miércoles, 1 de diciembre de 2010

2666. Roberto Bolaño.-



2666 - Roberto Bolaño (Ed. Anagrama)


1. LA NOVELA...

Más de 1000 páginas dan para mucho. Intentaré resumir en la medida de lo posible. La novela arranca con cuatro profesores de literatura absorbidos y flipados por la obra del enigmático escritor Benno Von Archimboldi, candidato al Nobel. Unos son del Atleti y otros son de Von Archimboldi.  Fanáticos, no le pierden la pista, como si no hubiera más escritores en el mundo. Las vidas de los profesores se desarrollan entre congresos, conferencias, universidades y estudios de las obras archimboldianas, pero a su vez ha lugar a tramas amorosas con sus consiguientes búsquedas de sexo. Norton está sumamente implicada en los líos de cama, pero aún es mayor su afán en la incesante búsqueda de Archimboldi, y siguiendo los pasos del candidato a Nobel, los profesores llegan a una de las ciudades más terribles del mundo, donde el infierno forma parte del paisaje cotidiano, Santa Teresa, la ciudad  de la muerte temprana, de la violación y del asesinato. Alguien fundó un ejército satánico. En algún momento aparecerá Archimboldi... Y Bolaño irá aportando soluciones...


2.  LAS PARTES...



El gran Bolaño supo en el lecho de muerte que se estaba haciendo famoso y que vendería novelas como rosquillas, se lo oí el otro día a Jesús Ferrero, y creo que tenía razón. Una vez más, el gran mito del autor póstumo. Eran las intenciones de Bolaño que las cinco partes de la novela se publicaran por separado  y salieran a la luz periódicamente, pero Jorge Herralde al igual que Max Broud con Kafka, se lo pasó por el forro, decidiendo en atención al "respeto al valor literario de la obra" publicar la novela en un único volumen. Daba igual, la novela no tiene porque leerse desde la página uno, puedes empezar por Archimboldi y acabar con Los críticos, y ahorrarte la lectura de muchas páginas de Los Crímenes,  a mi modo de ver, una crónica exorbitante y extremadamente sincera de la violación.  Duele mucho.

La parte de los críticos
La parte de Amalfitano
La parte de Fate
La parte de los crímenes
La parte de Archimboldi 

Bolaño escribe bien, de principio a fin, porque se dejaba los ojos en los papeles y porque tenía talento. Mucho. Escribe bien, aunque hay partes de la obra que me han fascinado y otras no tanto, si bien uno es consciente en todo el desarrollo de la novela de que tiene algo bueno, de mucha calidad entre las manos. Es jamón ibérico de bellota, y uno lo  sabe, aunque no siempre lo saborea de la mejor manera, a veces no le saca partido, pero sigue sabiendo que es pata negra, ibérico del bueno. Vamos a ello. 

La primera, La Parte de los Críticos, bien, de sexo, arte, literatura, universidades y congresos, amena y reflexiva, movidas de profesores, voluntad de hierro y absorción por Archimboldi.
La segunda, La Parte de Amalfitano. Vean lo que le cuenta Amalfitano a la profesora Norton, todo un lujo de la buena literatura, con ello bastará.

