Hubo una época en la que no importaba ser analfabeto para hablar en las tertulias del RDTO (Receptor Dactilar de Transmisiones Optativas; antaño llamado televisión), y tampoco era de mucho interés que el pueblo no conociera cosas tan básicas hoy como las Leyes de Kepler, la Ley de la Gravitación Universal, y la rotación y la geología de Venus donde ya hay algunos de nuestros contemporáneos viviendo. Ellos lo llamaban el Estado de Bienestar, y todos querían entrar en la trilogía de ser ricos, guapos y famosos, pero el sistema se les fue directamente a Júpiter (antes se decía al carajo) básicamente porque eran muchos para tan poco pastel, y aún no vivía nadie en lugares como Neptuno o Mercurio, planetas famosos por la asistencia integral sanitaria, la prostitución reglamentada de las alienigenas, el LSD prescrito en receta farmaceútica, las mejores universidades siderales y la carencia absoluta de desocupación activa (antes, el paro), por la fertilidad de la tierra y el gran negocio montado en torno a las famosas sondas, las naves Mariner 10 y Messenger que orbitan entre la Tierra y ambos planetas.
Ya ven ustedes que mundo verdadero hemos conseguido crear, tenemos un salario mínimo interprofesional de 180.000 merkeles al mes, hemos eliminado absolutamente el déficit rajoyano, la deuda pública del zapaterismo terminamos de pagarla gracias a la colaboración de Neptuno en 2.269, tenemos tres médicos por habitante, un ingeniero de telecomunicaciones por cada cinco de nuestros sincrónicos paisanos, los Tecnócratas de Carrera se doctoran en Cambridge, pasa el filtro del jurado erudito (antes popular) en Madrid, y Mercurio subvenciona el 80 por ciento, nuestras prostitutas (fíjense, antes las llamaban putas) han recibido el honorable Premio Salubre de Houston y las tres últimas guerras terminaron con la Erradicación Talibán, la muerte del último de los chavistas y el asesinato por la polcía sideral norteamericana (antes FBI) del último gilipollas cósmico de la saga de Bashar al-Assad.
Tengo noventa años, buena papada y los dientes de un brillante gris cobalto, y estoy posiblemente en el ecuador de mi vida. El tema es que estoy pensando en clonarme en una clínica especializada de Saturno, porque he vivido de puta madre (antes también se decía de puta madre) y lo único que nos angustia en cierta manera es el post mortem. Y en fin, como decía Nietzsche, precisamente juzgamos el pasado porque hemos construido el futuro. Saludos desde la Estación Orbital del Buen Retiro.