martes, 27 de diciembre de 2011

La Venus del Espejo.-




No soy un erudito del arte pictórico pero digamos que puedo decir que me gusta Velázquez y me quedo tan ancho. Debe ser entonces que me gusta Caravaggio y que también me mola el dramatismo del barroco y la iluminación tenebrista. Debe ser, aunque yo mismo tarde en enterarme de estas cosas, porque como dije en dos o tres previos de este post no tengo una opinión evolucionada de casi nada. Pero sí, qué carajo, me gusta Velázquez, y esta tarde me he pasado unos minutos mirando La Venus del Espejo, en plena disección y lectura. Veamos, una dama con curvas y culo bastante canonizado a los moldes del siglo XXI, es decir un gran culo, se refleja en el espejo que sujeta un niño barrigón cuyo pene apenas podría ser visto en plena micción, dada la curvatura del vientre, pero lo intuimos pequeño por la influencia renacentista en nuestro Velázquez. La mujer es Venus, la diosa de la belleza y la fertilidad, principalmente porque pienso que el título de la obra refleja al personaje principal, y no hay que darle más vueltas. El gordito es Cupido, su hijo, dios del amor, es decir la madre del amor es la belleza, y el amor es una especie de siervo a disposición de la belleza, pero ella no parece una divinidad al estilo celestial-fastuoso-palaciego-sobrehumano-colosal, sino más bien humilde, por muy diosa y muy Venus que sea, y de repente la deidad se torna mujer, eso sí, una mujer que estaría buena y tendría un gran cuerpo en los baremos estéticos del siglo XXI, o al menos de los míos. Luego está el espejo, que es donde está la trampa. No entraré a juzgar si el espejo tendría dada su posición que reflejar el busto y no el rostro, porque no lo percibo, aunque otros sí lo hagan, pero creo que todos vemos algo desvanecida la imagen, una belleza diluida, creo entender, una muchacha fea en el reflejo, cuando a lo mejor esperábamos a una Mónica Bellucci del siglo de Oro. Pero no, Velázquez nos está contando de la ceguera del amor, de esa obcecación alucinatoria que nos hace ver a una Venus sumergida dentro de un coco. Esa es mi disección por encima, o por debajo de mitologías y vanidades. Más o menos como si el torso de Aitana Sánchez Gijón nos reflejara el rostro de Belén Esteban diciendo vale, me entiendes



4 comentarios:

  1. jajaja, mola la comparativa, Marta, b

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  2. A mi es que siempre me han gustado demasiado las mujeres desnudas... jajaja

    Ojalá que este año que se nos viene encima, esté lleno de parabienes...

    Saludos y un abrazo.

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  3. Soy de ciencias asi que estas disertaciones me cuestan un poco...O será por que aún estoy de resaca???

    En fin, interesante punto de vista...buscaré más información sobre el cuadro...mientras tanto...desearte un 2012 de lujo!

    un beso

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  4. Feliz Año a tod@s y gracias. Abrazos

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