viernes, 14 de octubre de 2011

Fiesta.-

Fiesta, irse de fiesta en el siglo XXI, es un asunto variable, según provenga la farra y quien la cuente. Véase Alejandro Agag o Bea la Legionaria. Está el botellón, la narcosala, el after, la casa rural, las batallas de barrio, las navajas, los bares de Malasaña, el estramonio y el Gabana. Y las despedidas de soltera: el otro día vi por Chueca a una novia con una diadema fálica en la cabeza; las amigas lo tocaban, y más, había succiones sensacionalistas, y se reían como aldeanas sin dientes, salvo que sí los tenían, al menos los incisivos y premolares. Me pareció perfecto que salieran con ese espíritu, ese simbolismo sexual, sobreexcitadas en mitad del universo gay. La noche prometía. Era otra variante. Después esta Fiesta, la novela de Ernest Hemingway, que narra acerca de las juergas de unos escritores medio golfos, medio novelistas, más lo primero que lo segundo, y de una chica guapa, Brett, que no se pondría un pene en la cabeza, pero se acuesta con Hemingway (que viene a ser Jake) y sus amigos, incluido un torero. Ella tiene todos los dientes, y habla como si tuviera todos los dientes, (Brett era preciosa, llevaba un jersey ancho, una falda de tweed y el cabello peinado hacia atrás como un muchacho. Estaba hecha a base de curvas, como el casco de un yate de carreras). Aparte está loca, no sabe lo que quiere y hace sentir importantes a los hombres, como paso previo al destierro. Después llora y  empieza a relativizar la felicidad, y la tragedia. Bueno, en mi época también había chicas que eran increíblemente promiscuas, e increíblemente profundas, diría que espirituales, muy propio el paralelismo de los principios hinduistas del karma con las portentosas ganas de copular.  Admirable, literariamente hablando. Y en la vida, igualmente fascinante. Digamos que hoy vivimos con método en mitad del caos, y la gente sabe lo que quiere, aunque parezca que no sabe lo que quiere. Pero ahí están los objetivos. Que cada uno lo interprete como quiera. Por eso las promiscuas transcendentales normalmente son chicas de paso que no llevan pollas en la cabeza, como Brett, normalmente ricas y normalmente desgraciadas.  Fiesta, cuyo título original es The Sun Also Rises.
Unos jóvenes viven en París. Al principio tienen dinero. La unidad argumental de la novela reside en una trilogía de tipos escribiendo, bebiendo y haciendo el amor. Hay muchos martinis y muchos bares de madera con intelectuales leyendo el periódico, y mucho jazz, y baile, y chicas hiperbólicas cuando la moda y la realidad eran la curvatura. Mola todo. Son educados, se hablan de usted, tienen tierras en Nueva Inglaterra y hablan de literatura, Nueva York, París y de la tragedia en la vorágine de la resacas. No han pisado un polígono en su vida, no existe la Rave Party, el garrafón no ha recibido aún las subvenciones, viven continuamente de after. Se levantan y se toman una copa, a la fresca. Eso era el after de los años veinte. Son felices, pero no lo son. Son contradictorios. De vez en cuando lloran y leen a Turgenev. Más tarde se van a pescar truchas a Navarra. Y luego a Pamplona a los toros y a buscarse la farra de los sanfermines. Jake, (que yo creo que es Hemingway), se hace respetar por el dueño del hotel Montoya, y es el confidente de Brett, el amigo de los toreros y el espontáneo norteamericano que bebe de las botas de vino de media Pamplona. A pesar de ello, casi nunca está borracho, salvo por la noche, cuando sale a fumar un cigarro al balcón por los tormentos que para él representa la oscuridad. 
Ahora se va a París al Pret a Porter, y a Disneyworld, y en las tabernas nada de The Sun Also Rises, y los sanfermines son una ordinariez de calimochos, garrafones, pacharanes infames y borrachos aún más abyectos, reventados en los parques sucios de Pamplona. Los toros, ya ven. Las Bretts, cada vez hay menos. La novela no tiene ambición, lo cual es fantástico, y nos arrastra con cierta tensión natural, sin violencia, como los buenos toreros. Sin fiesta, pero de fiesta continua, como esas frases entrecortadas, el trepidante lienzo de una generación muerta (que yo creo que era como Jake, que creo que era Hemingway, dipsómano para algo, para el arte, no esa mierda del colocón por el colocón, que creo que no era la filosofía de Brett, la promiscua transcendental, que ya no hay, o hay minoría).








5 comentarios:

  1. Desarrolla más eso de " promíscua trascendental", tú que sabes explicarte. Al menos yo me he quedado con las ganas.

    Besazo

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  2. Me has pillao.
    Primero acudo a la Rae.
    Promiscua: Se dice de la persona que mantiene relaciones sexuales con otras varias, así como de su comportamiento, modo de vida, etc.
    (Luego, la chica lee un libro de Yogananda, se toma una copa, llama a Jake, relativiza el amor y la tragedia y echa otro polvo)
    Bess

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  3. Yo pensaba que se trataba de una lista que practica el sexo tántrico, y que ni se te ocurra correrte antes que ella.

    Fabio

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  4. La variante vericatiana ya la conocía y es aceptable. abzs

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  5. Bueno, lo de la promiscuidad se está sobrevalorando... y no es para tanto

    Besicos

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