Un día apareció en mitad del silencio de los asteroides y dedicó su vida a amar a las estrellas y contemplar los brillos de las partículas desplegadas y las intermitencias. Fumar marihuana y contemplar aquello era relax en su máxima expresión. De vez en cuando follaba con alguna alienígena de un planeta vecino, y cuando estaba hasta los cojones, se volvía a su rutina espacial de contemplación. No obstante, no se le derramó ningún efecto de enamoramiento. El sexo era otra cosa, y el amor, para las estrellas, sobre todo para una, la más bella, que le rodeó sinuosa, con destellos azul cobalto. Hostias, cómo mola, se dijo, cuando se lo cuente a mi padre, el rey, flipará. Intentó acariciarla, pero se deslizaba entre los dedos sin dejarse atrapar. Qué cabrona.
- Coño, te puedes estar quieta - le ordenó.
Pero la estrella se pasaba la orden por el forro de su esfera de plasma.
- Es que no has aprendido que aquí siempre es: lo que a mí me salga de lo cojones.
La estrella huyó despavorida asistida por todo el sistema estelar de las inmediaciones.
El tipo se bajó a Mallorca a joder el planeta
jooooooooooooooojjjjjjjjoooooooooojoooooooooooooooo, si es k hasta el exceso de porros tiene efectos secundarios. Me gustó el texto romanti-loco.
ResponderEliminarBesos
jajajjaa, buenísimooooo
ResponderEliminarVaya con el colega, qué peligro, Jeza, huyamos... jajaja
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