por 42 días debido  a mis escarceos con la esposa del Capitán General del Ejército allá por 1768. Regreso a Italia y visito a mi hija Leonilda en Nápoles, fruto de mi relación con la bella Lucrezia: me ahorraré los detalles de la enfermedad de gota del noble marido de mi hija y la proposición por su parte para que yo le hiciera el amor a su mujer (mi hija, lo cual él desconocía) y engendrara una criatura, de lo que obviamente desistí y me di a los affaires con las doncellas en sus correspondientes alcobas.
(Mis problemas con la justicia supusieron un declive de imágen y no tardé en recibir la patada de TereluKiko y Patiño. Fue la época en la que me seguí dedicando a hacer el ridículo.  Básicamente yo venía a ser un señor de unos cuarenta y cinco años con los pantalones al estilo cagón y una cresta al estilo punk de Coslada con los cuatro pelos que me quedaban en el occipital. A veces llevaba una espantosa sudadera de El Niño y una cadena gruesa de plata, e incluso me depilé el pecho y me hice un un tatuaje de Ganesha para descojono generalizado de mis compañeros puretas. Mi gran problema es que pensaba que no hacía el ridículo sino que yo era estereotipo de algo, el hombre seguro y moderno, en mitad de una local nocturno de chavalería caminando la pista como si la discoteca fuera mía. La gente que me conocía de la tele, me señalaba y se reía con estruendo, una mezcla de risotada etílica y de  escarnio público. Cantaba las canciones en inglés como si  me supiera la letra, y pensaba que había ligado cuando invitaba a una copa de doce euros a unas chicas que se daba media vuelta con mi copa para buscar al demandado tableta o el auténtico casanova de discoteca. Tenía eso que llaman fama ridícula y efímera, pero por muy fugaz bien pesaba lo suyo).
El los últimos años continué con mi tour de viajes. VienaBerlín, París, Dresde, y cómo no, Praga, donde tuve la  ventura de conocer a Mozart y que diera creación a la ópera Don Giovanni sobre mis romances y aventuras por Europa. Luego, no tardé en morirme de tristeza y decadencia emocional cuando me hice cargo de la biblioteca de Dux en Bohemia, donde comencé mis memorias.  «Comienzo declarando al lector que, en todo cuanto he hecho en el curso de mi vida, bueno o malo, estoy seguro de haber merecido elogios y censuras, y que, por tanto, debo creerme libre.»
(En los últimos años me sobrevino un ataque de humildad, y no me llamaban ni para un bolo en Fuentesauco, e incluso leí alguna novela facilona del estilo Sin Tetas no Hay Paraíso, y ya era muy tarde para falsificar cualquier intento de parodia a Giacomo Casanova. Entonces entendí el significado de la palabra vacío, principalmente porque me dejaba los dedos marcando los teléfonos de los productores de telecinco. Y no había nadie al otro lado).

sábado, 3 de noviembre de 2012

Madrid Fetish.-

Hay escenas tristes que son para descojonarse de risa y episodios inventados para ser cómicos que desembocan en el lloriqueo. Del primer caso, circula un vídeo en Internet que a mí me ha producido bastante risa y cierto trasfondo de pena. Se trata de Hello Kitty (una gata japonesa con cara de mazapán que genera beneficios en orden a los 250 millones de euros) y Bob Esponja (una esponja marina norteamerica del Oceano Pacífico, también millonaria, que no se parece absolutamente a nada ni a nadie por esa mezcla de simpleza y perplejidad que tiene ese alien de los mares), en fin, ambos peleándose por conseguir su pequeño distrito en la Puerta del Sol para buscarse la generación del maldito parné. 
A mí, teniendo en cuenta la cantidad de pelos que albergan estos colegas en los huevos y la cantidad de litros de Mahou con arepas al son del reggaeton que se habrán mamado, el hecho de que dos adultos se vistan así porque sí de dibujos animados me produce bastante grima, y solo lo justificaría una situación de miseria o necesidad extrema. Valga en la intimidad, como entelequia sexual, o bien para salvaguardar el berrinche de un niño monstruoso en una habitación infantil, pero caray, en pleno centro de Madrid darse de hostias disfrazados de dibujos animados viene a ser un acto vergonzoso, aunque no negaré que ahí los tienen los dos bien puestos en mitad del bochorno. Y que representan la lucha de poder, el Capitalismo, el usufructo de la propiedad privada sobre el capital, como medio de producción, es decir el derecho real a gozar de esa cosa ajena que son unos cuantos metros cuadrados de la Puerta del Sol.
Siguiendo con este Madrid Fetish de los domingos que caminan a la Navidad, supongo que habrán visto ustedes a las familias de las pelucas verdes y las caretas grotescas, a los proxenetas disfrazados de Cristiano Ronaldo, a los toreros, a la gente de barro y como no a las cabras más horribles del universo, que sienten taquicardias al son metálico de la moneda. Desconzoco si las han visto, pero escondidas en las cabras, verán ustedes (no sé como decirlo) la oposición frontal a los canones de belleza del siglo XXI, unas gitanas más feas que la bulimia, ciertamente aterradoras y ciertamente representantes de la miseria, buscándose la vida, y esa carencia de dignidad que tiene todo lo que se esconde posiblemente detrás del hampa rumana. Pues así con todo, vendrá la familia con el niño desde Albacete en el puente de la Constitución a depositar unos euros para agitar los espasmos, el tintineo de la cabra. Las cabras no son muy bonitas, ni siquiera Bob Esponja es mínimamente atractivo, pero vienen a ser la tele de la calle, la derrota del sistema cultural. Así que yo, que voy de guay para la tele en la calle, me pongo en Preciados a mirar aquel cuarteto maravilloso de músicos rumanos y polacos, buscando algún resquicio de esperanza. El resto del teatro también lo miro, como Ignatius Really, por muy deplorable que sea, no puedo dejar de mirar, esa mezcla de vergüenza ajena y placer. Algo sí que mola, claro.