sábado, 19 de febrero de 2011

Un Mercader en el Dirty Dick´s.-



He vuelto a Londres, tras diez años de ausencia y otro equipaje de vida a las espaldas. No obstante, aspectos esenciales de mi personalidad no se han corrompido, y por tanto no me desmerecen frente a mis afines. Me siguen gustando tanto como diez años atrás los mercados, los parques y los pubs, tres razones fértiles entre los británicos, sobre todo la última, para seguir viviendo. Por lo demás ni he ido a la Tate Modern a ver utopía y abstracción, ni al British Museum a ver la Piedra de  Rosetta, ni he visto un ápice del Big Ben, ni he cruzado el Tower Bridge. Me  he pasado la estancia entre mercados, pubs, restaurantes indios y algunas visitas a amigos. En cualidad de mercader, y en relación a mis intereses comerciales, puedo decir bien alto y claro que apenas me alargué media hora en Camden Town y veinte minutos en Covent Garden, ambos, lonjas de la globalización y la fatigosa libra. Mis inclinaciones mercantiles, en dirección opuesta a los mercados precedentes, dilataron mis horas allá por Notting Hill, Spitefields y Liverpool Street. Me reservo dar   argumentos, ubicaciones exactas, show-rooms y  características de la mercadería, por si algún perspicaz ser de la competencia hubiera hecho click en este post. Me arrimo al ascua del comercio y aprovecho para que veas esto: http://www.divisa-shop.com/divisa/alternativa2/divisa.html . No obstante, tratamos en mayor medida con franceses y nórdicos, más próximos a nuestras afinidades y nuestro zoom mercader (adoro esa palabra, mercader, mercader, mercader...). En éstas andaba yo por Liverpool Street rastreando algo que no me diera París, cuando me encontré - lastima que fuera tarde y  tuviera que tomar el tren de Victoria Station que me devolviera a Gatwick para volar de vuelta a Madrid - con el Dirty Dick´s, y sentí el deseo implacable de atravesar la puerta y beber una pinta de Bombardier. Una pub con una historia de esta naturaleza no deja de ser curioso. Cuenta la leyenda que había en Londres un ferretero, de nombre Nathaniel Bentley, con un comercio en Leadenhall Street. La tragedia, esa cosa viscosa que huele a pescado podrido, se le presentó a traición, su connatural manera, precisamente la noche previa a su boda. La prometida se murió, y Bentley quedó esclavizado de la más grave de las tristezas, con el nudo en la garganta perpetuo y preso de la suciedad y la desidia. Roto de dolor, cerró para siempre la sala donde iba a celebrarse el guateque. La amargura le fue llevando al desaliño y se fue transformando en un homeless con techo, un indigente con posibles. Cosa rara. El jabón y la ropa limpia dejaron de existir, e incluso cuando sus gatos morían los dejaba por allí, muertos, directos a la putrefacción. Es tal la dimensión dickensiana del suceso, que aventura otra leyenda, la inspiración en Bentley para crear a la señora Haversham, de la novela Grandes Esperanzas. Cualquiera sabe.
Por otra parte, sabido que en rarezas y extravagancias Inglaterra ganaría unas olimpiadas, la tienda del desgraciado Nathaniel fue invadida por los amantes de lo excéntrico, y el negocio prosperó en mitad de la mierda y la fatalidad. Un hombre rico,  indigente, sucio,  gatos muertos, mugre y ganancias. Cuando el viejo Bentley se retiró a morirse definitivamente, el propietario de la taberna Old Port VWine, previsor del pump business, compró todas las chapuzas, aceros oxidados y gatos muertos, y reconvirtió su local con toda la inmunda materia prima y los cadáveres de los ásperos mamíferos. Nacía para el mundo, el pub Dirty Dick´s, decorado con los escombros de la desgracia. 
Un mercader cruzó la puerta cual si le fuera la vida en una pinta de cerveza tostada, y preguntó por el precio de un gato muerto. Otro capítulo. Próximamente.

3 comentarios:

  1. La foto exterior del pub invita a entrar, tu descripción y el gato disecado de la foto interior a huir.
    Tito

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  2. Blog suuuuppper interesante, algo bueno en la red

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  3. Tito, los gatos, si hubiera, murieron en el siglo XIX. No huelen. Merci

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