jueves, 2 de diciembre de 2010

Paul Auster: Invisble.-

[portada_invisible_paul_auster_250.jpg] 


"Todo el libro habla de la ambigüedad, por eso se llama Invisible, porque es imposible abarcar todo lo que pasa desde un solo punto de vista” , Paul Auster.



Este hombre maduro con ojeras, cara de buen tipo y mirada seductora, fumador de puros holandeses y amante de Kafka, que cae bien de primeras,  es un maestro de la trama y las derivaciones casuales,  sabe jugar muy bien con el azar y la contingencia, tal vez porque su vida también tuvo demasiadas bifurcaciones y giros de 360 grados. A modo de ejemplo, en otro tiempo estuvo arruinado, se divorció, fracasó como escritor, no le leía ni Dios, fue marino en un petrolero, sintió continuos ataques de pánico y opresión por la pobreza, y trabajó con mendigos prácticamente desde la indigencia propia.
Tuvo que morir su padre para entregarse a la literatura,  la herencia le dio medios para vagar y escribir. A veces a los escritores los mantiene una herencia, o una mujer. A título póstumo llegó La Invención de la Soledad, y escribió sus naufragios, todo eso del abandono, de la miseria y la búsqueda del padre. Auster aparte de tener una voluntad de hierro y muchas piedras en el camino, siempre quiso ser escritor. Muchos años después y con mucha buena obra dejada en el camino, llegó Invisible, una obra con más curry picante que en ocasiones precedentes.
El tipo te mantiene en trance, y como esa cualidad yo siempre se la he pedido a la literatura, a mí Auster me vale de sobra, porque me para el tiempo y me da impulsos para pasar página. Sabe hacerlo, sabe crearte ansiedad, avidez, y a veces cierto malestar, porqué no decirlo. Te torea. En Invisible, Adam, el protagonista, y su hermana tienen sexo, porque Auster no se queda tranquilo si no hay un poco de escándalo y azares escabrosos, o dulces, quizá, según el cristal. No obstante, aquí no entiendo mucho, no capto el mensaje del incesto, de poner a follar a los hermanos, salvo que Auster quisiera desconcertar, posiblemente, pero la historia entre Adam y Gwin, por muy transgresora que sea, no la capto. O soy un antiguo o no me enteré de nada. ¿Relectura? Tal vezAl menos fue agradable para Adam Walker, un joven estudiante, al parecer tan guapo como Brad Pitt, con muchas aspiraciones poéticas, que conoce en una fiesta a una pareja, bastante interesante y bastante sospechosa, Rudolf Born y Margot, una madurita que está muy buena, y uno intuye desde el minuto uno que Adam y Margot se acuestan. Luego está la relación entre Rudolf Born y Bertrand de Born, el poeta del Infierno de Dante que sigue a los que siembran discordia, aquel tipo que luchó con su hermano Constantino  por la herencia familiar y que se llevaba a morir con Enrique II de Inglaterra, sí, el hombre al que Dante describió en el infierno con su cabeza entre las manos como castigo. Y como esto ya se va acercando a las rarezas y bipolaridad de Rudolf, nosotros nos vamos haciendo amigos de Adam, gran golpe de efecto de Auster, que tampoco inventa nada, pero logra rápido el afecto por el personaje principal, el guapo joven al que el malo Born le propone la creación de una revista literaria. El chico no es tan inocente, de ingenuo tiene lo justo y no se fía de ese extraño altruismo, pero es joven, ama la literatura y sienta la tentación de conocer y llevarse a la cama a Margot. Y acepta. Pronto, y no daré demasiadas pistas, se da cuenta de que Born tiene la integridad moral en el culo. Aparece por ahí un hombre negro muerto, un tipo que iba a robar a Adam. A consecuencia de ello, se inicia el odio a Born, ahora convertido en una rabia libre de toda sospecha, y no diré mucho más sobre los referentes del asesinato. 
Pero diré que Auster empieza a jugar a la literatura, como el Barcelona al fútbol. Hay dribling, triangulación, pase corto y cambio de juego. Hay fuerza narrativa y hay un Auster que conoce el oficio y domina el juego de las voces y la verdad relativa de esos narradores que van escribiendo Invisible, y he ahí su gran capacidad y maestría para acoplarse a las voces de las personas, muy diferentes unas de otras, y con un estilo literario más que digno.
Admiro al Paul Auster perdido en la telaraña de los recuerdos, donde nada es como parece ni nadie conoce a nadie, ni siquiera a sí mismo, donde el pasado se rompe o era mentira, donde la memoria es frágil y la realidad desde el último punto de vista de una vida no es la real, porque nada es absolutamente real, la realidad es invisible, pues se apaga y se enciende, se borra y se renueva. Paul Auster se está quedando con nosotros, y a la vez lo gozamos. Nos torea y le entramos a la muleta con bravura, y lo pasamos bien. Sabe jugar muy bien a esta cosa inútil del arte. A mí Auster nunca me defrauda.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario