viernes, 30 de septiembre de 2011

Cómo Joder la Vida Gratuitamente.-



Seguro que la impertinencia ha formado parte de sus vidas. En caso contrario, si han vivido en un mundo sin imprudencias, felicitaciones a su vida de flemática felicidad. Por descontado la segunda opción es imposible. Piensen en un hombre hablando inoportunamente de su pareja. Piensen en una exposición pública de las palabras. Valgan estas expresiones: Ésta lo que tiene que hacer es comer menos bollos y ponerse las pilas. Déjate de chorradas con las uñas y la peluquería, y atiende más a esos salvajes que tenemos por hijos. A Sarita se le va acabando el sex appeal ¿Crueldad innecesaria? Me temo que sí. ¿Estamos ante un hombre del Megalítico, tosco, ramplón, o un incontinente de mierda? Posiblemente sí. O no. Podría ser Antonio Banderas en Vanity Fair. Primera perla: Melanie lleva tres años maravillosos y doce sin probar una copa. En paralelo, en la portada, unas intenciones de apología al hombre culto, madurito pero interesante. Ella, en actitud frívola y juguetona. Insisto, veo a Banderas partiendo el bacalao, porque así lo ha querido Vanity. Pero imprudente. Es decir, mi mujer ha sido una borracha del copón, y yo le llevo la cuenta, que ya no es alcohólica perdida, que lo sepan, pero que quede claro, cuando yo la encontré, andaba todo el día mamada. A mí no deja de parecerme una exhibición descarnada fruto de un mal día o una mala follá. No obstante, le debió parecer de poca impronta su J'accuse, y le dio por otro lado. Tuvimos problemas, ella tenía problemas que debía resolver. Lo hizo, y está trabajando de nuevo en ello. Así que estoy muy feliz. Ahora se acepta por completo. Tiene 54 años y no va a volver a ser la chica sexy nunca más, pero a ella también le gusta eso. Tuvo adicción a las pastillas, pero de eso hace ya tres años,... ah y que tenía el bolso lleno de pastillas de colores. Ahí va, la hostia. Más o menos, estaba buena, pero ya no hay quien la toque, no sé como explicarte, va ganando flacidez. Aprovecharé para darme un par de notas afectadas: digo yo que tampoco es tan determinante la edad, para que a una mujer se le abandonen los brillos, pero será verdad que si tienes a un colega hablando en la dirección anterior, el tema está chungo, y no se va poner la Griffith al estilo jugosa y chispeante. Porque nadie puede brillar con esas declaraciones. Más bien, hunden a cualquiera. Imagino que conocen a Demi Moore, Isabella Rossellini y Anette Bening, y que tienen amigas con más de cincuenta, que se sienten y son sexies. 
Pues ya ven, también hay viejas pellejas, yonkies de la píldora, alcohólicas y cincuentonas acabadas. O así lo quiere Banderas. No sé, por un instante, me imagino a Melanie bebiéndose el Fairy y esnifando Calgonit. Qué panorama. 




miércoles, 28 de septiembre de 2011

Jesucristo Como un Boxeador Gay.-


Jesucristo, el sentido más exaltado y ferviente del hijo de Dios, ha sido un proyecto vehemente de los más ricos del planeta y de los más pobres de los diferentes culos del mundo, entendiendo que el ano planetario puede estar en Nueva York y en Mogadiscio. Jesucristo es Berlusconi y un miserable pescador del océano índico, primera opción para salvar el infierno y segunda para buscar un sitio más amable que el cuerno de África, y porqué no, evitar el abismo de Belcebú, aunque hayas vivido muchos años las tinieblas de Somalia. Lo cual, manda huevos, también. Ahora quieren planificarlo sobre la comunidad homosexual o simplemente hacer un homenaje a aquel karateka disfrazado de actor, llamado Chuck Norris. La última proyección artística de Jesús de Nazaret  nos desorienta entre un boxeador gay y un Norris con cuarenta años menos, contracultural y hippy, que va de líder, es guapo y está bueno como un adonis. O entre Sandokan, Kurt Cobain y un Luis Mariñas treintañero. Está cuadrado y es líder, en definitiva esas son las premisas del artista Stephen Sawyer. Un gran Jesús en el mundo de la apariencia universal, que se haga atractivo a los corruptos jóvenes que abarcan el mundo y no pisan una iglesia ni a tiros. Un carpintero cool, que fabrica armarios de salida, un acróbata de circo, para atrapar sensibilidades, me parece. Y es legítimo, claro.

jueves, 22 de septiembre de 2011

La Mujer y el Hombre Completo.-





Recuerdo de mi adolescencia a un chaval que tenía la exclusividad de ligarse a todas las tías buenas de la playa. Daban ganas de darle dos hostias. Era vanidoso, tan insultantemente guapo que yo creo era feo, fardón y frívolo, como todo donjuán de chichinabo que se precie. O tal vez, le contemplábamos así, por la pura envidia que nos corroía. Pelusa, pero de la chunga, me refiero. De tanta acotación del territorio femenino, y tanto dominio concedido a su feudo de follador del reino de Astaroth. Luego, inmerso en esa metafísica camaleónica que es la adolescencia, el tipo sé hizo hippy, y amplió su mercado. No solamente se seguiría liando con su escuadrón nacional de pijas, sino que ahora daba cabida a  una contracultura pacifista de ninfas comuneras que subvencionaban su presencia con afectos, cerveza y marihuana. Más tarde le perdí la pista, y desconozco si fue asesinado por algún Bob Marley contrariado, le hicieron un harakiri rastafari, o ya no le quedaban orificios sin explorar, y puso pies en polvorosa. Todo a cuento de que el otro día escuché a una mujer decir que le gustaban los hombres completos, y me acordé de este vaina, y me empezaron a llegar especulaciones. No entendí muy bien ese concepto de la integridad, si se refería a que el varón en cuestión estuviera entero, sin amputaciones y con dos orejas y un pene, o si se refería a un arquetipo de Charlie Sheen en su buena época, cuando era guapo y no disparaba a las chicas ni cogía esas borracheras kafkianas. En cualquier caso, no me parece la mejor opción, el hombre completo. Cuando yo jugaba en el Mercado La Nuit, aquello no era la liga de los hombres extraordinarios, ni había mucha gente completa. No me importaba que una mujer fuera especialmente inteligente. Incluso, tal vez prefería que no lo fuera. Con que estuviera entera, fuera humana y tuviera algo, como dicen por ahí, me valía. Seamos banales, y busquemos la fútil estética, algo que la hiciera bonita. Quiero decir: hablemos de belleza. Cuanta correlación entre el hambre, alcohol, instintos y venganza. Me temo que si agitas este cóctel y te lo bebes al estilo vehemente de la madrugada, puedes acabar en la cama con Carmen de Mairena, todo en el contexto de esta fauna donde las mujeres lo quieren todo y los hombres se conforman con los restos y con una cama caliente. Por eso si no eres guapo, rico y buen jugador, como Cristiano Ronaldo, o el rey de Astaroth, seguirás persiguiendo a las mujeres en esta vida de planteamientos globales, donde la homosexualidad amortigua la competencia y las mujeres sienten el acecho de los hombres maniobrando torpemente el ataque. Por supuesto, hay mujeres que no buscan un hombre perfecto, sino un perfecto gilipollas, que es lo que venimos a ser el 95% de la población. Dame pan, y llámame tonto. El hombre completo es una farsa, créanlo, porque entre otras cosas, siempre han existido insufribles ciclos del ser humano. O aquello de Kipling, la intuición de una mujer es más precisa que la certeza de un hombre. Tampoco estaba inventado nada. Pues eso.



