lunes, 6 de diciembre de 2010

Zafios.-




A veces me dan ganas de emigrar. De mandarlo todo al carajo. ¿Dónde iría? No lo sé, un lugar donde me aseguren que hay un nivel ínfimo de zafios por metro cuadrado. Algún pueblo de Suiza, una aldea costera escocesa, o algún rincón de la Polinesia. Posiblemente. A Tailandia ni loco, no fuera a encontrarme con el hermano del calvo. Vamos al grano, empecemos por  la RAE. Zafio: Grosero o tosco en sus modales o falto de tacto en su comportamiento. Sigamos por la tele. Lo de las televisiones es un punto y aparte, ni siquiera Italia, con uno de los presidentes más zafios y horteras del mundo adquiere los niveles tan cutres de nuestra tele. Hemos visto payasos (con perdón de los payasos) en calzoncillos mostrando los michelines y palpando sus testículos, periodistas de tercera con las tetas fuera remojándose en una piscina, fieles defensores del onanismo haciendo gestos con sus cinco dedos y sobándose el miembro, acusaciones públicas de impotencia y pene pequeño. Y mucho más durante muchos años. Ahora cierta gente se asusta, se rasga las vestiduras y se ofende, cuando el político y el periodista van de  zafios. Al menos le dan más gracia y un poco de lírica al asunto, no como los retrasados mentales precedentes (con perdón a los deficientes mentales). El tema del  alcalde de Valladolid al lado de un individuo Gran Hermano, tiene poca importancia. El pepero de Pucela imagina cosas inefables con los morros de Leire Pajín. El calvo de Sálvame habría ido directamente a la mamada y la princesa de San Blas habría gritado cualquier ordinariez a su adversario pero jamás podría pronunciar la palabra inefable. Un tipo con cara de sucio habla de "chochitos rosáceos" de las jovencitas a las que no les huele todavía a ácido úrico, al tipo le privan, pero con esa cara no los cata ni pagando. Y con los chuzos de chabacanería que han llovido estos años, alguien me explica donde está la sorpresa. Luego aparece Dragó: "no eran unas lolitas cualesquiera, sino de esas que se visten como zorritas, con los labios pintados, carmín, rimel, tacones, minifalda...Tendrían unos trece años. Subí con ellas y las muy putas se pusieron a turnarse. Mientras una se iba al váter, la otra se me traginaba". Bien para saber que la pedofilia no solo la acaparaban los curas, también hay escritores antediluvianos y articulistas chungos, que no inventan nada, por mucha literatura que se le quiera añadir al asunto. No obstante, qué poca entidad de polémica, cuando se llevan muchos años hablando del tamaño de los penes, de la cocaína (el presentador enano  llama a su programa la narcosala), de las penetraciones y de los orificios, de las pistolas, de las palizas, de los niños, de las velas negras, de los esclavos sexuales, de las orgías, de la viagra y de los muertos. Y todo bien soez y grosero de verbo. Insuperable. No es tan importante por tanto que dos o tres tipos que nada tienen que ver con el reality show se contagien de la porquería, y anuncien sus bobadas públicamente, cuando aquí el Estado ha permitido todos los sedimentos de los late night y la carroña de la tarde. No obstante, como ventaja, sabemos que el modo de empleo y las palabras utilizadas clarifican nuestras posturas. Blanco y en botella. Vemos al malsano, al machista, al cruel, al vengador, al fascista, al racista, al gañan. Al zafio. Si todos hablaran igual, estaríamos vendidos frente al impostor. La zafiedad también entiende de clases.

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