sábado, 11 de diciembre de 2010

Las calles de las tiendas muertas.-

Recordando la novela de Patrick Modiano, Calle de las Tiendas Oscuras, caigo en la cuenta de que estoy caminando por las calles de las tiendas muertas. Modiano, qué oportuno, y qué pena. Me entristece recrearme en una verja metálica sucia, con papeles pegados y roña de la vida urbana, cuando aquello tuvo brillo, esplendor y gente en otra época. Gente que conocía al tendero, ese astuto psicólogo con bagaje y tablas que tomaba aguardiente con el viajante y sabía todo sin contaplus, sin internet, sin windows ni hostias. Ahora, la vida le da la espalda a él, y a los sucesores, el nuevo comerciante. Veo muchas tiendas cerradas en Madrid, y en cualquier ciudad del país. Algunas habían visto muchos muertos, e incluso habían sobrevivido la guerra. Eran tan familiares que la gente llegaba a soñarlas. Ahora veo la derrota en la dejadez de la fachada y el escaparate, en el candado oxidado y el horrible cartel de alquiler o traspaso.  Y la veo también en la destrucción de los ornamentos, de la curva del cristal, de la piedra, de la viga de madera, porque la librería de viejo o la  coqueta perfumería de los años veinte se convirtió gracias a unos criminales del patrimonio, en un Donner Kebap o en un bazar chino.
Ahora todo el mundo habla de la crisis. Parece que está de moda. La crisis, la puta crisis. Los políticos lo hacen sin alarma, hablando siempre de la recta final y de sus tráficos de estadísticas, a crear confusión y a liar al ciudadano. Luego sales a la calle y ves las tiendas muertas, y recuerdas aquel rostro conocido, aquella desesperanza de la última etapa, aquella angustia del caballero de la zapatería solo y desalmado en su comercio. <<Últimamente no entra ni Dios, nos han condenado, esto se muere, amigo, esta casa la fundó mi abuelo en 1911, venía Lola Flores, y Sara Montiel, y una vez estuvo Sofía Loren...>>. 
Vale que nos hemos convertido en unos guays de lo ciybersocial, y ahora mola comprar on-line, ir al show-room de Pitusa Cool des Tulleries,  y acudir a los outlets de las prendas fracasadas y a los centros comerciales de la carretera de La Coruña o de Burgos. Vale, que esto es una herida para el comercio, pero no sería suficiente para matar una tienda.  Lo aberrante ocurre cuando esas ilusiones se ven mermadas gracias a la estirpe dirigente, los políticos golfos y los secuaces de Méndez y Toxó, esos sindicatos desfasados que se llenan la boca con la clase empresarial, como si  los cientos de miles de empresarios españoles tuvieran catamaran de más de 24  metros de eslora y choza buena en Formentera. Tras la chusma precedente, mucha gente con empeño y ganas de lucha, jóvenes cotizando de autónomos, empresarios tiesos, buscando su primer local, peleando por un sueño, salir adelante, asolados por este desastre de la economía, y por la negligencia de los obligados a la prevención y a la solución, que nada hicieron y que siguen  jugando al Risk, al Monopoly y a los Colonos de Catán, sin pestañear. Un gobierno tan hipócrita como insolente, un congreso que parece un Gran Hermano, una oposición infantil llena de niños chinchando, tan responsable como los sociatas, del desmadre del ladrillo, esos lodos que nos han traído hasta aquí, gentuza encantada de haberse conocido, buscándonos la puta ruina, arrastrándonos hacia el dinero negro, el paro y los negocios clandestinos. Algún día, de viejos, les invitarán a contar en la Complutense, si no ha quebrado, como fueron reventando este país, seguirán impertérritos,  en fuera de juego, buscando la complicidad del rector. Y al salir comprarán alguna chorrada americana para el nieto en el Rozas Village. Antes habrán dejado el paisaje lleno de tiendas muertas.

Me he quedado muy  a gusto. Necesito un gin-tonic. Ya.

3 comentarios:

  1. Te has despachado a gusto!, Javi.
    Me ha gustado tu punto de vista empresarial, tienes raza.
    Animo y un abrazo
    Tito

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  2. Muchas gracias mi querido Tito. Un fuerte abrazo.

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