lunes, 14 de noviembre de 2011

Miss España y la Resaca.-




Pues eso, yo no había muerto, estaba de parranda. Simplemente me había quedado dormido en esa playa de Sanlúcar de Barrameda frente a esa especie de mar pantanoso que no asusta a nadie. Me despertó Miss España. Yo siempre he pensado que una vez en mi vida, hará unos veinte años, estuve liado con María José Suárez, aquella Miss del 96, pero no lo tengo muy claro, por culpa de las distorsiones, por esa mierda de alcoholes con sabor a veneno y azufre que ponían en los chiringuitos de playa y por las transfiguraciones que les hacen a los famosos, para vender el producto. Ya saben. Sé que era de Coria del Río, y que era un calco físico, y una reproducción rústica de la más guapa, y precisamente ese es el matiz que me deforma los hechos. Mi chica por un par de horas, del noventa y tantos, era incapaz de pronunciar la ese. Tenía una tendencia dogmática al ceceo pero con mucha cercanía a la periferia de la zeta. Zí, ezo zeguro, zomó tré shavala en caza. Etc. Vale, entonces a lo mejor no era, porque esta shavala, Suárez, ya no habla de esta suerte, o tal vez nunca lo hizo, pero prima zeguro. Tampoco es que Coria sea Manahattan. Ahí pondría la mano en el fuego.  A María José no la volví a ver, o quizás he estado viéndola todos estos años en la tele. Hablo esto porque el otro día me monté en un autobús civilizado de Madrid, y me vino de repente el trayecto en el mismo transporte, de vuelta a la casa de Astaroth tras la juerga sanluqueña, en aquel amanecer resacoso de siglo pasado. Recuerdo la densidad, y la viscosidad reconcentrada, unas sudoraciones de pipas y maíz, y el aroma a tabaco negro, cuando aún fumaban en los autobuses, y cierto delirio colectivo de una agrupación cani, unos farruquitos que iban a cantar en una feria, y comían y hablaban con los kikos y cáscaras en la boca. Igual eran los marismeños, o los marcianos de la fragua, o su puta madre. Yo creo que me echaban el humo a conciencia y que hablaban escupiendo ex profeso y para joder. Supongo que en un momento dado, me eché mano a la cartera o hice algún gesto de tremenda resaca o de sincera inquietud, y uno terminó por apoyar su culo en mi brazo derecho. Sentada a mi izquierda iba la abuela. Sí, ellos tenían una vieja que gritaba a intervalos más o menos regulares, y había entrado avasallando como si aquel día de agosto del noventa y tantos fuera a acabarse el mundo. Lo he visto mucho eso, en los viejos, por cierto. Recuerdo que comía compulsivamente unos churros fríos con los dos o tres dientes que tenía y hacía un ruido de mil demonios, como si estuviera comiendo un mouse de babas. Reconozco que me dio asco, y aparté mi brazo del culo del farruco, para salir de aquel clan de extrarradio chungo, y huí con ciertos laureles por haberme liado con María José Suárez, y por ser educado, y me creí hijo de la burguesía, cuando nunca me había creído burgués frente a los hijos de la burgueses. En un asiento de adelante vi a un señor al estilo Vizcaíno Casas, leyendo el periódico y cagándose en los muertos de aquellos cíngaros y le avalé con un ridículo gesto de aquiescencia, echándome cincuenta años sobre las espaldas.
A la tarde siguiente, con ese vacío existencial que deja el reposo de la resaca, seguramente me creí novelista, un Sábato cualquiera sin talento, y un poco Ernesto de Hannover, el príncipe cirrótico,  con dolor de cabeza,  por pura ingenuidad, y me vi reforzado de burguesía tras María José y el autobús, pero después supongo que vi a unos cuantos pijos  hablando de la cofradía, el botellón y el Sevilla, y se me echó todo por tierra. Ellos eran los burgueses, creo yo, y María José, por descontado, evolucionó y empezó a hablar bien. Y se hizo moderna, y burguesa, y  meretriz del Hola. Era el objetivo.






7 comentarios:

  1. La tragedia del pijo es la de nunca reconcerse a sí mismo. Para él, los pijos son siempre los otros. Todos los pijos, ergo, se sienten solos y escriben sobre no serlo.

    Yo, por ejemplo, no tengo ni un pelo de pijo. Pijo, moi?

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  2. Usted está por encima de estas chorradas, es un burgués con sangre de la senyera, pero con muchas reivindicaciones castizas. Abz, nos vemos.

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  3. Me refiero, por encima de cierta burguesía sevillana. Usted siempre ha parecido un aristócrata arruinado, aún sin serlo, esa elegancia de morir de gota y con el palacete en ruinas, je.

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  4. No es un palacete, pero sí está en ruinas. Un fuerte abrazo Don Tomás.

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  5. No sabes en Coria la de variedades lingüísticas que hay.
    Es un caso digno de una tesis doctoral; y, desde luego, no todos somos como ella allí.

    Ánimo.

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  6. No es que quiera ser petulante, pero la alta burguesía de este sagrado país es muy carca...

    Besicos

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