sábado, 17 de noviembre de 2012

Alfonso: Sublime sin Interrupción.-


Venía a darme unas entradas de los Stones, con la salvedad de que no tenía entradas de los Stones y ni siquiera habría concierto de  Jagger y sus secuaces. Pero él me lo dijo, e incluso me insistió: tengo unas entradas. Tenía poca cosa y daba lugar a escasa evidencia material.  Un buen abrigo roído y un litro de Mahou en la mano.  Quería dinero, pero sin pedirlo, que es la forma más elegante de reivindicar una necesidad. Aunque sí insistió en un rotulador edding negro de punta gorda: acabo de tener la percepción mientras escribo estas palabras de que lo quería para esnifarlo como los niños de la calle de Lima, de Moscú o los rumanos de Madrid. Sí, era el mismo de varios posts precedentes, hará un año y medio. Puedo jurar en esta tribuna que sonaban los Smiths en la Divisa Hortaleza y que el tipo se ha puesto a llorar, a lagrimear dócil, suave como un hombre herido, y a bailar, y lo hacía muy bien el hijoputa, ciertamente con buena técnica y con una cadencia melancólica y desgraciada, frente al espejo grande, observándose el retrato, un arquetipo cualquiera pero no cualquiera. This Charming Man. 
 I would go out tonight
But I haven't got a stitch to wear
This man said "it's gruesome
That someone so handsome should care"
Un auténtico dandy de Baudelaire, vivir y morir frente al espejo, sublime sin interrupción, desde la indigencia, desde aquella miseria indolente y de cierto placer. O no, pero le duró unos quince segundos, también puedo atestiguarlo. Hoy no miento. 
Después se puso a llorar, con los putos Smiths. Si lo sé le pongo cualquier intrascendencia electrónica de Kevin Yost, que no llora ni Dios. Yost es para estar, y punto. Si hubiera llorado con Bisbal se me hubiera caído el mito, pero Alfonso retornó a la juventud con Morrissey, con ese aire erudito y de brazo de mar ajado pero no desintegrado. No sé si me entienden esa elegancia connatural de los ricos ancestrales venidos a menos. Sublime sin interrupción, fácil, sin posturas afectadas, sin la pose desencajada de un director de oficina bancaria cuando habla de los bonos del tesoro, o de Eduardo Serrano (menudo soplapollas) en Intereconomía cuando habla de maricones y putas, que es su hobby. A continuación ha declarado solemne, suntuoso, que las las dos profesiones más difíciles del mundo son las de naviero y músico. Yo le he dicho que sí, que eso estaba muy claro.
Alfonso, un vergel en mitad de la tragedia, con su voz envolvente y estéreo, aquel marinero venido a menos, los últimos años de Fitzgerald cuando era demasiado feliz antes de estar demasiado borracho, porque la vida se mueve más que el carrusel de un hamster. Y todo eso del azar y la búsqueda. Bebió un largo trago de cerveza y se volvió a mirar en el espejo, a continuación abrió mi edición de Fayard del 47 de Muerte en Vencia (Mann), lo miró con ojos de fogueado de la vida y me dio la aprobación. Me apretó la mano como los hombres de antes y salió de la tienda caminando con una lentitud desoladora a buscarse entre la chusma que era suya pero no era suya, o era su mundo pero no era su mundo, y él sabía que ya no era lo que era; incluso yo lo sabía, y él sabía que yo lo sabía.
No sé si lo recuerdan: http://janpath-broadway.blogspot.com.es/2011/08/suave-es-la-noche.html


3 comentarios:

  1. eres genial tío, marta, b

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  2. Y añadiría que la vida de los gangster se mueven más que el carrusel de un hamster.
    Algunos tipos sólo saben apretar correctamente las manos, todo lo demás hace tiempo que lo dejaron
    Mola esa anécdota con tranquilidad
    Deica

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