La relación con el poder de los intelectuales mexicanos viene de lejos. No digo que todos sean así. Hay excepciones notables. Tampoco digo que los que se entregan lo hagan de mala fe. Ni siquiera que esa “entrega” sea una entrega en toda regla. Digamos que sólo es un empleo. Pero es un empleo con el Estado. En Europa los intelectuales trabajan en editoriales o en la prensa o los mantienen sus mujeres o sus padres tienen buena posición y les dan una mensualidad, o son obreros y delincuentes y viven honestamente de sus trabajos. En México, y puede que el ejemplo sea extensible a toda Latinoamérica, salvo Argentina, los intelectuales trabajan para el Estado. Esto era así con el PRI y sigue siendo así con el PAN. El intelectual, por su parte, puede ser un fervoroso defensor del Estado o un crítico del Estado. Al Estado no le importa. El Estado lo alimenta y lo observa en silencio. Con su enorme cohorte de escritores más bien inútiles, el Estado hace algo. ¿Qué? Exorciza sus demonios, cambia o al menos intenta influir en el tiempo mexicano. Añade capas de cal a un hoyo que nadie sabe a bien si existe o no existe. Por supuesto, esto no siempre es así. Un intelectual puede trabajar en la universidad o, mejor, irse a trabajar a una universidad norteamericana, cuyos departamentos de literatura son tan malos como los de las universidades mexicanas, pero esto no lo pone a salvo de recibir una llamada telefónica a altas horas de la noche y que alguien que habla en nombre del Estado le ofrezca un trabajo mejor, un empleo mejor remunerado, algo que el intelectual cree que se merece, y los intelectuales “siempre” creen que se merecen algo más. Esta mecánica, de alguna manera, desoreja a los intelectuales mexicanos. Los vuelve locos. Algunos por ejemplo, se ponen a traducir poesía japonesa sin saber japonés y otros, ya de plano, se dedican a la bebida. Almendro, sin ir más lejos, creo que hace ambas cosas. La literatura en México es como un jardín de infancia, una guardería, un kindergarten, un parvulario, no sé si lo puedes entender. El clima es bueno, hace sol, uno puede salir de casa y sentarse en un parque y abrir un libro de Válery, tal vez el escritor más leído por los escritores mexicanos, y luego acercarse a casa de los amigos y hablar. Tu sombra, sin embargo, ya no te sigue. En algún momento te ha abandonado silenciosamente. Tú haces como que no te das cuenta, pero sí que te has dado cuenta, tu jodida sombra ya no va contigo, pero, bueno, eso puede explicarse de muchas formas, la posición del sol, el grado de inconsciencia que el sol provoca en las cabezas sin sombrero, la cantidad de alcohol ingerida, el movimiento como de tanques subterráneos del dolor, el miedo a cosas más contingentes, una enfermedad que se insinúa, la vanidad herida, el deseo de ser puntual al menos una vez en la vida.
...Ellos sólo escuchan los ruidos que salen del fondo de la mina. Y los traducen o reinterpretan o recrean. Su trabajo, cae por su peso, es pobrísimo. Emplean la retórica allí donde se intuye un huracán, tratan de ser elocuentes allí donde intuyen la furia desatada, procuran ceñirse a la disciplina de la métrica allí donde sólo queda un silencio ensordecedor e inútil. Dicen pío pío, guau guau, miau miau, porque son incapaces de imaginar un animal de proporciones colosales o la ausencia de ese animal.
- No entiendo nada de lo que has dicho- dijo Norton.
- En realidad sólo he dicho tonterías- dijo Amaftitano


Esto es un jamón excelente de la literatura, aunque con algunas raspas para atragantar a algún intelectual mexicano.

Tercera. La parte de Fate. Un periodista negro viaja a Santa Teresa para cubrir un combate de boxeo, y allí en poco tiempo se da cuenta de que tiene los dos pies en una isla del infierno de nombre Atrocidad, allí conoce los crímenes, la incapacidad de resolución y la extraña actitud entre pasiva y cómplice de las autoridades. Hay borrachos, boxeadores acabados, locos, sparrings, combates amañados, bares muy norteamericanos,  y nadie es lo que parece. Mola. Fate indaga entre la roña del boxeo de Ciudad de Juárez, y ahí también aparecen todo tipo de derivaciones y conexiones con los crímenes. Todo, muy policíaco.

Cuarta parte. Los Crímenes. Horror con mayúsculas, y excesiva obsesión de Roberto Bolaño por desgranar la tragedia elevada a la categoría forense, demasiada descripción de la violación, demasiada exposición de lo vaginal y de lo anal, demasiada tortura y demasiada sangre. Y demasiada crónica periodística de sucesos. Si el erotismo es la pluma, aquí tenemos el pollo entero, pura pornografía, de la mala, de la cruel, de la sórdida, de la miserable. Unos narcos muy hijos de puta, muy, muy, muy abanderados por la corrupción, unos polis muy degradados moralmente que violan en la comisaría, una infrahumanas condiciones en las maquiladoras. Todo bien feo. Finalmente se detiene a un supuesto asesino alemán, pero con ello no cesan los crímenes. Estamos ante la violación y el crimen sistematizado, y yo buscaría el inicio en la mejor posición social, pero no encontraría nada.
Quinta y última. Archimboldi. Gracias a Dios cambia el tono, y todos estamos más relajados. En alguna siesta soñé con los conductos anteriores, y con maleza en los descampados donde violaban los hombres sin madre. Por fin llega Archimboldi. Es la vida de Hans Reiter, en el futuro, el escritor Archimboldi y candidato al Nobel.  Hay cabida para sus experiencias en la II Guerra Mundial , como soldado del Reich, todo muy vivo y muy entretenido y con mucha aportación histórica. Y llegan las últimas páginas,  el escritor aparece en el centro neurálgico de la novela. ¿Qué esperamos? ¿Un Lecter? ¿Un Sacamantecas? ¿Un Thug Berham? Bolaño tiene la reserva.
Y por último, interesante esta anotación. Tal como Bolaño estableció, el narrador de la novela es Arturo Belano: "Y eso es todo, amigos. Todo lo he hecho, todo lo he vivido. Si tuviera fuerzas, me pondría a llorar. Se despide de ustedes, Arturo Belano"










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