martes, 26 de abril de 2011

Pasión, Muerte y Resurrección.-




En estos días de Semana Santa, en paralelo a la vida de las procesiones, he visto yo en las calles y los bares la pasión, la muerte y la resurrección, si bien, tampoco es un hallazgo curioso, ni mucho menos relevante, pues son tres bazas de la vida que se van complementando normalmente como les sale de los huevos (es decir aleatoriamente) y forman ese textura frágil de nuestra realidad, o mejor, esa lasaña bien horneada con sus escalas de pasta, tomate y carne, que nunca acaba bien, y se desordena en la existencia de nuestro plato. Pues bien, una vida es como una lasaña, una vida es como un recorrido entre el domingo de ramos y el de resurrección, y una vida es una historia que siempre acaba mal, en el recorrido de la pasión, la muerte y la resurrección, con la salvedad de que hablamos de  una muerte en sentido retórico, antes de que llegue la definitiva, que hasta donde sé, no entiende de regresos ni mitos de resurrecciones, salvo aquello de Lázaro de Betania, que no alcancé a ver ni a comprender. Como he estado en un pueblo (vale, en las ciudades también, pero en los pueblos mucho) de vacaciones, he visto el trasiego de las resurrecciones, el trasiego de esos red-bulls farloperos que regresan espídicos hablando con quince tipos a la vez, y además con una fluidez de apóstol, cuando ya les daban por muertos y aún no se había manifestado la noche, la pasión de unas señoras por una determinada virgen del cosmos católico, y juro, que justamente lo contrario, la desidia de un nazareno que iba comiéndose un bocata envuelto en papel de plata, para intentar resucitar. En un momento de la noche del viernes, creo que me confundieron con un traficante de viagra, y un muerto resucitando se me acercó a la barra desde donde yo bebía y miraba, y me pidió viagra, como quién pide un cigarrillo o un hielo. No, no tengo, todavía no siento la pasión de la viagra. Entonces le pidió al camarero un vodka con naranja y viagra, y el camarero le puso una mirada de mala hostia a palo seco, sin hielos. Luego me perdí hacia otros mundos, y como no tomo redbull, empecé a notar el cansancio y me fui a morir. En la calle había cadáveres, el mítico muerto cargante de las cinco de la mañana, preguntando por un after, por un cigarro, tratando de simpatizar con esa pesadez, pasada de rosca de los seres adiposos tras mucha farra, y mucha farlopa, y mucha pasión. Yo, ya lo digo, me fui a morir, para resucitar en la taberna del medio día. Una pasión como otra cualquiera.



8 comentarios:

  1. Sí, ese panorama me lo sé, muy agudo. Marta

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  2. hahahaha, los red-bulls farloperos. k

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  3. Cada uno lleva su cruz como puede...el de la viagra, sin hielo...

    Un saludito

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  4. Ya, Marta.
    Fauna, k.
    La cruzcampo, Anabel.

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  5. Je je... yo no digo nada, que a veces me puede identificar con el que aguanta la pesadez de otros o a veces puedo ser yo el que da la penintencia a otro jejeje

    dirty saludos¡¡¡

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  6. Yo resucito con una sonrisa jamberra.

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  7. Qué verdad Dirty
    Eso está bien, Jambo

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  8. Hace tanto que no salgo que ya he perdido esta perspectiva... ais no sé si es bueno o malo jajajajajja

    Besicos

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