jueves, 8 de septiembre de 2011

La Luz del Túnel.-


Yo nunca he visto la luz al final de túnel de los moribundos, principalmente porque no se me ha presentado el trance, ni se me ha pasado la vida en cortometraje flash-back, en los previos del tránsito a la morgue, es decir ver a mamá sacando fuerzas en el parto vaginal espontáneo que me trajo a la vida, ver a mamá peinándome y secándome el pelo con vehemencia, ver a papá nadando en aquel mar de aquella playa del sur, ver a César hablando con la c porque vivimos una temporada en Andalucía, ver a Julio coleccionando las monedas que nos traía nuestro tío reportero de Informe Semanal de sus viajes por el mundo, y ver a María en aquella gélida Salamanca del 2000, cuando nos lo bebimos todo,  se nos hizo de día y una tragedia consumada se deslizó hacia un amor efervescente. Pues eso, capítulos de la retina de toda una vida. No, no he visto los ciclos de toda  una existencia en los precedentes de la muerte, pero pienso cada día de mi mísera y decente supervivencia en la posibilidad de que un día me vaya a buscar las tablas de por vida, y apaga y vámonos. Y que hay formas de muerte, donde no se ve un carajo, ni antes, ni después. Y que hay formas fortuitas de salvar la vida. No sé si me entienden. Imaginen que caminan por San Bernardo con una caja de pastas y una botella de vino, y se cruzan con un comercial del Círculo de Lectores, con esa pose tan detestable, y tan llena de plástico, y aprovechan un par de segundos para mandarles al carajo con una negativa psicopática. Acto seguido, pierden cinco segundos en tratar de reconocer un culo bamboleante y una melena de exuberante negrura. Parada en seco, y retroceso a aquellos andares y a aquel culo nervioso, para dar cuenta del error. No era esa antigua novia. De pronto, en la confluencia de Alberto Aguilera, unos siete segundos más tarde, un Opel Astra tuneado hasta las trancas se arrastra por Madrid como un bólido grosero mamado de gasolina y cubatas, y se pasa por el forro del carburador el muñeco verde. Derriba mortalmente a un peatón. No creo que viera más allá del pánico, y la luz del túnel, pero turbia y siniestra.  En fin, a veces siete segundos bastan para beberse el vino y comerse las pastas, y el túnel se puede ver cada día, incluido el destello de toda una vida, al contraluz de una copa, por ejemplo.

3 comentarios:

  1. Yo creo que si la veo, dependerá de la edad que tenga, a más vieja, más correré ;)

    Besicos

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  2. Solo una cosa: Genial. Marta.

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  3. Qué post más chuloooooooo
    Besis

    p.d.: jai chacho, ver er sálvame no puede traer naaaaaaaaada bueno

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