viernes, 21 de octubre de 2011

Novela Buena de Gente Indigna.-



Acabo de leer Fabulosas Narraciones por Historias, de Antonio Orejudo. Vale, la portada es muy naif y parece una ingenuidad de niños bien de colegio suizo haciendo el imbécil cuando deberían estar tomando copas y conspirando. Cayó en mis manos por recomendación de la tía buena (cuyo nombre no recuerdo)  de la librería Antonio Machado,  que tiene buen rollo y buena puntería . Regalo de cumple.  Le tenía ganas a Orejudo. De leerlo, claro.  Buena. El leit motif: la audacia y el humor. Valiente por el tema de desmitificar a los grandes como un suicida español que viene a contarnos que la literatura la inventó Cervantes y el resto son variantes de lo que se inventó el manco. Y casi nada vale un real.
No como un golpe de efecto de daño por omisión, de exaltar a nuestro mayor estandarte literario de todos los tiempos y silenciar al resto, con sus derivaciones perniciosas. De ser así, la novela hubiera resultado obviamente un coñazo. Insufriblemente cervantina y lameculos.
Sí como un un ataque frontal a aquellas agrupaciones intelectuales del Madrid de los años veinte, sin negligencia, con toda la voluntad y la carne en el asador. Le da toda la gracia del mundo.
Literatura de entrañas e higadillos. Pero de la buena. Me ha hecho recapacitar sobre el gran debate: los escritores que se exponen al Miura no venden  tanto como los escritores que torean con el pico de la muleta y no dicen nada. Esa novela dice que el ser humano se degrada, que los españoles tienen muy mala hostia, y que Madrid siempre ha sido una ciudad humeante, y que tuvo una época con parranda de categoría; dice que todos los escritores son unos gilipollas y que Juan Ramón Jiménez era un insufrible comesopas, y Ortega y Gasset aparte de ser un sabiondo, se cepillaba a toda hembra de la alta burguesía y que Azorín era medio nazi como educador y maltrataba a su sobrino Martini, y que Lorca era culón y paticorto, y un pedante, y un coñazo con el piano y el alma de Andalucía,  y Unamuno, arrogante y ególatra. Si son personajes imaginarios, con nombres reales, lo juzgan ustedes, en caso de leerla. Al mismo tiempo es una novela gástrica (parece un cocido con mucha guindilla picante), pornográfica (Santos es un maníaco sexual fascinado por las maduras), irreverente (descaro con las vacas sagradas de la literatura de principios de siglo XX) y de gente bastante cerda y con pocos escrúpulos (o ninguno) que toma cócteles en el bar del Palace, pero es mucho más que una novela golfa. Vale, también hay novelas muy malditas y muy destroyer antisistema, sois todos unos hijos de puta, que no valen un carajo, pero esta sí. Porque sabe sacarle los colores al principio de siglo, y lo hace bien. Narrativa intensa, que no densa, diálogos vivos, que no insulsos, personajes imprevisibles, que no imposibles y todos esos añadidos de las novelas que agitan la marejada de sus sagaces letras. De ésas de querer pasar página, porque nunca se está demasiado bien en la precedente.  Creo que no tiene un solo personaje digno. O en cualquier caso, tiene personajes que van evolucionando hasta la plena putrefacción interior.  Eso no quita que sea un novelón. Para mí, vitalicia. He dicho.










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