miércoles, 9 de mayo de 2012

Una Breve Historia de la Evolución Humana.-


Ellos eran otro arquetipo de los cool de Malasaña, y yo siempre les imaginaba con el trasfondo del sonido de The Animals, tal vez The House of the Rising Sun en mitad de una nube de aceptable polen de Casablanca, lo cual tampoco es demasiado original pero queda poco inédito, queridos. Se permitían licencias como decir que eran unos postmaterialistas trasnochados que mamaban de los setenta. Es decir, otro tipo de modernidad que solo entiende de apariencia y tiene idioma de clave y contraseña, pero sin conspiración ni policía. No sé si me entienden, habían leído Los Detectives Salvajes, les gustaba Rimbaud, pero no tenían ni puta idea del movimiento simbolista (ni yo) , eran físicos pero se volvían abstractos, y hacían sus reuniones en un ático de la Plaza del Dos de Mayo, donde se saludaban con consignas enigmáticas y con ese sarcasmo de la juventud de estar por encima del bien y del mal y vivir la vida en torno a un clan. Aunque había demasiada afectación, sobretodo cuando estaban borrachos, no dudaré de cierta apariencia de humildad en la condición sobria, porque había y existía esa modestia que sabía de la fecha de caducidad de aquella  facción pseudoprogresista, que en ningún momento eran los infrarrealistas, quede claro, aquéllo era otra cosa.
Yo estuve alguna vez entre ellos, manteniendo la distancia, aunque hablando bastante con dos o tres que me caían bien, quizá porque tenían cara de corderos degollados, no mordían y eran tan abiertos mentalmente que parecía que estaban especulando contigo. Y me divertía. Otros en el fondo eran gente bastante extremista, y amaban y odiaban al mismo tiempo en un intervalo de cinco minutos, o de dos, y hablaban igual de una tasca como del último residuo amable de la Madrid tabernaria o del infrarrealismo de Roberto Bolaño, y entonces odiaban a Octavio Paz. También detestaban los sitios snobs y la moda de la ginebras premium. Miren en el fondo, yo creo que era un especie de secta postmodernista que estaba en disidencia con la vanguardia conservadora, los que a su vez, cierto es, porque también los conocí, tenían un estilo vacío, y teniéndolo todo tenían mucho miedo de avanzar hacia ciertas verdades del universo. Esta gente iba al Buddha Bar, al Snobissimo, y a comer croquetas al José Luis, y también tenían su propia burbuja, aparte de las del champán francés y fever tree. Tomen consciencia: todo el mundo tiene su pompa.
Luego, pasaron los años, y los postmaterialistas vieron sus objetivos cumplidos. De repente fueron gente juiciosa, hacían reservas en los mejores restaurantes asiático-peruanos de la ciudad, bebían ginebras premium y se apuntaron al gym del conde Lecquio. Asimilaron las palabras sacrificio y trabajo en su formación personal y el placer tomó magnitud de recompensa, y no creo que inventaran mucho su vida pero sí estoy muy convencido de que modificaban la tuya en función del sarao de turno. Si no encajabas, ni siquiera se molestaban en inventar, entonces te ignoraban. Eran ese tipo de gente que decía que la muerte de Amy Winehouse se veía venir como si no hubiera muerte que no se viera venir, ese tipo de gente que prefería escuchar cualquier mierda de Dani Martín (ese destroyer del barrio de Salamanca) en el local rancio de moda antes que a Janis Joplin que también se murió con veintisiete porque se veía venir. Ese tipo de gente que decía: estas tías golfas y drogadictas que no curran en una multinacional, pues se veía venir. Este tipo de gente que cantaba en la pista de una discotecta: Zapatero fue un error. Era un tipo de gente bastante ridículo, en cualquier caso.
Otro día resultó que los postmaterialistas eran la sucesión analógica de sus padres, no clones, pero seriamente afines. Hacían estrategias para ser brillantes, argumentaban y desarmaban posiciones políticas, decían que Bolaño era una leyenda ficticia, es decir un autor supravalorado, e incluso algunos leían esa literatura de legionarios de Pérez Reverte y panfletos fascistas de Salvador Sostres, y soñaban con los códigos de barras porque todo el mundo tenía uno y era descifrable e invariable. Y no se sabe muy bien si creer en Dios era moda o fe, pero sí puedo dar constancia de que a veces daban ganas de irse a vivir sin tele y sin electrónica, y sin debate de cena de sábado por la noche, y sin poses y sin justificaciones, al puto campo, aunque estoy seguro de que nos hubiéramos aburrido de las margaritas y las gallinas porque el ser humano nunca ha estado bien acomodado en ningún lado, ni siquiera en el postmaterialismo, y yo en en caso de ustedes, desconfiaría de aquéllos que les vengan con el cliché bien definido.
Tuvo que venir un francés, un chovinista llamado Benjamin Clemeceau, a decirnos que el hombre absurdo es el que no cambia nunca, y un marica universal de la República de Irlanda de nombre Oscar Wilde a contarnos que no hay hombre suficientemente rico para comprar su pasado. Amén y buenas noches. 





3 comentarios:

  1. Pues eso, ciclos est ciclos, que dirían los romanos.
    Deica

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  2. Me he liado; entonces los postmaterialistas fueron después materialistas de pro? Si es que darse aires de moderno es muy difícil, y si encima pretendes también ir de intelectual y de filósofo de taberna la cosa se complica ya una barbaridad. Mejor quedarse en superficial y a vivir que son dos días :P.
    Besos!
    Eres la leche escribiendo :-)

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    1. Merci Lili, sí hablo de ciclos, tengo amigos de militancia comunista en la universidad que ahora son grandes conservadores, y viceversa, todo da muchas vueltas, pero en fin, como dije alguna vez, yo no tengo una opinión evolución de casi nada, bss

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