jueves, 15 de marzo de 2012

Romanian World.-



Hoy, la sonrisa más ingenua y franca del día (decir bonita, sería una veleidad, aparte de un exceso, créanme) la he visto en la esquina de Gran Vía con Banco de España. El dueño (de la sonrisa) era un gitano cojo del Este de Europa que parecía un minero desorientado, una suciedad de ésas que no conoce agua y jabón desde los tiempos de la invasión. Pero la sonrisa, limpia. Ciertamente babeante, y bastante flipada, perdida. Me atrevería a decir, un alegría de retrasado mental, que es una de las felicidades más cristalinas del planeta, sin reveses y sin falsedad. El motivo era que una mujer muy bonita (inside/outside), ha sacado de una bolsa de kraft un café gigante del starbucks y una manzana (ya ven que en Madrid somos superneoyorquinos), y el cíngaro de Transilvania le ha correspondido con esa sonrisa limpia, pero que era sucia, porque estaba manchada y era profundamente diáfana. Les estoy contando que la sonrisa era triste, de trasfondo, quiero decir.
Lo único que no me ha quedado claro es que si realmente, como dicen los periódicos y la policía, hay una mafia organizada detrás de los indigentes lisiados, al hampa casposa del Este que igual lleva putas, que cojos, que carteristas que no levantan tres palmos del suelo, igual le parece poco lo de la manzana y el café. Y he sentido mi compasión, aunque a decir verdad, reconozco que no le he dado ni un puto duro para ayudar el cumplimiento de los objetivos del día.
A continuación en mi dirección hacia Atocha han empezado a aparecer gitanos en precarias condiciones físicas buscando sus puestos. Se deben gastar los excedentes en dientes de oro, porque esas bocas rebosantes de quilates y mierda no son baratas, ya lo creo. Me acuerdo de la señora Paloma que es una especie de madame robusta del Barrio de Salamanca, salvo que vive en Chueca, y cada vez parece más una quesera normanda super tolerable y progay, que una vez vio su bolsa de ropa entregada a la rumana dispersa en Hernán Cortés. Además, como ella es la voz de la vejez y la sabiduría, me cuenta que le hacen la competencia a sus amigos nigerianos de La Farola y al violinista polaco, y que la gimkana de los rumanos está libre de impuestos y seguros sociales, y se levantan hasta cien euros al día.
Cuentan que Dorel, aquel mafioso rumano que extorsionaba putas y mendigos, se iba con su mujer, que era una paleta de Transilvania a gastarse la pasta a ese lugar más o menos horrendo llamando Las Rozas Village, y allí lo pillaron, mientras se compraba la última extravagancia inmunda de Ed Hardy. Luego habló así: Quizá sea un asesino, pero saldré en cuatro días. Y seguiré en lo mismo.
Pues así con todo, la historia del crimen la tienen ustedes entre Neptuno y Cibeles, entre una Ed Hardy que lleva puesta un adicto a los anabolizantes y los harapos de un gitano rumano. Entre medias un café, una manzana y una sonrisa limpia. 

4 comentarios:

  1. ...Bien parece cuando te dedicas unas entradas a esos seres, seres que existen y de los que no podemos ni imaginar como lo hacen...
    Estupendo el relato, como siempre.
    D´Cuando se viven de cerca las cosas se vuelven las palabras más naturalistas.
    Saú2.

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  2. Cierto, la picaresca no sólo es española. Nació en el siglo de oro, ¿será pues por eso la manía por el "colorao" en los dientes?

    ¡Buen día!
    Carmen K. Salmerón.

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  3. Estos sí son acróbatas de la vida, viviendo al límite de su perpetuo circo. abz
    La picaresca es universal, y el oro en la boca, también, jeje. bs.

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  4. Javier una entrada realista, de la gente que circunda nuestro universo y palpamos día a día y encontranos con esta sonrisa es a veces inolvidable pero muy honesta y real.

    Me gustó retomar mi ruta y que en ella estés siempre, un placer

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