La idea viene de Gadafi. Pienso de vez en cuando en la muerte, principalmente porque estoy en el bombo y porque me la retransmiten por internet y los periódicos, siendo la muerte una cosa muy sensacionalista. Y porque llevo algunos muertos a mis espaldas. Tampoco me procuro muchas reflexiones porque puestos a pensar, será ella quien piense mí y me dedique sus últimas palabras, en ese tránsito de urgencias diarias que tiene la muerte, y puestos a pedir, que no me agarre con un palo en el culo (Gadafi) o me desprenda del casco (Simoncelli), o me desaparezca (ya saben), aunque dispuestos a una segunda pretensión, prefiero volar y desnudar mi cráneo que palmarla con previos de sodomización y ultraje, o con el imprevisto de que no me encuentren en varios años a la redonda. Vale, ni una cosa, ni otra. Pero entiendan que la peli snuff de la sangre negra, la mucosidad, los gusanos, el pus, el morbo, la mierda y el palo en el culo, que han hecho con Gadafi ni la quiero para mí , ni la deseo para cualquiera de los hijosdelagranputa que tenemos por vecinos en el Universo. En fin, voy por mal camino, yo que había venido aquí a descojonarme de la muerte, antes de que ría ella por última vez. Les cuento.
La otra noche estaba en un pub irlandés viendo la segunda parte de un partido de Champions League, y me pareció que estaba pisando la cartera de algún despistado, cuando realmente estaba pisando la mano de un hombre colosal que había quedado desorientado de por vida. Era el despiste eterno. Sí, se me murió en los pies un toro blond de doscientos kilos, y nadie supo porqué. Todo el mundo se encogió de hombros, y puso pies en polvorosa, que es lo que sucede cuando se te muere un desconocido en un bar. Que todo el mundo se acojona, tiene prisa, y se va sin pagar. De repente, ni eres cliente, ni eres habitual, ni puedes partirle la crisma al camarero o exigirle una hoja de reclamaciones porque te hayan echado un jugo de hongos venenosos en la última pinta de Guiness de toda una vida, que es una desgracia muy grande, aunque peor hubiera sido un palo en el culo. Luego llegaron en este orden: dos ambulancias (no hubiera hecho falta ninguna), un coche zeta de la poli (a preguntar si estaba normal antes del deceso: sí, si lo normal es vivir) y una furgoneta del tanatorio (que era lo único imprescindible). Cuando se lo llevaron, pensé que sería de aquel cuerpo colosal, y graso a todas luces, que también es otra manera de pensar en la muerte. Si no lo reclamaban, acabaría expuesto en una mesa de fiambres y harían prácticas con él en la facultad de medicina, y si lo incineraban, aquel cuerpo ardería bien, con mínima presencia de comburente. Grasa y manteca no le faltaba, y para más inri, el hombre muerto en el pub irlandés tenía una cabellera rubia pletóricamente leonina. En fin, también pensé en el equilibrio de necesidades entre muerte y vida, en la necesidad de una para el transcurrir de otra. Y tal. Supongo que me entienden, por mucho que morirse sea una putada, hay que morirse de vez en cuando para la renovación planetaria. Todo está muy estudiado. En el fondo es un acto frecuente, y sobrevalorado. Otra cosa es morirse de mala manera, con un palo por el culo, mucha sangre y cuarenta rebeldes muy cabreados. Morirse de golpe en un pub irlandés no es un final feliz de puticlub clandestino chino, pero está mucho mejor. Me parece.
P.D. ¿No era en dimensión borgiana la vida la muerte que viene? Pues eso. Otra cosa son las formas de la muerte. De eso quería hablar.
P.D. ¿No era en dimensión borgiana la vida la muerte que viene? Pues eso. Otra cosa son las formas de la muerte. De eso quería hablar.