martes, 1 de noviembre de 2011

El Audi de Torrebruno.-




No sé si el tipo era más simpático que payaso, o más amable que bufón. Pero eso fue al principio. Hablaba como Torrebruno, esa desagradable mezcla entre italiano y portoriqueño, y la molesta sensación de hablar con la boca llena de mucosidades y era un teleoperador de Ni Puta Idea. Me había tocado un Audi A4 FSI con motor de inyección directa de gasolina. Le pregunté que donde lo podía recoger y me dijo: espere, espere, caballero, no se demore, hay unos trámites previos a la entrega de su fantástico coche. Nada menos, había que morirse. Mientras, me lo imaginaba igual a aquel enano, Rocco Walter Torrebruno, al que nunca le pillé el chiste. Lo veía con un pantalón a la altura de los pezones, con la raya muy marcada a la derecha y con esa cara de humilde saltimbanqui que gastan los cómicos de los años setenta (Joe Rigolí, Torrebruno, Bigote Arrocet, etc).  Llegó la diligencia. Ya sabe usted, señor, Dios quiera que no le pase nada, pero la muerte le puede pillar con los pantalones bajados (se permitía estas licencias) , hay que pensar en ello, usted tendrá una mujer, una familia, imagine que le pasa algo, seguro que tiene algún ejemplo cercano y vio como habría sido necesario un buen seguro de vida, de garantías. Yo no tenía intención de morirme en los próximos cuarenta años (madera, madera) y el tipo me quería hacer un seguro de vida por valor de unos trescientos euros anuales. Después me darían el coche, o a lo mejor el coche me lo entregaban después de muerto, si mi fulminante expiración fuera consecuencia de un accidente de tráfico o de una enfermedad. Si había un suicidio, o una catástrofe estilo terremoto, no había coche, ni dinero. Interioricé un váyase a tomar por culo, pero no lo escenifiqué. ¿Usted a qué se dedica? Le dije que era torero, y que se pusiera en contacto con mi apoderado, Manolo Buenavista. Entonces debió pensar que le tomaba el pelo, y noté que se aclaraba la voz con un vaso de agua de los ríos de Puerto Rico. Mire, piénselo bien, las personas designadas por usted recibirán un A4 y 600.000 euros. Le pregunté que cuantos audis a cuatro había y cuantos cientos de miles de euros. Depende de la prima, caballero. El payaso se iba apagando. También el amable. Me lo dijo muy flemático, casi insultantemente tranquilo, con tono de última oportunidad. A continuación, le comenté que lo pensaría, que no lo veía claro. Usted verá lo que hace. La frase sonó funesta, amenazante, y me pareció que me estaba llamando gilipollas con cierto razonamiento. En fin, estuve pensando un rato en su táctica, en aquella descendencia de la farsa simpática a los rigores finales, pero me siguió recordando a Torrebruno y a algunos cómicos de los años setenta, que se quitaban la mascara fuera del escenario.
Esa noche tuve un audi A4 y una dehesa con ganadería brava. Conducía despacio viendo mis toros. También soñé con Antoñete. Y con Torrebruno.


3 comentarios:

  1. Muy divertidas las conexiones. Marta,b

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  3. De acuerdo, de inicio, una llamada de un agente de seguros, después nos hacemos oníricos y vamos destrozando la realidad, porque el agente no tenía ni chicha ni limoná. Abzs

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