martes, 24 de abril de 2012

La Culpa la Tienen las Monjas.-

Pues sería por allá por el sesenta, y los Corleone estaban en la escuela y el clero. Entonces un cura era la Ley  y un maestro era un Maestro, es decir un instructor de la letra con sangre entra. Nosotros éramos los Martín, más pobres que las ratas y muy condescendientes con la clase alta, porque eso era el respeto que nos había inculcado, al estilo Los Santos Inocentes y no me jodas Paco, que mañana hay cacería. Y entonces mi Angustias parió mellizos, y a los tres meses, nuestro Juanín enfermó y le empezaron a salir sarpullidos y nos dijeron que tenía inflamación en los pulmones y el cerebro. Apareció el padre Críspulo por la cabaña y nos dijo que a la mañana siguiente debíamos estar en el Hospicio Provincial de Segovia, y que los gastos para pagar a Sixto, el taxista, corrían de cuenta de la iglesia. Las monjas iban a echar una mano a mi Angustias, y se quedaban con la criatura. Como mi sobrino Paco estaba haciendo la mili en Segovia le dijimos que estuviera pendiente de la evolución hasta que lo pudiera  recoger y me lo devolviera al pueblo, que yo le tenía mucho cariño a mi Juanín y a menos que pudiera me iba a llevar a mis dos chavales en las alforjas de la mula. Y así estuvo Paquito, quitándose de vicio y de vino al salir del cuartel, yendo a ver a Juanín cada tarde de aquel invierno de 1960, y el bebé cada vez más sano y más limpio.
Y de repente llega el 24 de diciembre y el niño se muere. Pero cómo podía ser si Paco lo había tenido en brazos unas horas antes. Y le vienen con la vaina de que el cadáver de la criatura no lo puede ver porque no era familiar directo. Y nosotros en el pueblo que no te enteras de la misa la media. Yo me enteré de carambola; pues resulta que la tía Ramoni había hablado con una monja del hospicio y le habló así con ese formalismo tan profeso que tienen las hermanas, que la criatura había sido acogida en el Reino de los Cielos.  Tomé el coche de linea del viernes por la mañana y en Segovia me habló Sor Matilde, que mi Juanín había tenido la muerte blanca, es decir un síndrome de muerte súbita infantil, y que ella no comprendía de procedimientos funerarios y no sabe donde está enterrada la criatura.

Y ahora ha aparecido de repente un señor de cincuenta y dos años, y tengo que contarle que no sé nada de su madre desde hace unos veinte años, porque nos divorciamos cuando nos hicimos modernos, y me he dedicado con mi otro hijo, el Fermín, a visitar clubs de carretera, es decir a ir de putas, y como desfiladero de esa flaqueza y perversidad de la carne hemos estado buscando a mi Juanín, porque aparte de ser muy atávicos y de seguir las costumbres del pueblo, siempre hemos intuido que por pura genética había de ser putero, pero nuestro hombre buscado no apareció como en las novelas de Irving o Kerouac, sino que lo han encontrado gracias a la Fundación de Bebés Robados de Segovia, y ahora estamos buscando a la madre, María de las Angustias Núñez Carrizosa, por lo cual hago llamamiento a cualquier asociación o consorcio que se dedique a buscar madres huidas. 

En base a que mi Juanín es invertido, y se ha dedicado estos últimos años a la política de igualdad de género y de los derechos homosexuales y trabaja como vicesecretario en una asociación de terminología muy renovadora, de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales, de Guadalajara, mi otro hijo y yo que somos gente bastante exaltada y fanáticos de las bases sucesorias de la familia, pensamos que igual la Angustias también ha cruzado la acera y le gusta hacer juegos sexuales con otras mujeres.

En cualquier caso, les anticipo que yo no tengo ningún interés en encontrar a esa señora, pero Juanín me pide una cosa muy rara que se llama cooperación social y humanitaria, y bien, si ustedes supieran algo o tuvieran alguna pista por leve que fuera, nosotros se lo agradeceríamos en función de sus intereses. Así repentinamente, se me ocurre un circuito por nuestros burdeles de carretera, o un tour por Chueca. En caso contrario, ustedes dirán y nosotros trataríamos de complacerles. 

Por último, yo solo les digo una cosa: la culpa la tienen las monjas, que nos la han liado muy gorda.

Atte. Juan Martín Carbajosa.



8 comentarios:

  1. El título me encanta: la culpa siempre es de las monjas, ja! (hasta de mi ateísmo tienen ellas la culpa, o al menos una en concreto, que me hizo la vida imposible y decidí no parecerme en nada a ella, ni siquiera en creencias). Y el relato es genial; parece que lo cuente realmente un señor mayor, y no tú. Me he olvidado del escritor, y eso es una pasada.
    Ohhh, y mola que Juanin sea un tipo comprometido y no un putero. Ahora que lo pienso..., igual tuvo hasta suerte...
    Un beso!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Un beso Lili, como dijo Voltaire, azar es una palabra vacía de sentido y nada puede existir sin causa, y se me ocurría en paralelo otro árbol de causalidades, pero como lo invento yo, Juan Martín Carbajosa ha querido estos acontecimientos, y claro, la culpa es de las monjas, la primera causa.

      Eliminar
  2. Como mola el giro que le has dado a esto, Marta, b

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ya , es que estas historias siempre nos llevan al mismo sitio, y estimo multitud de consecuencias que no salen a la luz, beso

      Eliminar
  3. Te has superado en todo. Excelente este cuento real como la vida misma(como se suele decir). Ni Stephen King hubiera podido hacer mejor relato; claro que argumentos no te faltan al vivir en primera persona por los teletipos esas "querencias". Molan, los nombres, molan, los apellidos; mola todo.
    ¿Por cierto, qué fue de la monja? ¿Padre e hijo, llegaron a consumir algo en las barras de los clubes esos de la carretera de Barcelona?
    Ahí eso.
    Breves saludos
    Salud y libertad.
    Deica logo...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Merci Deica. La monja se pasa la vida en Plaza de Castilla por demanda de la Fundación, no de la familia Martín. No, padre e hijo se movían más por las barras americanas de Segovia and provincia. Un abrazo

      Eliminar
  4. De acuerdo, las monjas se declaran culpables. A veces los jueces se reservan las sentencias, por falta de testigos.
    Saludos!

    ResponderEliminar
  5. No he tenido yo la dicha todavía de ver a una monja declarando su culpa, ni siquiera a un juez, hay profesiones sin asunción de responsabilidad. Y luego está el Rey, que asume la culpa por accidente. Saludos.

    ResponderEliminar