miércoles, 6 de noviembre de 2013

He Venido Aquí a Hablar de mi Libro .-

Y como bien dijo Rousseau en cierta ocasión , en mitad de una teoría republicana y la Revolución Francesa tomándose un coñac con Voltaire: las ciudades son el abismo de la especie humana. Entonces yo me hice de un par de chinobirras y empecé una novela que iniciaba con una poeta que se iba suicidando en cada verso, y era cada vez más bonita en ese proceso evolutivo de ir cortándose las venas con la tragedia poética. Y aquello lo consideré catarsis. Sucedió en Madrid, como decían aquellos derrotistas de la tele autonómica. Yo iba a desarrollar la historia de las ciudades, que han sido universalmente la crónica de los sueños y la quimera, fabricadas de hormigón, cemento, hierro, deseos y miedo , y aunque el hilo del discurso era un secreto que aún desconocía, sabía que las normas absurdas de las ciudades, sus perspectivas engañosas y la máxima de novelar la ficción para convertirla en realidad o viceversa era un reto que me excitaba sobremanera. 
Escribí sin mirar la hora, en pijama, en calzoncillos, con café con leche y legañas, con cerveza, con bastantes cervezas, con considerables pelotazos de alcoholes de cuarenta grados;  incluso llegué a escribir con un vaso de agua porque la literatura me daba muchas ganas de socializarme conmigo mismo en aquella taberna que venía a ser mi mesa de trabajo desde donde contemplaba todo el recorrido de la calle Hernán Cortés de frente. Sí, también escribí en París, como se explica en la semblanza de la novela, sobretodo porque imaginaba los Faulkener, Fitzgerald , Hemingway extraviados en la Generación Perdida de aquel París del final de la primera guerra mundial y me entraban ganas de haber nacido 115 años antes para haber formado parte de aquel desconcierto de jazz, ascenso, declive y mujeres, aunque fuera de audiencia y hacerme un poco el guay; ustedes saben. 
Y llega un buen día de junio de 2013, y llenamos un barreño, de latas de mahou y botellas de vino, y me pongo a contarles a los agradecidos espectadores que era mis amigos, con una mano agarrada a  una cerveza y otra al corazón, que no hay héroe sin previa caída, por aquella dimensión bukowskiana de que no hay valiente si se ha visto la victoria como único rumbo. Por tanto la novela no está basada en la vida de Borja Thyssen. Y vamos a reflexionar sobre la muerte, el desamor, la vida más lunática de la noche, la bohemia, los viajes, las mujeres que nos amaron, los amigos muertos y las diferentes formas que tienen los hombres buenos de abatirse, besar el suelo, y de sublevarse, alzar el vuelo. 
Luego nos vamos a Soria, la firmamos con relativo éxito, al menos a mí me lo pareció desde la magnitud novel del acto de firmar novelas, pero ante todo me lo paso de puta madre, como un chaval en un carrusel. 
Después , distribución. 
Todo esto para decirles que estoy muy agradecido porque me llegan de vez en cuando sus mensajes, y hablamos un rato , y yo les trato de manera muy cortés y les mando abrazos y les emplazo a comentarla en una taberna; y como tengo el suficiente ego para ser pudoroso no le doy demasiada importancia a los halagos que quiere decir que si se la doy pero no los expongo de manera pública. Y algunos de ustedes saben que quiero seguir siendo el puto amo de la naturalidad. Las críticas me las como con patatas a la riojana, pero no me carcomen hasta el momento, porque he visto cierta equidad, tal el caso de Fac Magazine, y porque a veces puedo llegar a tener esa capacidad quimérica (por tanto no me crean demasiado) de encontrar una carantoña en un juicio de trazos irregulares, final desigual o fisuras. 
Pero para que algunos de ustedes tengan su propio criterio, deberían comprarla y así tomaría trayectoria y percepción en su intelecto algunos detalles que significan poca cosa, pero dicen mucho: La cuestión es que si uno cambia mucho de vagón puede acabar en las vías, pero eso ya no importa. 
Dan ganas de beber un poco mirando la lluvia repicando en el balcón, y ver que ya llevamos unas cuantas cicatrices bien agarradas a la piel. 
En cualquier caso , Tres Hombres para Tres Ciudades es mucho más comedia que tragedia. Se lo juro, por el alma de Fitzgerald. Y de Umbral. Que la peña se lo está pasando de puta madre, se dice, se cuenta, se rumorea. Hasta pronto. Javier Divisa.


miércoles, 2 de octubre de 2013

Nocturno Madrid.-


Camino por esta ciudad que se llama Madrid. Dos o tres de la madrugada, qué sé yo, a partir de las doce y media nunca sé que hora es. Como Antonio Vega. Voy tarareando a Sabina. Las niñas ya no quieren ser princesas, y a los niños les da por perseguir el mar dentro de un vaso de ginebra, pongamos que hablo de Madrid. Bah, cómo ha cambiado el cuento, Sabina, los niños rastrean el éxtasis, colega, mola la psicoactividad (mazo, dicen) , y las niñas de vez en cuando son las princesas de las tinieblas, pero las niñas molan mucho, adultas, caray.

