martes, 22 de noviembre de 2011

Zapatos de Goma y Tipos Gomosos.-


Es un restaurante argentino de cierta jerarquía, con metre, jefe de barra y una escuadra de camareros que parecen robots y se mueven con una diligencia autómata y sonríen hacia dentro, como si fueran máquinas controlando la tristeza. Hay cien mililitros de gomina repartidos en dos cabezas y una pelambrera rizosa, de tres hombres más o menos jovenes, más o menos ridículos, más o menos impúdicos, gomosos, grotescamente exagerados, como si fueran prolongaciones poligoneras de los timadores de Marbella y el Pelusa.  Huele bien, o mal, no lo tengo claro, pero no es colonia cara, quizás deportiva, agua fresca de ésa o como se llame, y los trajes tienen esa holgura mala del Cortefiel o el Springfield. Los zapatos suenan como si llevaran adherencias adhesivas, gomosos y fardones pero feos como la madre que los parió. Y ahí llegan los camareros, tiesos como un playmobil, con el único gesto que tienen los camareros del restaurante argentino, esa melancolía dominada del emigrante. Estoy comiendo a su lado. Ellos hablan. Uno tiene la voz metálica, muy afilada al final de la frase, cierta sonoridad chirriante, como si hablara una cuchilla de afeitar. Curiosamente se parece a Maradona, esa cara de marioneta mitad oronda, mitad soberbia y esa melena estoica arraigada a las últimas arrugas de la frente. Otro tiene voz de putero, la afonía del crápula, la ludopatía, el whisky, las barras americanas, el winston, el bingo, la construcción. Pide, sin miedo coño, lomo alto para tres, al punto, sí, con patatas fritas, y tres criollos, y una botella de cune, será por dinero. El tercero es el comercial, él que nunca calla, el tipo de la última palabra, cubatero, golfo, zorro, con movimientos de saurio. Ahora se escuchan risas, más bien mucosas, nasales, risas líquidas, de flema. Todo por la secretaria, que se ha puesto por tetas un par de balones de basket, y tiene un culo sin curvas, cero órbita; acaba la cintura y sigue el culo, igual, en equidistancia, más bien escurrido, dice el putero. En ese momento, me vienen a la mente Dolly Parton e Isabel Pantoja, por una cosa y por otra. Coño, hay que decirle que se ponga culo, que así no vendemos un puto seguro, es la primera que ven en la oficina, hostia. Vuelven las risas y la segregación. Dan ganas de comer con mascarilla. El asunto se hace público ante tanta negligencia. Se han crecido con el vino. De fondo, el tintineo grosero de los cubiertos, como si estuvieran comiendo cuarenta legionarios. La charla sigue miserable, no por el tono sórdido de censura a la pobre secretaria, sino porque los hijos de puta no dejan títere con cabeza. No son críticas ligeras y sin hiel. Van a cuchillo. Ya lo tengo: son ese tipo de gente que venden a su madre por un puñado de plata, les gusta el dinero, la apariencia. Buscan un final glorioso y disimulan cierta psicosis a hostia verbal. Miren el final: pagan a escote con tres tarjetas de crédito, extraídas robóticamente o tal vez como el torero toma el estoque (tiene mucha gracia). Propina cero. Los tres le dan una palmadita en el hombro al metre, y luego caminan hacia la puerta con las piernas arqueadas, como si tuvieran los huevos escocidos,  reumáticos, prostáticos. Maradona parece medio cojo y los zapatos de goma chirrian sobre la madera. Son categóricos, duros de palabras. Suena una black berry. ¿Conrado? Mira, dile a Marcial que se meta por el culo la póliza y el siniestro. Zapatos de goma y tipos gomosos. Pues eso, que no somos un país guay, I+D, que esos chavales del siglo XXI vienen a ser la cantera de los trepas. Aquellos arribistas de Marbella. Se lo digo yo.

3 comentarios:

  1. Buenísima descripción de estos seres que cualquiera podemos reconocer y recordar de algún momento de nuestras vidas. Por cierto, suscribo que la Pantoja no tiene culo je,je.
    Un abrazo.

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  2. Bos días amicus:
    Xavier, es caralludamente buena esa descripción de la mafia actual. Una mafia de aspecto decadente en su aspecto, unos espectros. La moda, algo qué conoces bien, se repite constantemente. Vuela, cruza el charco y se establece, coge lo peor de allí y regresa embravecida, jodida. Creen ellos, incultos pordioseros, ennoblecida. Son los dueños de los “haigas”, son los que carecen de educación los que visten apariencias y buscan el estraperlo urbano, la tontería de que lo que entra por los ojos es lo que vende. Olvidándose de la venta de siempre, la personal entre personas. La mafia ni se crea ni se destruye, se recrea, se reconstruye. Como los labios endurecidos de Parton que en su enfermizo intento de evitarle la muerte prematura a su cuerpo lo inyecta de sustancias que la vuelven cada día más sórdida y horrible. Y a mí esta mujer me resulta tremenda y estupenda. En fin, no somos “nadie”.
    La descripción de los decrépitos camareros cansados de currar, seguro qué ojerosos, hartos.
    Soportando a esos áspid que creen tener el mundo por montera. Estos, desgraciadamente, son universales pero sin salir de los límites actuales. Si los dejarán se tragarían el mundo. Personajes que confunden lo religioso con su derecho de pernada. Todo mezclado para cuando haya pecados sean otros y sus entes quienes los perdonen y que no reconocen tribunales juzgadores por sus fechorías. Sólo quieren interesadamente saber que el dios de los otros los reconoce inocentes, que ellos todo eso lo hicieron porque el fin (su fin idealista trastornado) justifica los medios.
    La falta de capacidad cultural, la educación social, familiar conduce a tener en la sociedad a tipos así. Esos que muy bien reflejas en tus relatos. ¿Pero, estabas tú allí?
    …esa cara de marioneta mitad oronda, mitad soberbia y esa melena estoica arraigada a las últimas arrugas
    ¿Cómo es una melena estoica?
    Aquí has estado sembrado. Mola.
    Las descripciones son geniales, se viven, se ven y casi se saborea la carne y ese vino cune se puede ver la botella, el descorchado…
    Pero hay que reconocer que Parton partía con la pana, nunca mejor dicho.
    Breves saludos de patronaje.
    Acied ogol sucima…

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  3. Un besazo, Dirty.
    Beato, una melena estoica, una melena firme, heróica, rizada, de payaso, de Maradona, estoica por lo cojones que hay que tener para llevarla, jeje. Sí, me gusta mirar en los restaurantes, pero sin dar de lado a mis comensales, of course. La mafia grotesca se reconstruye, así es, no puedo estar más de acuerdo. La mafia no es Marlon Brando y Robert de Niro, como nos contaron en las buenas pelis. Abz

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