lunes, 1 de agosto de 2011

De Putas.-


Pues que les voy a decir, tampoco me parece una tragedia lo de ser puta, en sentido generalizado. Como tampoco sería un dramón ser peón de la construcción, salvo que la explotación radique en una aldea china fronteriza con Mongolia, o en la misma Somalia. Otra cosa serían las mafias, las niñas, la explotación y un puñado de esclavas sexuales trabajando por un puñadito de dólares. A mí la calle Montera me da mucha grima. Las putas son más tristes que guapas, se gastan una innecesaria crueldad entre ellas mismas y se exhiben como escaparates de carne mustia y miseria real. Algunas son casi viejas, otras son casi niñas, y ninguna parece disfrutar vendiéndose. Creo que sienten el acecho, ese espionaje proxeneta que es cualquier fulano saliendo de las salas de ludopatía de aquel entorno de puterío cutre. En contraposición a la hipótesis de que ser puta callejera es una tremenda putada, mi teoría es que ser puta de lujo, o profesional, o prostituta de high standing, puede estar bastante bien. Que si una se quiere hacer jamón de bellota y cobrarlo bien, que lo cobre. Y el Ménage à trois a precio de bogavante gallego, claro está. Me parece bien. Por tanto, no es tanto la prostitución en sentido dramático, sino que habría que buscar la tragedia en las condiciones del ejercicio, derivadas del flujo migratorio del Este de Europa o de las más míseras de las Áfricas existentes.
Hasta cierto momento de la vida, la prostitución tuvo su dignidad, y su prestigio, cómo iba a carecer de reputación el oficio más arcaico de todos los tiempos, si hasta las pinturas rupestres nos han dado los vestigios de la existencia de putas en la prehistoria. Luego llegó San Jerónimo, y empezó con ese cuento inmoral e impúdico de que las prostitutas se entregaban al vicio de los pecadores de la carne. Y San Pablo, y todo se fue desviando a la depravación y la lujuria como trenes de alta velocidad con destino al Infierno. Aparecen las tinieblas y las llamaradas y las putas empiezan a ser malas. A la hoguera. 
Pero han tenido y tienen su destino social. Mucho necesitado y mucho vicioso, y mucha felicidad artificial pagada. Y mucho que aguantar, claro, esa es otra, desdentados, cocainómanos, borrachos, niñatos llorones. Ser puta tiene su precio, claro que sí. Pues eso, a pasar por caja, y a mirar un poco a Holanda, para regular, y hacer limpieza, no necesariamente de putas, sino de proxenetas y malparidos. Me parece.

7 comentarios:

  1. T-O-T-A-L-M-E-N-T-E de acuerdo. Marta

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  2. Yo tuve un amigo que tenía un sentido del negocio un tanto especial... pensaba abrirse un local de alterne sin saber que era delito. Yo si todo el mundo quiere y es libre de elegir no tengo nada que objetar a la prostitución, lo que me da en la nariz es que creo que ninguna quiere...

    Besicos

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  3. Sí que sí, me ha gustado mucho,
    besazo

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  4. Sí es muy certera esta entrada, que la mayoría acepte su condición pienso que la mayoría pienso que no quiere,... hay un@s que les gusta pero son poquill@s ,
    me gusta mucho tu eferversencia al escribir esta entrada, besos

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  5. Un bs Marta
    Hombre, sabido es que es vital la libre elección y la libre modalidad a la hora de practicar sexo, besos, Belén.
    Buen verano y un besazo, Jeza
    Mixha, me agrada ese efervescencia. Lo tuyo es puro trance y misterio, un besazo.

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  6. El bogavante gallego, un lujo, un gusto.

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  7. En china no hay putas, lo dice el presi.

    Hay centros de masajes, peluquerias...y ellas siempre estan sonrientes...

    No puedo, sin duda, estar mas de acuerdo contigo!

    Un besito

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