lunes, 19 de septiembre de 2011

Mundo Abyecto.-

Era Pink Floyd, sí, aquello de hay alguien dentro de mi cabeza, pero no soy yo. A mí me ocurre a veces, con esa nostalgia que viene a derrotar a la memoria, o mejor dicho, a abatirnos directamente en ese foco de las entrañas donde se trama la vida. A veces recuerdo cosas, y las siento con efectos narcóticos. A veces recuerdo cosas y veo difusa una vida que es ex-vida y que me viene con síntomas alucinatorios. No reconozco a la gente, ni siquiera a mí mismo. Supongo que es una especie de seísmo neuronal, con esa realidad deformada que viene a ser el pasado. Aquel naufragio de vivos y muertos que deambularon por aquel océano que un día fue tu vida. Pues esos psicodélicos del rock progresivo tenían razón. En tu cabeza hay un forastero que te utiliza de conejillo de indias y experimenta con tu vida. En fin, en la cabeza de aquel loco también. Todo viene a cuento de que el domingo estuve en Casa Mingo. Era mi primera vez en ese templo del pollo asado y la sidra. El sitio tiene cierto encanto castizo, incluso bastante hechizo, mucha barrica, mucha madera y mucha botella vieja, y la comida, pues que quieren que les diga, a mí donde esté un frango churrasco portugués del Alentejo, evítame un pollo minguero. Pero eso es lo de menos. Apareció por allí un majara gritando: sois todos unos hijos de la gran puta, o me matan, o mato. Literal. Una paranoia que ni Bardem en Perlita Durango. Patadas a la gente, cristales rotos, golpes a los coches que atravesaban el Paseo de la Florida, amenazas de muerte a unos chinos, a unos bomberos que reparaban unas tuberías, a una heladera en su tinglado de frigo. Luego, lo de siempre, llegó la poli y el samur, porque el tipo se había autolesionado con un pincho. Y lo redujeron, como si en vez de un hombre estuvieran aplacando a aquella masa verde que llamaban Hulk. A tomar por culo, el marketing de coca-cola: el ser humano es extraordinario
El mundo es alucinante porque camina hacia la imperfección gracias a la demencia psicopática y a la codicia burocrática. Mañana el periódico puede decir que la Agrupación Nazi de Restauración Aria arrasa en las elecciones de Austria, y que su lema Blood And Honour se ha convertido en bakalao destroyer hitleriano. Mañana, podemos irnos a dar un paseo por el parque más abyecto de la sensibilidad moderna, y podemos ver niñas de cinco años violadas, hermosas sirenas de la heroína, locos dispuestos a joderte la vida en el Paseo de la Florida, políticos gordos fumando puros y gente más sola que la una. Como dijo en cierta ocasión mi admirado F.B.R.: el género humano camina unánimemente hacia la perfección; sí, por los cojones.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Love And Inventions.-


Un día de la primavera de Madrid me encontré con Alicia en la Gran Vía. Estaba besándose con una mansedumbre que le desconocía, con un tipo parecido a Val Kilmer, pero en enano. Me vio de reojo y me saludó con una indiferencia difusa, que era una especie de desdén provocador. Mira como me lo monto con mi retaco de dientes bonitos, para que veas, o algo así. La saludé y en ese momento intuí que no la vería por el resto de mis días. So is love, de compartir la misma cama a estar lejos y salpicados en una ciudad y  ver los previos de un polvo con un saltimbanqui cariñoso.  Supongo que el corazón me dio unas cuantas vueltas, porque a nadie le gusta ver a una antigua novia del brazo de un repulsivo Val Kilmer y porque en ese momento la recordé con una melancolía embarazosa, e idealicé sus ojos, que tal vez más que ojos, eran luces redondas, e idealicé sus tetas, que tal vez más que tetas, eran bóvedas, como si en vez de novia hubiera tenido un semáforo o una ermita. Pues eso, el amor en su componente volátil y épico es un tipo echando babas y una tipa besando en slow, con el agravante de que creen estar inventando el amor, el amor universal, con sus venenos, con sus suicidios y sus acantilados, con su Shakespeare, con su mitología griega y su Eros, con su ying, con su yang, y con sus princesas muertas. Lo difícil no es inventar el amor, sino proyectarlo, me parece. En fin, ya saben, un paranoico que sueña al estilo Gregor Samsa, un borracho coplero, un alérgico al agua, unos frascos de pastillas de colores, un pasado escondido, una neurosis acojonante. Esas cosas de poner pies en polvorosa. Por eso el amor es una apariencia, un espejo en el mismo lugar que refleja imágenes diferentes y en el que de repente aparece un intruso. Y el mercado está lleno de amores potenciales, dispuestos a reinventar aquella gloria que se toma en la carretera del fracaso.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