Camino, y me miro los pies y de vez en cuando miro al frente y veo las terrazas de La Sureña a tutiplén de diversidad, por la heterogeneidad de las tabernas, y tal. La Sureña es la globalización de la raza humana. Qué hay ahí, lo que tú digas hay ahí, un pensionista comiendo gambas, unos indies bebiendo cerveza y hablando de Breaking Bad, un par de egobloggers de moda mirándose los pies como yo, y las uñas, y un diputado de ERC, que no lo conoce ni Perry, hartándose de jamón ibérico y diciendo:  molt ric, molt ric el pernil, Jaume.

Me cruzo con extraños, y de  igual manera yo soy forastero para ellos. Y no me gusta que la gente se adueñe de la acera, ni golpearme con espaldas y hombros. O bien te pido perdón, o bien te llamo gilipollas dos metros más adelante porque ni te has coscado, colega. Tampoco he tocado en mi vida tetas con el codo. Yo siempre me lo he trabajado y de gratis no me molan ni los abrazos, ni las manos flácidas y sudadas sobre mi propia zarpa de roca. En Fuencarral siempre está oliendo a porros y siempre hay un momento en el que escuchas locuciones sueltas, tan periódicas y gastadas, que llegan a parecer una clase de eslogan: "necesito farlopa, pero ya" , "una raya tío, por fa", "Desigual está quemado", "me apunto al gym, o a Pilates ?", "qué puesto estoy, de todo". Vale, pero casi me potas en los zapatos.

Sigo mi camino. Me encuentro a unos amigos, y los llevo a casa. Beber, hablar, reír, rock, ser un poco trascendentales, y terminar siendo frívolos, eso vamos a hacer. A veces me gusta demasiado dejar de ser un autómata de la calle.  Esta noche he escrito en un post-it: REVISIÓN VALIENTES IDIOTAS. Como si no lo supiera, ya, pero es que en la nevera queda muy bonito, y definitivamente una caverna te salvaguardia la vida.





viernes, 30 de agosto de 2013

Cambalache (Mis Respetos) .-




Diría que el Cambalache tiene toda la legitimidad y la certeza de esos espacios del universos que son alegres aunque tengan ciertas reminiscencias de la tragedia. Felices y tristes. Como aquellos chicos, The Smiths, que sonaban tristes y eran alegres. Y esto no es más que la impronta de lugar auténtico y verdadero que aborda al Cambalache, tripulante, navegante entre la felicidad y la nostalgia como todo vergel que se precie de verdadero en los bulevares de la noche. Lo demás es naif e insustancial. 
Jugando a las entelequias de la madrugada, quizá en otra época y en otro lugar, el Cambalache sería bálsamo de Fellini, Hemingway y Fitzgerald, porque ellos también eran expertos en desmontar la balanza de la tragedia con una buena farra de whisky, un piano y dos guitarras, en gestar la vida triste de la madrugada con la complicidad causal del momento. Y mañana será otro día. Hoy, ahora es presente.   
Retomemos la quimera. Allí hay espectros de músicos muertos, quizá en una calle de Malasaña, sonriendo en una esquina como uno de los perros románticos de Bolaño, amores caducos, artistas incipientes, ninfas en plena ebullición, bohemios, poetas incandescentes de esos que NO se van suicidando en cada verso. Y queda ese germen de que la vida no era como nos la habían contado; eso es Cambalache. Un mercado, un trueque emocional de las grandes mentiras que vienen a decir la verdad. Un vividero en mitad de la tragedia, pues eso. A gozarlo. 

Cardenal Cisneros 25
Glorieta de Bilbao
Cambalache. Dale Ramón !

viernes, 12 de julio de 2013

Presentación de la Novela en Divisa.-

(TRES HOMBRES PARA TRES CIUDADES)


Presentar una novela puede molar tanto como la primavera cuando nos empieza a enseñar las tetas, tanto como repetir diez veces una de mis citas preferidas de Fitzgerald mientras me tomo un Glenfiddich (soy muy feliz antes de estar demasiado borracho), tanto como la noche cuando se convierte en la mejor mitad de la vida.
Presentar una novela de la mano de mis amigos Estelle Talavera, Chema de la Quintana y Fabio Vericat viene a ser como acariciarle las tetas a la primavera, tomarte un Manhattan con Scott y los acordes de la Jazz Age, y caminar en la noche hacia el alba, en perfecta compañía. 
Y como ando en éstas de vivir esta mañana de la alegoría, no olvido aquello del maestro Stevenson: lo importante no es llegar sino ir. Caminemos pues por esta travesía de las letras pulverizadas en nuestro propio desorden 
Caray, que estuvo de puta madre, eso es lo que quería decir. Sin más. Y coño, que os aprecio. Hasta otra.

