miércoles, 6 de abril de 2011

El Oro, los Cachivaches y las Muñecas Calvas.-


El domingo estuve con María en el Rastro, entre cachivaches, cosas relucientes, cosas inservibles y libros de poco valor. Nos llevamos unas muñecas que daban miedo, pero no por ello dejaban de ser lindas. Calvas, algunas amputadas y con los ojos grandes. Cinco muchachas algo derrotadas pero lindas. Y todo a pesar de que mis ojos siempre se paran en aquellas cosas que brillan mucho. No sé porqué. Ni soy pajarraco negro, ni calé, ni llevo un ápice de oro sobre mi piel. Si hay dos colectivos que adoran sobre todas las cosas los objetos dorados, son las urracas y los gitanos. Un niño gitanto de dos años puede llevar un chupete amarillo con cadena de oro y una urraca te puede levantar unos gemelos, un cristo de oro, o un reloj, en base a que son las gitanas del universo pajarero, las cleptómanas de los brillos. Y en fin, algo cíngaro correrá por mis venas, también por otros motivos que no vienen al caso, resumiendo, mi pasión por los tratantes, el mercadeo, el menudeo y los cacharros, en general. 
Pero a la gente también le gusta la vida destellante. La M de Mc´donalds es amarilla, los tintes más solícitos del mundo también, y a menudo, la cadena de un Channel. Durante muchos años el sistema monetario internacional ha estado regido por el oro. Oro de ése del moro. Oro de los polígonos, de las princesas de barrio y del piloto de un Mercedes tuneado hasta el delito. Porque el oro es poder, es comer en el Mcdonalds con toda la tropa, liarla bien, y pedir 18 big mac con patatas, y alitas, con coca-cola de la grande. Si llevas oro no eres un muerto de hambre, eres un príncipe del hampa, el rey del bloque de protección oficial, un crack estilizado a lo Cristiano Ronalado. El oro mola, y la plata es para ciudadanos de segunda categoría, muertos de hambre para los amantes de la ostentación amarilla.
Luego, nos vamos a la calle a ver la aureola de las cosas de los escaparates, la mercadería luminosa, que nos atrapa por unas hechuras que pierden valor en nuestras manos. Cuánto valor pierden las cosas poseídas. Nos vamos de viaje a cualquier rincón exótico del mundo y nos sentimos embaucados por lo estrafalario, precisamente ahora que en Madrid se puede comprar lo mismo que en El Cairo. Pero nos dedicamos a comprar, para petar los aviones, para regalar algo a nuestra gente, que ya habían comprado esa alfombra étnica del Rajastán en el Zara Home de Princesa.
Resumiendo, los cachivaches casi siempre son un flechazo a primera vista, y están ahí, hechos y colocados para la codicia y las aspiraciones de posesión. Son un affair inesperado y erróneo de discoteca a las cuatro de la mañana. Los cachivaches acaban siendo invisibles, como aquellas castas marginales de la India. Los cachivaches quedan olvidados en un rincón, llenos de polvo, expuestos al maltrato de un niño pequeño, y a la invisibilidad, en la escena de nuestro museo doméstico. Y luego, nosotros en plan Hamlet mirando una muñeca calva, preguntándole algo, y pensando que al fin y al cabo somos negociantes, todo viendo caer los brillos dorados del barril de cerveza en el bar Alhambra, de la calle Victoria, preguntándonos si ha ganado la muñeca o nosotros.

P.D. Las muñecas estarán presentes en el escaparate de la Divisa de Argensola, 2. Y ya han preguntado por ellas, así que igual ganamos nosotros cuando nos cansemos de su extraña belleza.


6 comentarios:

  1. Qué bueno. Me encanta la metáfora: "las urracas son las cleptómanas de los brillos". Genial.
    Carmen K. Salmerón.

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  2. Te has dejado un colectivo muy aficionado también al oro: los dentistas. Siempre llevan pelucos de esos que no se sabe cómo no tienen tendinitis en la muñeca y anillazo y cordón. Cómo me gusta esa afotooooooooooo
    besos

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  3. Qué bueno, según iba leyendo, pensaba:.."le voy a poner que a ver cuanto tardan en ponerlas en la tienda", jajajja..., ya están puestas. Mi hijo Pablo tuvo una urraca y, a pesar de saber que por los brillos "MATAN", la nuestra debía vivir en un universo paralelo porque le dejábamos cosas para ver como las escondía y no había manera, y mira que insistíamos. Un día se escapó, debieron hacerle chiribitas los ojos con alguno de su raza más cleptómana/o que ella/él que le debió de traer una alianza de pedida en el pico.
    Como siempre, muy bonito Javier. BSSS

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  4. Un bs, Carmen.
    Los dentistas tienen oro, dinero y mala leche.bs
    Gracias Ro, creo que hay que hacerlas domésticas, bss

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  5. A mi me dan un poco de miedecito las muñecas...aunque en el escaparate seguro que tienen rollo..

    pd...los rusos están dentro de la categoria de urraca? por que también les pierde el oro!;)

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