No podemos creerlo.-


La vida es una farsa que fue desenmascarando Sigmund Freud, aquel tipo que se sacaba de la manga las afecciones psíquicas y vino a decir que todos podíamos ser obsesos sexuales y perfectos psicópatas, aquel maldito potenciador de la condición humana, que derivaba a una categoría Hanníbal Lecter al tímido coleccionista de maquetas de barcos. No sé, imagino que ustedes leen los periódicos, y por tanto, tampoco hace falta recurso de cine y psicoanálisis, para descubrir el Chaperón. Abran un diario: un hombre saca una recortada en el rellano de la escalera de su finca y asesina a balazos a cuatro viejas,  a continuación exclama oh , Dios, da un alarido de funeral de gitanos y se revienta la sien. Luego aparecen los periodistas de sucesos, esos carroñeros aficionados a la curiosidad científica y la desgracia humana, y empiezan a preguntar. No trato de establecer una ley universal, pero sí que hay resolución masiva entre el vecindario.  Ayer mismo le saludé, bajaba con su perro, y tan normal, me dijo que se iba de vacaciones a  Cangas de Onís. Educado, correcto, era muy madridista. Qué hombre tan ocurrente, qué ironía tan británica, tenía un humor excepcional, se parecía mucho a Ricky Gervais . No lo podemos creer. Sí, así es, nadie lo cree, nadie imagina la tragedia en dimensión neurosis psicopáticafreudiana, y de repente, pasa. De pronto, el cohibido papanatas del segundo, con cara de cordero degollado, piensa que el mundo se está riendo de él, y posiblemente tenga razón, y mata, con ese odio fabricado en las entrañas y en su retrato interior. No lo podemos creer. No es tan difícil: en las tripas se cuece todo, se va forjando el rencor, una úlcera de alma, un cáncer freudiano, y un buen día revienta el obturador del resentimiento. Y nadie lo cree. No sé, acuérdense de Charles Manson, y la pobre Sharon Tate, por ejemplo.

sábado, 10 de septiembre de 2011

En Ocasiones Veo Freaks.-



Lo confieso: a veces veo Sálvame. Como dije en una ocasión, hay algo que me atrapa de la telemierda, algo al estilo Ignatius Reilly, que despotricaba de aquellos niños que querían ser cantantes, pero no apartaba la vista de aquel engendro grotesco que daban en una tele americana de los años sesenta. Pues parecido. Verán, a eso de las cuatro y cuarto, poco antes de volver al trabajo, me trago quince minutos. Háganlo, comprenderán que son gente honorable (ustedes) , íntegra y pudiera ser que insobornable. Verán, a eso de las doce y media de la noche, cuando vuelven de tomarse unas cañas en esos veladores pesudoneoyorquinos que tienen nuestras plazoletas del siglo XVIII, enciendan la tele, pulsen la tecla número cinco y comprenderán que las maneras de manipular la tragedia pueden dar mucha risa, y verán qué bien se mercantiliza el drama y como se cotiza. Verán, ustedes son íntegros, pero morbosos. Pero les gusta reírse. ¿No? No tengan pudores, veánlo. El formato es de lo más curioso: lo llaman telebasura. ¿Quién no quiere ver a quince imbéciles gritándose, peleando, acosándose y destapando los trapos más sucios de la cochambre? No tiene precio, pura adrenalina. ¿Para qué quieren ver a esos cursis de Dragó y Garci en esas tertulias donde los escritores van a chuparse las pollas? O hacer la gracieta de turno: los escritores no leemos los libros de nuestros colegas, para qué. Malditos intelectuales afrancesados que hablan para que no les entienda nadie, estupendos y trascendentales. Venga ya hombre, a tomar por culo, si Hemingway regresara sacaría una recortada en medio del plató. Seguro que le interesaba más la tragicomedia humana mercantilizada, que es como llamamos los juntaletras de chichinabo al Sálvame. Queremos carne, déjame ya de culturita y pose franco-erudita.  Déjame ver como despiezan a ese pelele de Víctor Sandoval, un gay muy maricona mala que tuvo una ruptura de ésas que son como un maremoto de odio, de te parto la vida y te hundo, perra. Déjame ver como la princesa del pueblo ríe con esa malicia de carabanchelera retorcida, en el sentido estético y capital, que despelleje al Jesulín y la Campa. ¿Me entiendes? Vale. Dame la carnaza de Jimmy llamando cornudo a Pipi, y llegando a las manos, al cuello, quiero decir. Qué avances. De los folletines de Dumas a la parodia de los monstruos. Dónde va a parar. Bueno, yo solo quería decirles que se aparten de esta heroína del esperpento, y que lean a Fitzgerald, y a Fernando Vallejo, y a Bolaño, y a Zweig, y a John Fante, y que traten de ponerse estupendos viendo las tertulias de los escritores libándose unos a otros. Yo me estoy quitando del caballo. Juro que ayer solo duré tres minutos con el enano Vázquez y la maruja Rosa Benito. Avances.