viernes, 28 de junio de 2013

Tres Hombres para Tres Ciudades.-

Tres hombres para tres ciudades

En Madrid no hay playa pero sí hay locos, vaya, vaya. Quizá demasiados, y cuando el calor los va desvelando del sopor del invierno, se desbordan las cuevas de la ciudad y no resulta demasiado difícil explorar el combate, la ferocidad de la trilogía : alcoholes infames, locura y la canícula abrasando el asfalto. Algunos llevan jirones de lana en mitad de los 37 grados, bronceados de un rojizo alcoholizado y un cartón de vino de batalla, y van cantando a la venganza desde la mísera dirección de la batalla perdida. A los locos hay que darles razón, y  eso me dediqué a hacer el otro día, cuando uno de los lunáticos que abundan y exceden las razones por las que Hortaleza no es una calle ecuánime y mesurada, me vino a decir que él, así tal como estaba, con sus desgarros y sus harapos, en otra época había comido angulas y había visitado mucho las barras americanas de Barcelona. Y yo movido por la ilusión de que Amargord Ediciones me había entregado la novela, le dije que qué guay, que ya se iba con dos voluptuosos manjares a la tumba, angulas y putas, en perfecta sinfonía. Porque eso viene a ser la vida, un juego de probabilidades terribles, y justamente me corresponde ahora a mí velar por las supervivencia de una novela. Por ello, gracias Estelle, gracias Chema, gracias Miguel, por dar luz a la barra americana del Dorian y a los locos más valientes de París, gracias por estas metafóricas angulas que vienen a ser la novela y por los viejos tiempos de Tres Hombres para Tres Ciudades. Brindemos por la libertad, con una botella de Burdeos, tal cual haría Nicolás de Vinarés. Qué demonios !!

martes, 28 de mayo de 2013

Mi Interviú con el ingenioso Juan Aparicio Belmonte.-



1.- ¿Cómo inicias la búsqueda del equipaje de tus novelas? ¿Cómo se inicia ese viaje?

Ideas muy básicas, o escenas que me resultan más o menos sugerentes y las pongo por escrito. A partir de ahí voy tirando del hilo.

2.- ¿Es la vida más kafkiana que tus novelas o viceversa?

La realidad siempre supera a la ficción, tal y como dice el refrán. O sea que la realidad es más kafkiana que cualquier ficción de Kafka y al mismo tiempo tiene más de Groucho Marx que cualquier película de los hermanos Marx y puede ser también más faulkneriana que cualquier novela de Faulkner. La realidad lo engloba todo. O, por decirlo de otra forma, en la realidad se pueden encontrar todos los puntos de vista y todas las historias imaginables.

3.- ¿Hace débil a la gente la carencia de sentido del humor?

Débil no creo. Aburrida, desde luego que sí. Tiendo a pensar, además, que la gente creativa tiene sentido del humor. Tiro para casa, claro.

4.- Sabida tu afición por el Real Madrid ¿Podría ser Mourinho un personaje maquiavélico de novela de derrocamiento de Rey, de complot contra el presidente, o alguna vaina de ésas?

Todo es posible. Pero no veo al Mourinho actual un personaje especialmente atractivo para hacer una novela. Me parece un hombre muy volcado en su carrera de entrenador y poco más. No tiene mucho misterio. Salvo en sus inicios, tal vez, cuando era un traductor que se sabía entrenador de fútbol (y de los buenos, además). Ahí sí habría una novela.

5.- Me gustaría que empezarás una novela con Mourinho intentado meter el dedo en el ojo al Mono Burgos.  El ególatra y el malote, ¿dónde nos podría llevar eso?

No sé, pero es posible que Mourinho tuviera que visitar el hospital (por aquello de darle verosimilitud a la narración).

6.- Andan diciendo los reseñistas que con Un Amigo en la Ciudad se ha encontrado una gran armonía entre la calidad del humor negro y la alta literatura ¿Qué opina el escritor? Para mí es un novelón, por cierto.

Gracias. Antes de publicar desconfío mucho de los elogios, porque pueden ser nefastos si uno entrega el manuscrito en malas condiciones (la editorial lo rechaza). Una vez publicada la novela, o sea, cuando ya no hay marcha atrás, me vuelvo crédulo y me trago cualquier elogio, por disparatado o exagerado que sea.

7.- Habida cuenta de que dos de tus novelas preferidas son Mortal y Rosa (Umbral) y La Metamorfosis (Kafka), de ahí podemos sacar todas las derivaciones acercas de las grietas del alma humana, pero cuáles son tus preferencias puramente humorísticas o al menos qué novelas recomendarías con preferencia del humor sobre la tragedia, aún sabiendo que toda novela cómica puede esconder una fatalidad.

Así, a bote pronto, se me ocurre El buscón, de Quevedo, 1280 almas, de Jim Thompson, La exagerada vida de Martin Romaña, de Bryce Echenique, cualquiera de Jardiel Poncela, las novelas humorísticas de Mendoza o, por ejemplo, Una casa para siempre, de Enrique Vila-Matas (que me hace reír a carcajadas, y aunque irregular y con una estructura descompensada, me parece maravillosa).

