sábado, 11 de febrero de 2012

Mutxa Kara Tenía el Kolega.-


Yo viví una vez con un etarra que tenía uno de los nombres más inconexos que ustedes han podido oír en sus vidas. Wilson Atorrasagasti. Era mulato, y un kale borroka super radikal que hacía terrorismo de baja intensidad, como a él le privaba llamarlo, es decir la guerrilla urbana, reventar autobuses, quemar cabinas de teléfono, preparar bombas incendiarias tipo molotov y beber mutxo kalimotxo. Le molaba la autodeterminación, el término abertzale y toda la Euskal Herria, ahí va la hostia, pero nunca tuve muy claro si él tenía serias aspiraciones de hacer extorsiones, secuestros y asesinatos, que ha venido a ser el trabajo de los etarras, o realmente quería ser cartero, que era el motivo por el que salió de Euskadi, para estudiar y presentarse a unas oposiciones de correos. Aparte de etarra de corazón, estaba en el paso posterior al borderline ,(muy kortito el txaval), y como apenas discernía nada de las estimaciones de la vida, esas deficiencias intelectuales le convertían en colosal aspirante a  Hijo de la Gran Puta. 
Wilson era el típiko kabrón que siempre andaba perdiendo las llaves, que te contaba una película nostálgica de kale borooka para que le dejaras dinero o le anticiparas el alquiler, y que se llevaba a sus colegas anarkistas a okupar nuestro salón, con el kalimotxo, los porros y la Soziedad Alcohólica. A mí me parecieron factores suficientes para mandarlo a tomar por kulo, pero un radikal deficiente te puede romper la casa por cualquier insinuación, y nos daba cierto paniko moskear al katxorro de Josu Ternera, porque un kale borroka haciendo de kale borroka en un piso de ochenta metros akojona mutxo. 
No sé si me entienden, uno de esos hombres de los que uno duda si ha tenido madre alguna vez en su vida, que se aprovecha de la benevolencia del casero más buena gente que he conocido en mi vida. En la fanátika existencia de Wilson vi las botas militares, las camisetas de Eskorbuto, los libros del temario de correos impolutos, folletos de la izquierda abertzale y diferentes aparatos electrónicos para el mercado negro. Ni siquiera tenía la grandeza de aquellos tirados que viven en el drama de su propia fatalidad y aspiran a convertirse en un hombre que haya tenido madre alguna vez en su vida. Wilson Atorrasagasti no tenía nada, más que un litro de kalimotxo y un cóctel molotov en las manos, y estaba deshabitado de cualquier valoración intelectual o artística. Uno de esos tipos tan vacuos de espíritu que igual pueden acabar de kale borroka que de ultraderechista de esa mierda llamada Democracia Nacional, no porque tengan el cerebro fácilmente moldeable, sino por la oquedad del cráneo y la carencia de cualquier tipo de masa encefálica. 
Un día huyó de esa manera que desertan los cobardes, con miedo y sin ruido, y con cinco mil de las antiguas que eran mías. Aquella vida sería una fuga vitalicia de la única realidad que podía ser aquel radikal. Por si acaso, anden con ojo. El destino sigue barajando las cartas y jugando a los dados.


2 comentarios:

  1. Buf... si era deficiente se entiende todo... hasta lo del Kale Borroka

    Besicos

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  2. Me gusta porque reflejas genial esa realidad de aguantar jetas, Marta, b

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