jueves, 8 de septiembre de 2011

La Luz del Túnel.-


Yo nunca he visto la luz al final de túnel de los moribundos, principalmente porque no se me ha presentado el trance, ni se me ha pasado la vida en cortometraje flash-back, en los previos del tránsito a la morgue, es decir ver a mamá sacando fuerzas en el parto vaginal espontáneo que me trajo a la vida, ver a mamá peinándome y secándome el pelo con vehemencia, ver a papá nadando en aquel mar de aquella playa del sur, ver a César hablando con la c porque vivimos una temporada en Andalucía, ver a Julio coleccionando las monedas que nos traía nuestro tío reportero de Informe Semanal de sus viajes por el mundo, y ver a María en aquella gélida Salamanca del 2000, cuando nos lo bebimos todo,  se nos hizo de día y una tragedia consumada se deslizó hacia un amor efervescente. Pues eso, capítulos de la retina de toda una vida. No, no he visto los ciclos de toda  una existencia en los precedentes de la muerte, pero pienso cada día de mi mísera y decente supervivencia en la posibilidad de que un día me vaya a buscar las tablas de por vida, y apaga y vámonos. Y que hay formas de muerte, donde no se ve un carajo, ni antes, ni después. Y que hay formas fortuitas de salvar la vida. No sé si me entienden. Imaginen que caminan por San Bernardo con una caja de pastas y una botella de vino, y se cruzan con un comercial del Círculo de Lectores, con esa pose tan detestable, y tan llena de plástico, y aprovechan un par de segundos para mandarles al carajo con una negativa psicopática. Acto seguido, pierden cinco segundos en tratar de reconocer un culo bamboleante y una melena de exuberante negrura. Parada en seco, y retroceso a aquellos andares y a aquel culo nervioso, para dar cuenta del error. No era esa antigua novia. De pronto, en la confluencia de Alberto Aguilera, unos siete segundos más tarde, un Opel Astra tuneado hasta las trancas se arrastra por Madrid como un bólido grosero mamado de gasolina y cubatas, y se pasa por el forro del carburador el muñeco verde. Derriba mortalmente a un peatón. No creo que viera más allá del pánico, y la luz del túnel, pero turbia y siniestra.  En fin, a veces siete segundos bastan para beberse el vino y comerse las pastas, y el túnel se puede ver cada día, incluido el destello de toda una vida, al contraluz de una copa, por ejemplo.