8.- ¿Fue Wilde demasiado guay cuando dijo aquello que no existen más que dos reglas para escribir, tener algo que decir y decirlo?

No creo que fuera desencaminado. Quiero decir que al final se trata de eso, ¿no? Se podría añadir, tal vez, que ese algo hay que decirlo bien o decirlo con habilidad o eficacia.

9.- Como decía otro guay, un tal André Gide, ante ciertos libros, uno se pregunta ¿quién los leerá? Y ante ciertas personas, uno se pregunta ¿qué leerán?. Pues eso, ¿quién te lee a ti? ¿eres compatible en una estantería con Ildefonso Falcones o la desorbitada Mercedes Milá? Yo te veo más al lado de uno de Antonio Orejudo, como en la estantería de casa.

Sí, yo también me veo más con Antonio Orejudo. Entre otras cosas porque es uno de los novelistas españoles que más admiro. Y con sus novelas también me río muchísimo.

10.-  El alquimista ese, Coelho, viene a descubrir el mundo cuando dice que existe un lenguaje más allá de las palabras. ¿No te da un poco de ojeriza esa literatura millonaria de autoayuda y paranoias?

Vivo al margen de esa literatura, vivo como si no existiera, sin enterarme de qué publica Coelho ni cuando lo hace. Considero que es un campo tan distinto del mío como pueda ser el trabajo de un jugador de beisbol.

11.- Y poco más ¿Próximo proyecto?

Sacar otra novela. Pero aún tengo que escribirla. Vaya lata.

Un gran placer, crack.

El placer ha sido mío.



miércoles, 22 de mayo de 2013

Top Five Kafkiano.-



1.- Sánchez Dragó tomando café con Belén Esteban. Aparece ella con la edición francesa de Eugénie Grandet, y comenta que le mola Balzac y en general toda la novela realista francesa del siglo XIX. 

- Por fin veo la luz con la desintoxicación de la tele y de la cocaína. 
- Señorita, donde haya buen orgasmo tántrico que se vaya al infierno la novela realista. Ah, y otra cosa: Legalicemos las drogas. Elevémoslas a monopolio de Estado durante una temporada. Salgamos de la crisis. ¿Hace?
- Ej que yo ya me quitao de la droga, tío. No me jodas

2.- Urdangarín, arrojado a los lodos de la mediocridad por el precipicio de su propia bajeza es la pareja de Aida Nízar.

- Cari, tráeme el termómetro para medir mi temperatura vaginal, hoy es el día.
- Mi amor, te he cocinado unos fantásticos callos a la madrileña con mucha cayena 

- ¿Qué haces Iñaki? ¿Me la quieres meter por su sitio? Mira que es el día 12 de mi ciclo.... No, no me beses idiota que llevo crema antiarrugas. 

3.- Sergio Ramos hace el recorrido de la casa museo de Ana Frank. Al finalizar escribe en el libro de visitas: La verdad es que lo he flipado, seguro que Mourinho tuvo ascendientes nazis. Ana fue una tía de puta madre, me ha gustado mucho. Ojalá fuera del Madrid. Hala Madrid. S.R.

4.- Paquirrín ha madurado. Monta con su madre una franquicia de Kentucky Fried Chicken en el barrio de Triana y se ha matriculado en Filología Hispánica. Lleva gafas de pasta y los pantalones a la altura de los pezones.

5.- Miguel Ángel Rodríguez es abstemio. Wyoming ha resultado ser el hijo secreto de Rouco Varela, el primer cardenal de la historia que declara abiertamente su homosexualidad. Ronaldo renovó su vida a ser pobre y feo y juega en el Pegaso. El espíritu de Lola Flores entrevistado en Sálvame Deluxe; esta vez les sale barato. Sánchez Dragó consigue follar hacia fuera. Máster Bárcenas en la Pompeu Fabra para cuadrar las cuentas A y B. Willy Toledo se va definitivamente a Cuba. Y todos tan felices. Y tantas otras cosas.


