viernes, 17 de febrero de 2012

Crean en Ustedes y Caminen.-

Como el caos burocrático tiende a que nos escondamos en el underground, últimamente me están dando algunos ataques de introspección, pero no se asusten, no voy a hacerme un harakiri al estilo Salgari. Yo necesito mucho de la gente. Sentirla cerca. En la taberna, en la Divisa, en casa, en las calles, aquí. Vale, paremos estas ínfulas de Bisbal Style. 
A mí me gusta mucho creer en las contingencias de la casualidad, lo cual no me compromete a creer en el destino, es decir que nada está escrito, sino eso tan trillado de que nuestra existencia la transcribimos nosotros; pues sí. El destino es un concepto muy glorioso, muy melodramático, y muy cercano de valoraciones universales como Dios, la Justicia Social y las Ideologías, en fin, esas concepciones tan universales en las que yo creo cuando me viene en gana porque no dispongo de la perseverancia creyente de Pitita Ridruejo y Federico Trillo, ni de la utopía social de cualquier demagogo prematuro de Nuevas Generaciones. Ahora más que nunca creo en el camino (no en Escrivá de Balaguer, en el camino de verdad); creo en el camino inventado de Sartre, en el camino con despojos en el recorrido que vendrán a recoger los buitres, en el camino de las felicidades temporales, y en el camino de las hostias de la casualidad, de los pequeños triunfos, y porqué no, de nuestras decisiones. 
Perdonen si en este momento ven en mí cualquier sospecha por trivial que sea, en Paulo Coelho (yo siempre he pensado que detestaba a los alquimistas y los guerreros de la luz), pero creo que tiene algo de hechizo ese árbol de causas eslabonadas trazadas en el itinerario de toda existencia, fabricado por la creencia unilateral. Creer en nosotros mismos. Y caminar. En mí. En ustedes. Más o menos, para ser lo que hacemos, y morir por lo que somos.
Scott Fitzgerald se tomó el último gin y murió de un ataque al corazón. Hemingway se pegó un tiro con una escopeta de caza, alcoholizado y enfermo de alzheimer. Mark Twain murió al regreso del cometa Halley, el mismo que le vio nacer en Florida. Stefan Zweig se suicidió en Brasil pensando que el nazismo abordaría todo el planeta. Stevenson, un año antes de morir y de habérselo gozado con los indígenas de la Polinesia: Durante catorce años no he conocido un solo día efectivo de salud. He escrito con hemorragias, he escrito enfermo, entre estertores de tos, he escrito con la cabeza dando tumbos.
Vale, y luego nos viene el Génesis con éstas: polvo eres y en polvo te convertirás. Y me acuden dos consideraciones, primero que todos hemos nacido de un buen polvo, y segundo, y hablando de partículas, tengo cierta esperanza de que si la muerte tiene el sentido inédito de nuestra existencia, igual no somos briznas en el espacio. O sí, maldita sea, pero al menos déjenme por un momento creer en las transmigración espiritual. O bien recordemos a Barrie cuando escribía que un hada moría por cada persona que aseguraba no creer en ellas. Vale, pues yo creo en las hadas.

1 comentario:

  1. Macho, cuídate de esa trascendencia, pero está muy bueno. FJF.

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