martes, 6 de septiembre de 2011

La Conjura de los Necios.-



Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificársele por este signo: todos los necios conjuran contra él. Jonathan Swift.
Hablar de los muertos siempre ha estado de moda y esa evidencia o axioma de alzarlos a la gloria, una vez expuesto el fiambre ha sido una constante de los tiempos, más o menos desde que Salgari se hiciera un harakiri hasta que Sylvia Plath metiera la cabeza en el horno. Y empezamos a fabricar el mito. Si hablamos de John Kennedy Toole, más de lo mismo, salvo que ni el autor tuvo recorrido novelístico , ni era un niñato pretencioso buscando dolor y cierta reputación post-mortem, en la medida que tuviera una mínima similitud con Ignatius Reilly. Y claro que la tenía. La Conjura de los Necios es una novela cojonuda, curioso que sea una novela de humor, y a veces de carcajada bruta. Y que a la vez sea tan, tan triste. Y a veces de tristeza bestial. A priori, uno no se mata, después de tanta hilaridad, pero en fin, lo dicho, paralelos de mandíbula batiente y lágrimas de puta vida. Pues eso, premio Pulitzer, novela del año en Francia, y un autor que no se coscó y buscó las tablas huérfano de reconocimiento. Aquella Nueva Orleans de los negros, del jazz, de las camareras y la pérfida y la honorable gente a la par que desgraciada, entre decadente, patética, y permítanme la cursilería, amorosa. Aquella plantación de vanidades y petulancias en la vida que uno quiera inventarse. Reilly es el típico hombre que oye voces disonantes a sus anchas espaldas, ese tipo con cara de culpable de degollar corderitas para la carnicería, aquél con hedor en el aliento y aspecto desaliñado,  el señalado que esconde en el abandono una inteligencia suprema, redentor del repugnante mundo que tanto detesta y comerciante de la miseria humana, una especie de Dante sufriendo con la complicidad del sarcasmo el infierno de la vida en una ciudad norteamericana que parece mediterránea. Aquellas tinieblas, ese abismo del contestatario, perfectamente apto para la infelicidad, por otra parte, tremendo ocurrente y sagaz, términos tan ligados al conocimiento de la dura realidad. De la tristeza. Ese cristal demasiado lúcido. Más drama que tragedia, congéneres ganas de reír y llorar, desternillante en el primer caso, de puta pena en el segundo. Una novela envolvente del propio drama de Toole, asfixiado en Missisipi con el tubo de escape de su coche. Y adivinar a Ignatius es penetrar en su autor, conocer sin más, y con letras versales el cosmos de la tragicomedia humana. No desvelo trama argumental, solo expongo una palabra: esencial.








viernes, 2 de septiembre de 2011

Septiembre.-


Septiembre es un mes raro. Pero no es una rareza bonita, sino más bien una extravagancia grosera. Un mes borde, malcarado y justiciero, porque ahí va el número nueve, a ajustarte las cuentas, una vez has terminado esa gran farra con el ocho. Septiembre tiene brisas , calores moderados, noches suaves, gente morena, y podría estar bien, podría ser un mes con cierto gancho si Agosto no fuera tan golfo, pero tiene una resaca tremenda, de treinta días, nada menos. De la mala. No es que me cueste en exceso la transición  del estado vacacional al retorno al trabajo. No, no especialmente, el miedo está arraigado como consecuencia de la bacanal de su precedente. Si Agosto produjera otras cosas diferentes a paellas, gin-tonics, cervezas, pastillas de colores, chiringuitos, vuelos baratos y ferias de pueblo, no sería tan grave el problema, y hasta podríamos vivir un septembre chaud, pero es tan árido y estéril, que el regreso tras la parranda y el parón, es una tremenda putada de noches en vela y gente en pelotas, metafóricamente hablando. Y llegan huracanes, y niños tristes, y una liga de dos colosos engreídos frente a dieciocho equipos de fútbol, y campaña electoral. Vaya panorama. Aquello de http://janpath-broadway.blogspot.com/2011/05/la-gran-resaca.html. Me pregunto que sería en septiembre de Chanquete y el abuelo de la Casa Tarradellas. Seguro que ellos sí se lo gozarían.