miércoles, 20 de febrero de 2013

Belén y yo (17).-


No me molesta en exceso que Belén tome la copa de vino alzando el dedo meñique con su uña psychedelic azul petróleo de la muerte (que a la par me provoca estímulos voluptuosos), pero sí es verdad que siento cierta dolencia cuando se pone nerviosa y agita continuamente las piernas cruzadas como si tuviera un muelle de los chinos en el talón del pie izquierdo, y cuando mueve el cuello al estilo pájaro en la ribera; aunque ella no sabe que yo soy un amante de la progresión, lo gradual y de esa afectación reposada de quienes nos creemos con unas cuantas millas en la maleta. Ya sé que a veces te miro como el Loco de la Colina y me pongo a indagar entre tu belleza de polígono malagueño, como si quisiera averiguar tus entrañas y también reconozco que tú eres más avezada con los mauritanos, los dealers de Chueca y la gente del after ( la droga y el pluralismo narcótico, la pose de la cocaína y toda esa vanguardia hedonista que tienen muchos drogadictos de fin de semana, el cani-cool, las rayas, las pirulas, el vacío y el puto lunes. Y un Hyundai Coupe). Pero eso ya te lo conté. 
No quiero ser el Loco ni Al Pacino trascendental. A Belén le aburren estas paranoias de la pausa y la reflexión. Ella es feliz con Andy y Lucas, y con Pitingo, unos cubatas de ron con cocacola y voluble y ligera frente a cualquier veinteañero medio musculado, medio drogadicto y medio guapo de cara. Además está su referencia vital, que todo es absoluto y ella no quiere una vida condescendiente o relativa; solo es que ella quiere exprimir las horas libres del pequeño Sidi. Viernes noche, a muerte y tal. No tengo claro que quiera acabar con ella en cualquier garito de Moratalaz escuchando cualquier artefacto musical de la chavalería de la misma Moratalaz. Chunda Chunda y A mi me vuelve loco ,esa forma que tienes tu de mirarme, esa forma que tienes tu de tocarme, esa forma que tienes tu de sentirme, que me mata, quema. No, no quisiera, pero tampoco me viene diáfana la idea de llevar a Belén al Bristol a tomar una copa bien servida y bien cobrada por un auténtico profesional de la coctelería. Mientras, en el Automático somos todos tan guays que vamos a nuestra puta bola y somos mitad bohemios, mitad instigadores del buen rollo; esa dimensión peace and love porritokonkariño, ejtekierounhuevotronko, y los abrazos de gorra que frecuentan Lavapiés. 
Caminamos calle arriba dirección Tirso de Molina. Belén de vez en cuando se me agarra al brazo y me resulta muy reconfortante e inspiradora la escena. En un momento dado me dejo llevar por ese arrebato de cariño sureño y le tomo su cintura, incluso aprieto a mi cani-cool hacía mí y le susurro alguna estupidez al oído, porque no puedo ser el Loco de la Colina todo las horas del día. Justo en el momento que pienso que toda la calle está llena de africanos, y si apareciera por aquí el mauritano Sidi Abdullai igual nos mataba en directo con un cuchillo de ceremonia tribal. No solo lo concibo por espacio de unos treinta segundos sino que lo proyecto visualmente. Otra forma de salir en el telediario de Josep Ribagorda y Pedro Piqueras, quizá la más normal de salir en ese puto telediario, con una manta térmica para cadáveres. Todavía no estoy imputado por corrupción.
Desestimo la vida lúgubre de las neuronas, y en unos diez minutos estoy con Belén en un bar flamenco style de la calle Echegaray. Ay que gustito pa mis orejas enterraito entre tus piernas, y tu me dices ay y yo todavia no te escuchao a tu pregunta ay no te oigo en bien, porque ando sumergido en tu miel ay que bien. Ella me mira simpática y maliciosa. Pido dos gin-tonic de Tanqueray. La vida es cálida cuando la gente todavía no se ha probado en la cama, y las palabras caen cercanas con saliva y aliento. Fuera llueve mucho.  Aunque Humbert lo había avisado: Me pregunto si fue entonces, en el resplandor de aquel verano remoto, cuando empezó a hundirse mi vida.



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