lunes, 22 de agosto de 2011

La Proa y la Cala.-



Todo el mundo sabe que es mucho mejor fondear en una cala espectacular que atracar en un puerto marítimo, que viene a ser una especie de water flotante lleno de peces comemierda. Primero me zambullía en el mediterráneo, para ir rescatando la vida y matar la modorra del amanecer. Bueno, quizás también aprovechaba para mear. Desayunaba café con leche, tostadas y zumo de naranja, hacía mi inmersión y me dedicaba a no pensar en nada y buscar alguna reliquia de los mares: quiero decir que hago snorkel, o buceo libre, o como coño lo quieran llamar, digamos, submarinismo a lo cutre, unas aletas, unas gafas, un tubo, y un colega con ganas de  relajarse en esa especie de quietud radiante que es la suspensión bajo el mar. No vi mucho,  pero tampoco pienso que sean los mares, océanos desérticos: muchos sargos, bastantes agujas, tres rayas, unos cuantos lenguados camuflados en las arenas y peces de colores chillones, azul eléctrico y verde fosforito. Más o menos lo mismo, día tras otro. Molaba bastante, pero busqué morenas y pulpos entre las cuevas y había bastante terreno despejado de fauna. Curiosamente la tierra está plagada de murénidos y cefalópodos. En el mar, la tendencia es el olvido, una especie de amnesia de la mierda que nos invade. Luego navegábamos a vela. Es cierto que un catamarán no se escora tanto como un velero monocasco, pero también tenía sus inclinaciones, bifurcadas por el viento y las olas, acojonante para el que suscribe, que se confiesa suicida de la proa. Pues eso, hacer algo para poner proa al viento, izar la mayor, tomar los rizos, y aferrarme a las barras que sujetan el soporte de la vela génova, que viene a ser el límite de la proa, el lugar donde te calas absolutamente, se sienten los golpes y los saltos del barco y las olas te bañan con loores de filones orgásmicos. No sé, debe ser algo en paralelo al cielo ese del que hablan los papistas de Madrid. El edén, la bóveda celeste inmersa en un tajamar de catamarán. Ganarse la proa para la vida eterna. 
Todo el mundo sabe que la vida se parece más a un puerto marítimo que a un ensenada natural, y que viajamos en popa, amigos, en la tierra, no nos queda otra que la popa. La marejada burocrática que sacude nuestra posición en proa nos arrastra a esa bovedilla que es la patria. ¡¡Que paren la tierra, yo me bajo!! Pues eso, en el mar, al menos, en condición amateur, uno puede decidir que quiere proa y cala. 



6 comentarios:

  1. Nos da un poco igual por donde estemos, los políticos siempre nos van a dar un poco por la proa...

    Besicos

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  2. Muy acertada la similitud , Marta. b

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  3. Disfruta men!!! ¿Tienes las cervezas frías?

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  4. Escorados casi todos, la proa para los elegidos, bs, Belén.
    Un beso Marta.
    Claro que había birra fría. Si no fuera así me hubiera tirado desde la proa a 20 millas de la costa. Un abrazo.

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  5. una entrada que me deja pensando, al final siempre acabo diciendo que los políticos son iguales en todo sitio. Sea en Lima o en cualquier otro lugar.
    Una comparación muy interesante y acertada, una muy buena entrada, besos

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  6. Yo también quierooooooooooooo

    Puedo??? :-) un beso desde las calas de Ibiza

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