lunes, 20 de mayo de 2013

Macarena (23).-


Macarena nació con un nombre de cariño porque quiero intuir que los nombres que provienen de una Virgen están puestos por cierto afecto o devoción. Un aval  de protección para el devoto y la criatura. La gente que viene al mundo con malaventura inicia la vida llamándose Olegaria o Fulgencia, qué sé yo. Es la primera hostia en la boca.  Si te llamas María, Macarena, Rocío, Fátima, Carmen, quizá alguien te buscó una primera custodia. Si te llamas Tránsito empiezas mal; el viaje. En fin, compruebo que existe la Virgen del Tránsito. Pongamos Honorata; no es hermoso, caray. 
Pero Macarena fue confiada al calor de unas bolsas de basura en un portal de Madrid como un residuo orgánico cualquiera en forma de bebé que procedía del polvo canalla de dos hijos de puta. Miserables pobres de mierda. 
Gritó, lloró y sobrevivió. Y la adoptaron otros miserables pobres de mierda, entendiendo la pobreza como el acto de sentirse pobre de espíritu y demás vainas sentimentales. Entendamos psicopatía, desequilibrio, demencia. Persistencia y golpes. Entonces ella quiso ser delincuente. 
Tiene el pelo castaño claro, largo, lujuriante, selvático, con el rizo vivo y grueso (para nada es rizo fino y púbico), el mentón pronunciado como revelación del dolor, la boca insignificante y sutil frente a cierta prominencia en la nariz ligeramente sesgada a la izquierda y un par de luceros verdes como numen y eco, reverberación remota de algún  poema de Lord Byron. Es una chica en lineas generales bastante guapa. Estaría buena a las once de la noche y las cuatro de la madrugada. Debe follar como una tigresa. Lleva pantalón vaquero ajustado, zapatillas converse y camiseta blanca, y tiene la apariencia defensiva de venir al mundo como basura biológica. 
Tampoco sabe muy bien si quiere cambiar su supervivencia criminal y tener una familia. Le pregunto que si quiere entrar en el grupo de literatura de la cárcel y me responde con su expediente del hampa. 
He sido puta, traficante, ladrona, he hecho vídeos porno amateur, participé en el secuestro del presidente de un equipo de fútbol de segunda división, y le rompí una botella de whisky en la cabeza a un proxeneta rumano, pero todavía no he matado a nadie.
A continuación hace una disgresión.
En este pabellón están las nenas, en aquel los marimachos. No hace falta ser lesbiana para follarte a una mujer, pero yo no, a mí me gustan los tíos; todavía. Una vez la Changa me vino con un arnés pegado a una polla de plástico, le dije que al carajo se iba de frente.
Neruda era todo estética,  un poeta cursi que abandonó a su hija, enferma de hidrocefalia, pero dijo algo como: el fuero para el gran ladrón, la cárcel para el que roba un pan. 
Miro alrededor y veo a unas gitanas cantando por los Chunguitos. Dame veneno que quiero morir, dame veneno que antes prefiero la muerte que dormir contigo, dame veneno ay para morir.
La gloria del veneno deambula por la prisión con sedimentos de vidas mutiladas. Y Macarena me pide un café, vamos a hablar del asunto. La literatura, empecemos por el viaje de los que aún no pueden tomar el tren, y tal. 










martes, 30 de abril de 2013

El Hombre Que Susurraba a los Maricones.-


Él los calificaba así, maricones, bujarrones;  yo diré que siempre pronuncio el término gay cuando hablo con la población hetero, y bastante a menudo el término maricón cuando hablo con mis amigos gays. Todo en un reverso consciente y reflexivo. Porque a los maricones les gusta el término maricón en grado de confianza, es decir que en este momento estoy escribiendo para ellos. 
Su asiento estaba a la izquierda de donde íbamos acoplados María y yo, y delante del hombre que susurraba a los maricones estaba la pareja de gays; ahora escribo para ustedes. 
Los gays se lo pasaban bien y se llamaban Borja y Eliseo, que vienen a ser, entiéndame, dos auténticos nombres de maricones; se hacían carantoñas, eran zalameros de alta graduación y se llamaban el uno al otro con esa ordinariez de cari. El hombre de vez en cuando les susurraba un runruneo al modo miren a ver si se pueden comportar que hay niños delante; y una vez que volvió del cuarto de baño con dos gotitas de orina en el pantalón beige de tergal les señaló con un dedo inquisidor y les fiscalizó de nuevo la actitud: vergüenza, vergüenza deben sentir ustedes, qué poco respeto. Lejos del desánimo los gays se exhortaban nuevas excitaciones y entonces sí que se comportaban como auténticos maricones de Trebujena. Les diré que el recuerdo me viene con media sonrisa y mi absoluta tolerancia con las diferentes maneras de amarse y apagarse los fuegos, aunque tenga mis discrepancias por términos como cari o zorrón. 
Cada tanto el señor susurraba y a Borja y Eliseo se les aguijoneaba el vello de los brazos y se estimulaban en mitad de los cielos y esos leves rumores inquisitivos del hombre que susurraba a los maricones.
Entonces el avión estaba volando, pero como el ratio de accidentes en occidente con perdida de aeronave por cada millón de vuelos es de 0,71, lo más frecuente del mundo es que un avión deje de volar una vez que ha aterrizado en perfectas condiciones; es decir que los aviones se paran con la gente viva dentro. 
Fue cuando los susurros se transformaron en gritos.
- Qué hijos de puta, la madre que los parió, todo el viaje metiéndose mano los maricones, joder, qué poco respeto hostias.
Borja y Eliseo ahora sí sintieron cierta humillación y trataron de huir con el rabo entre las piernas; la salida estaba bloqueada y el hombre gritaba; no era fácil. Un niño lloraba gracias al puto loco.
- Me cago en dios, no puedo con los maricones, los fusilaba a estos hijos de puta...
Se oyeron voces discrepantes.
- Qué carajo hemos hecho mal para tener que soportar a este imbécil.
- Que alguien le de la pasitillita al pirado este por favor.
- Algún psiquiatra entre el pasaje, por favor.
Los gays logran hacerse paso entre la abyección, esa bajeza de un paranoico homófobo, y la gente del pasaje. Las azafatas les despiden con cierta disculpa y bastante solidaridad. 
Una vez reconocemos los cadáveres de nuestras maletas nos vamos al hotel. Miren si hay hoteles en Barcelona que el hombre que susurraba a los maricones se va a hospedar en el mismo que nosotros.  El Room Mate Emma, curiosamente futurista y asombrosamente gay. No sé en que estaría pensando Torrente para reservar este alojamiento de la vanguardia galáctica del Eixample. 
Tiene unos amigos; hablan de putas, de copas y de fútbol. Y ríen ad infinitum.
- Jajajajajaja...
Realmente no le interesan las palabras de nadie, salvo como plataforma para engarzar una historia protagonizada por él. ¿Se puede ser más imbécil? Buitre de la palabra, egocéntrico, frío. Deberían sodomizarlo en cualquier antro de Barcelona. 



