viernes, 14 de enero de 2011

El Velatorio de Internet.-


El otro día lo comentaba con un amigo: ya no hay velatorios como los de antes, ni a los muertos se les despide de la misma forma. Con rosquillas, anís, plañideras, rosas, cirios y hombres  fumando en la puerta de la casa del difunto, aquellos escenarios que parecían un teatro con tanta butaca roja y tanta silla de por medio frente a la caja abierta de un muerto. Luego, entraba un cura gordo de charla amable y le ponían una copa de coñac. De chaval, estuve en un par de ellos, y recuerdo que además, olía bien, a flores y a dulce, y unos viejos me ofrecían un orujo, del que inevitablemente renegaba. Ahora a uno se le puede velar por internet, y se le rinde la última visita en unos pavorosos edificios de hormigón en mitad de unas autovías enrevesadas, unos edificios que parecen bunkers, y tienen pantallas con el nombre de aquél que se fue a buscar las tablas y el número de sala donde yace, antes de que lo metan en un horno o le asignen un jodido nicho, que ni por asomo parecerá una tumba del Pere Lachoise o del cementerio de Stanmore. Lo peor de todo, es que en paralelo al tanatorio de la M-30 tenemos a Facebook, el velatorio universal, el gran obituario del siglo XXI fabricado con mensajes mal redactados (k putada lo d tu abuela, staréis jodi2) y con fotos de muertos de nuestro entorno o célebres, Saramago, Kurt Cobain, Alexander Mcqueen, Delibes o Torrebruno. Hace unos días vi a uno de mis contactos de facebook perfilado con una foto de Enrique Morente y un crespón negro de pajarita anudado al cuello del cantaor. De inmediato supe que la había palmado, no me hizo falta abrir el periódico. Qué moda tan cargante, pensé. La muerte elevada a la categoría de moda, que hace cambiar la fotito de Iniesta o de Casillas por la del último ídolo caído.  ¿Y cuándo maten a Facebook? ¿Qué lugares quedarán para velar? Me temo lo peor. Buscaremos la condolencia en la tecla del Google.

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