sábado, 12 de enero de 2013

Fantasmas de Madrid (14).-

Pienso que el mundo está lleno de fantasmas, no en el sentido de que estemos rodeados de duendes fardones (además) sino en la apariencia espectral . Los habitantes de Madrid somos los fantasmas de vanguardia, somos algo en función del espectador; los estados sociales se actualizan y la ciudad marca los destinos.  Por lo general queremos agradar (o no queremos agradar). Depende del día, así son las ciudades. Vale, y después la muerte es una cosa milenaria y añeja; no sé quien nos tarifó tan diferente a los ciclos de las tortugas marinas, pero nuestra esperanza de vida en occidente ronda los ochenta años. Luego, la otra muerte. Les quiero decir que hay muertos que están muy vivos, más incluso que los que aún no han buscado las tablas; y hoy he leído en facebook: The importance of being Oscar Wilde. Enunciado por una gran pija del barrio de Salamanca. La gente tributa a los muertos en los muros. Elvis, Rimbaud, Kafka, Wilde. Me pregunto si Sidi estará muerto para Belén, si espera algo a cambio de nada, o vicervesa; o si Sidi es un muerto deambulando por una cárcel, o si es agradable o  desagradable. Quieran o no, el amor está ahí, con ese matiz de adoración y odio en cercanía.
Sus vidas dependen del control, del miedo a la muerte, del dinero. Hablamos de la muerte y de repente del amor con una pareja moderna de Malasaña en un restaurante tradicional y académico del Barrio de Salamanca. Los camareros no llevan camiseta, no dicen chicos queréis algo para picar y no son actores en paro, que suelen ser mis frecuencias. Son tan buenos, tan profesionales que dan ganas de darles un beso en la frente al salir. Mientras, la comida riquísima, de abuela limpia, pija y gran cocinera. Carga  tanto usted, tanto caballero y tanta señora pero son muy buenos. Fuera ambigüedad del rol, estos tipos saben lo que se traen entre manos. Son realmente muy buenos.
Realmente somos ocho en la cena y nos han sentado a dos enfrente como en toda mesa que se precie de ser una mesa. Una pareja heterosexual. No los conocemos, o no los conocíamos de antes. Son fantasmas de Madrid. Siempre hay un partner más desprendido que otro. Es él, va de individualista, y es un fantasma fardón de la independencia. Le gusta hablar del negocio textil y de las finanzas, aunque aburre a las ovejas. Yo escruto sin darme cuenta en los sentimientos de la gente. Con una caricia a mi chica es suficiente, ellos lo miran, se miran, y poco a poco te van a contar su vida, la afectiva. El rioja Martínez Lacuesta también hace lo suyo. Llevan cinco vinos y ya sé que nunca tienen ganas de follar a la vez, posiblemente porque él también folla fuera de casa y ella tiene un amante de veinte, aunque eso son conjeturas mías. Ella se ha puesto super cachonda leyendo 50 Sombras de Grey; una humillación guay, con clase, excitante, dice. Yo no conozco nada de ese artefacto, les aclaro, porque yo soy muy guay para la literatura, y no leo cualquier cosa. Ahora me pregunto si tendrán bronca cuando lleguen a casa. En el otro sector de la mesa se mantienen al margen y hablan de tecnología y del mercado de la noche, es decir la carne de los bares, a intervalos irregulares. Sin ser presuntuoso creo que le he gustado algo a Marta y que me la podría llevar a la cama sin dificultad, más que con el instinto de un gin-tonic de más y mirándola como no la miran desde hace tiempo, con ilusión. No es que me haya metido mano en el paquete descalzada de los tacones, un pie y una media de seda; por debajo de la mesa; no. Los ojos, cuando hablan, no más. Perder el control y pasarlo bien está bien, pero perder el control y hacer daño en paralelo también tiene su cadencia con lo anterior. Si este momento de nuestra vida fuera una película porno estaríamos los dos en el lavabo follando, pero somos dos fantasmas en un restaurante tradicional del barrio de Salamanca; y guardamos las formas y todo eso. Como ella se ha sentido sobreexcitada con 50 Sombras de Grey, él, Juan, suspicaz y envidioso, habla de lo buenas que están dos o tres chicas de su oficina de consultoria financiera y de la carne fresca de los veintidós años. Es ese en el momento en que María y yo nos miramos descaradamente, y explotamos en carcajada.
Después salimos de copas, y Juan está lo suficientemente borracho para sincerarse, o ser franco, o algo parecido. Estamos apartados, al fondo de La Realidad, el bar de los artistas y la pose de Malasaña. Me cuenta que necesita apoyo psicológico, y que está enamorado de Alejandra, una pija de ICADE, de veinticuatro años. Carne fresca, recalca; lo cual jode un poco su exposición, la afea cuanto menos. Marta era muy complaciente al principio pero ahora es egoísta, artificial, hostil y absurda. Puta sociedad y puta monogamia, dice. Él si parece realmente ilógico, absurdo. No sé ni como desprenderme. La identidad es muy importante, y nadie la tiene; pues tío ahí lo has clavado, cavilo en ese momento. A ratos lúcido, a ratos un pobre borracho, a ratos un duende fardón. Presto mucha atención, es mi manera de disimular el aburrimiento; le miro mucho a los ojos porque a medida que avanza sus rencores y su verdadera personalidad, me voy enterando de menos. El tipo necesita una salida, también Marta; María me hace un gesto al otro lado de la barra, Juan es como un indio en un mercado del Janpath tocando tetas con los codos; contempla los culos con una franqueza alarmante. Un buen día se fugó el respeto, grita Marta. Suena Big Jet Plane, qué buena onda. 









4 comentarios:

  1. Pienso que compartimos vericuetos gustos iguales...
    :)))
    Pues la modelo es estupenda...
    Eso
    dl·J

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  2. Me divierte, me gusta, me hace pensar, me hace reír y me jode que se acabe... creo que es bueno.

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