viernes, 26 de abril de 2013

Andar Siempre Adelante (22).-

Las fórmulas y las casualidades de la muerte, nada más y nada menos. Dejo que Alicia y Matusalén hablen la futilidad de los bienes terrenales cuando se ve cercana la muerte, y como me va de mierda esa conversación, me aparto a la cristalera del Red Lion y pienso en algo parecido; la edad, el futuro acaba como el culo y todo eso. Como quien dice, hasta hace dos o tres semanas, es decir a mis dieciocho o por ahí, pensaba que todo aquel que no se suicidaba antes de cumplir los treinta y ocho seguía vivo por pura inercia y un acojone total respecto a la muerte, y ahora superada esa barrera por un par de meses, con notables erecciones, algunos afectos y cierta vida lúdico-cultural le veo cierta chispa a dejarme arrastrar por la corriente, aunque a veces me tenga que esforzar por seguir vivo; dependiendo del día, a veces me ha resultado gratificante no mear con una sonda, no conducir una silla de ruedas y ver, hostias, ver cada una de las cosas de la vida, aunque sea una paloma cagando, sentir gratitud por cada instante de mi estúpida e insignificante vida, como nos dijo una vez Kevin Spacey. Entonces será la futilidad de los bienes terrenales, la salud y todo eso. Los tres venimos a abordar la misma cuestión, y tampoco hay que tener el ingenio muy en órbita para saber que el último tercio vendrá con declive físico y hospitales, y ese eterno miedo a caerse de la vejez, a caerse en casa y a caerse delante de la gente; a caerse. Disculpe querida lectora si usted es joven, bella, violentable y piensa que no se va a morir nunca, porque tiene toda  la razón, usted no se va a morir nunca, pero excúseme de haberle narrado yo de la vejez y la enfermedad, que usted está para los asuntos realmente importantes de la vida, correr por el campo, reír, tomar copas y ser follada con consentimiento por algún amigo. Yo imploro por la frivolidad ante tanto dolor.
Vemos el sol de las cinco de la tarde y salimos del pub. Matusalén decide ir a comprar cervezas a la tienda de los paquistaníes y aparece con tres tercios de Carlsberg; las bebemos en un parque como los chavales del instituto. Ni siquiera Alicia, residente en la city, ha caído en la cuenta de la prohibición del alcohol en la calle, quizá nos hemos visto arrastrados por unos bohemios ingleses con cierta onda de eruditos de cualquier arte estéril, barbudos leñadores, viejos prematuros, burgueses ociosos, cualquier cosa, y nos hemos doblegado a esa idea fantástica de beber cualquier cosa alcohólica en un parque con el sol infiltrado y destilando cálidos brillos entre las ramas de un abedul de veinte metros. Alicia y Matusalén se llevan tan bien que se han mirado fatal al principio, es el feedback del rechazo, de reconocerse en la identidad del oponente, que a medio plazo tiene buenos resultados y los primeros cinco minutos son un estímulo de defensa, cuando dos vienen a ser una entidad similar. Fue algo que me vino a decir un día, con otras palabras, Belén de Hortaleza. 
Vivir en Londres está bien si consigues un número de la seguridad social, hablas bien inglés y no eres demasiado enfermo de morriña, es una ciudad de línea cero, starting point, habla Alicia. No has descubierto América Alice, dice Matusalén en grado de confianza.
Brindamos en silencio, observando un tobogán y un columpio, que escenifica un pequeño babel de niños de todos los colores hablando unos con otros en mitad de un auténtico guirigay de vocablos y salivazos anglosajones. A Matusalén le acude la categórica nostalgia del hijo muerto, y es hora de marcharse; del parque doloroso.
Caminamos entre manadas de gente, y al pasar entre dos coches, no puedo evitar tropezarme con una chica que se acaba de bajar los pantalones y las bragas, y está meando con el culo absolutamente en pompa; no he podido esquivar que salpicara  en mis Adidas aproximadamente media pinta de cerveza porque le
fluye el líquido al modo torrente vaginal. Al lado, los amigos de la chica, unos hooligans del Arsenal se ríen como hienas irreverentes, esa sonrisa que tiene ciertos filamentos afeminados y malévolos, esa sonrisa que duele más por insalubre que por motivos, porque es desagradable hasta la náusea y es la misma del dickensiano Fagin, y cuando íbamos a pasar de largo, a Matusalén no le han gustado las razones de la risa o el modo, o qué sé yo, y ha venido a exhibirse la violencia en grado intermedio de su brazo derecho. Ha sido un swing, aunque sin afán noqueador, suave, una especie de crochet largo con buena técnica en el giro de puño para conseguir que el impacto recaiga sobre los nudillos, y el tipo no ha caído al barro. El problema es que a continuación no hemos podido correr, y hemos recibido nosotros todo tipo de patadas, y variada clase de golpes rectos, curvos, ascendentes, verticales y mixtos, hostias a mansalva; por tanto recuerdo poco de una importante somanta de palos salvo que eran una extraña clase de skin-heads paquistaníes, porque en esta vida hay de todo, y también la salvaguardia de que han decidido perdonarnos la vida, precisamente mientras un sonido gutural decía algo parecido a kill them.

Matusalén dio primero. La primera causa es su propia tragedia, la segunda no tiene más que ver con la primera y es la circunstancia de que el mundo importa poco cuando se muere un hijo. Poco más, y ya es mucho. Estamos contusionados; conseguimos salir andando a duras penas, pero andando. El único deber del hombre es andar siempre adelante; pues ahí, gracias Carlyle. 









lunes, 22 de abril de 2013

Dear Marta.-


Dear Marta, ahora veo tus whatsapps, tu perdida y un mail por ahí desorientado en el spam. Sí, he visto tus archivos, tus fotos y tu colección. La respuesta es sí, me ha molado, en una época en la que no me conmueven demasiadas cosas. Eres joven, guapa, irremediablemente educada y humilde, simpática y tienes un futuro de la hostia. Sobretodo siento mucho que seas educada y humilde porque ellos no lo son en otros lugares; pero a la vez me alegro mucho de que no hagas manualidades, ni ganchillo, ni broches de fieltro, ni platería agresiva, ni vayas de diva o princesa de los camafeos piscodélicos. Eso es fantástico. También he agradecido mucho que no me dijeras que eres artista. Tu obra tiene talento y mola. A veces la gente se llena la boca con la boheme-chic; coño pues tú eres eso mismo, mira tú por donde. Ahora pasará una cosa: te dirán que le falta esto y le sobra aquello, y que hay crisis y la gente quiere funcionalidad, o que es muy mono pero no les encaja. No te preocupes, la moda se mueve en torno a unas quince frases hechas y algunas silencios despóticos.
Ante todo eres muy joven para desanimarte y para iniciar una trayectoria de cadáver exquisito, trabaja, ten diversión, córrete tus farras, sé tan loca como se pueda ser con veinte años y si quieres crecer, pon algo de dinero. Nos vemos cuando quieras para el business. Todo está bien. 


jueves, 18 de abril de 2013

See You Later (21).-

Matusalén acudió al dealer del anticuario buscando un reloj de bolsillo con caja grabada de motivos de caza, quizá un pointer inglés galopando o un cazador con su presa, de Von Sandrart. No tengo una razón especial pero nunca me han gustado ni los motivos ni la estética de la caza del zorro, y Portobello está plagado de zorros, me comenta mientras tomamos café con leche en el apartamento de Harrow. A cambio ha traído tres muchachas muy derrotadas y muy lindas (mucho más que terroríficas) que son unas muñecas calvas que le miraban extrañamente felices desde el holocausto de una caja de madera, como si estuvieran en la quietud de un limbo donde no es necesario comer, ni beber, ni pagar impuestos, ni follar, ni instruir la venganza, solo mirar desde la más ortodoxa de las inocencias, inmunes a la violencia y a nuestra mísera vida terrenal. En síntesis, unas bonitas muñecas en babia. Además Matusalén trae una mancha amoratada en el centro de la diana del pómulo derecho. Dice que se golpeó con el cartel de un bazar de chinos en Kensington Park y se levanta a vaciar la cafetera sobre su taza. No deja de contrariarme el hecho de que en Kensington Park solo hay restaurantes, casas y tiendas de lujo, y a la vez siento cierta molestia por que un tipo medianamente inteligente se tenga que dar una hostia con una placa metálica de los chinos o lo instrumente para disuadir la atención de los hechos reales ¿Y tú vas de Serpico colega?
Tal como acordamos, anteponemos los mercados a los museos (incluso visitar cero galerías, pinacotecas, museos arqueológicos, etc)  y estamos en Bermondsey Market. Hay cosas que brillan mucho, y yo tengo la tendencia a mirar los objetos dorados, aunque no llevo un ápice de oro sobre mi piel y no soy calé ni urraca, pero me gusta; le encuentro placer a la vida destellante, mirarla desde fuera y valorar los huevos que hay que tener para colocarle a un niño gitano de dos años un chupete amarillo con cadena de oro y un cristo de Medinaceli. Por eso también me desbordan los gitanos de Londres, no son muy diferentes de los canis de Parla. Los miro a través de la cristalera del Mc´donalds con su M amarilla, y pienso en el oro como en el poder, el oro rigiendo el Sistema Monetario Internacional, el oro de la princesa del barrio, el oro del polígono para ser un príncipe del hampa, el rey del bloque de protección oficial; el oro de los gitanos de Londres con la camiseta del Arsenal comiendo dieciocho big mac con patatas, alitas y coca-cola de la grande. Trozos de carne picada y lechuga quedan atrapados ente la parte incisiva y dorada de la dentadura, un par de niños enseñan la comida y eructan con avidez de adulto cerdo. Todos ríen y exaltan la epopeya de los gypsy boys. A Matusalén le hace gracia. Hijoputa el niño, se limita a decir, a mí me provoca toda la curiosidad del mundo ver la fiereza de los estómagos de los críos; podría estar un cuarto de hora mirando esa basura, y tantas otras. Escribo en mi cuaderno: la espontaneidad puede ser el salvoconducto de la mala educación; putos niños. Dejamos atrás la romería anglosajona.
Vamos por Oxford Street. A indagar por la aureola de las cosas de los escaparates, toda la mercadería luminosa que nos atrapa por unas hechuras que pierden valor en nuestras manos. Cuánto valor pierden las cosas poseídas, le digo a Matusalén.  Nos vamos de viaje a cualquier rincón exótico del mundo y nos sentimos embaucados por lo estrafalario, precisamente ahora que en Madrid se puede comprar lo mismo que en El Cairo. Pero nos dedicamos a comprar, para petar los aviones, para regalar algo a nuestra gente, que ya habían comprado esa alfombra étnica del Rajastán en el Zara Home de Princesa.
Resumiendo, los cachivaches casi siempre son un flechazo a primera vista, y están ahí, hechos y colocados para la codicia y las aspiraciones de posesión. Son un affair inesperado y erróneo de discoteca a las cuatro de la mañana. Los cachivaches acaban siendo invisibles, como aquellas castas marginales de la India. Los cachivaches quedan olvidados en un rincón, llenos de polvo, expuestos al maltrato de un niño pequeño, y a la invisibilidad, en la escena de nuestro museo doméstico. Y luego, nosotros en plan Hamlet mirando una muñeca calva, dice Matusalén, todo metafísico, preguntándole algo, y pensando que al fin y al cabo en occidente somo algo más que comer y beber, todo viendo caer los brillos dorados del barril de cerveza en un pub de Londres, , preguntándonos si ha ganado la muñeca o nosotros.
No tengo dudas de que Alicia y yo follamos por flechazo, pero a la vez siento cierta inquietud por saber como le va el día, si tiene muchos muertos o pocos, si está contenta o es uno de esos días en los que se siente devorada por la vida. Suena mi móvil. Alicia ha tenido tres muertos, una accidente en la A308 dirección King´s Road. El padre ha salido ileso y su novia y dos criaturas han ido a buscar las tablas al See You Later. Insiste en que Matusalén y yo vayamos a recogerla y vamos a hacerlo; no sé si vivir cerca de la muerte es respetarla más o no se hace reverencia ni se pondera mucho el asunto en cuestión cuando se pueden a llegar a  ver alrededor de 1.200 féretros al año. El See You Later es bonito; bastante moderno y despejado, diáfano; la muerte es acogida con mucha luz y con revistas de arquitectura danesa, viajes de lujo y actualidad política y en la puerta hay aparcado un Jaguar XK120, y acordamos irremediablemente en un intervalo de veinte segundos de contemplación que es una puta maravilla de la automoción, y no alargamos demasiado para no parecer demasiado paletos.
Matusalén toma el impulso de consolar al padre, alentar la imposibilidad de darle un respiro en el peor momento de su vida, porque él ya conoce bien de esa carencia, aunque lo desestima por imprudente. Alicia va recogiendo unos papeles, y explica ciertos detalles a su sucesora en el See You Later. Come on. 

miércoles, 10 de abril de 2013

Alicia, la Funeraria (20).-



Tomamos un autobús al azar, el H12 y aparecemos en el área de Stanmore. No veo españoles haciendo fotos como japoneses, insaciables de la imagen digital, ni siquiera paseando el Londres periférico con la camiseta del Madrid, una mochila y una indolente botella de agua inglesa. Los veo lavando platos en el pub Crazy Horse, repartiendo flyers por la calle y preparando las mesas de cualquier restaurante hindú. Son chicos modernos, leñadores, indies de Malasaña; barbas pobladas y cabellos reposados en los cuatro dedos de frente. Eso lo inventaron los Beatles, que no me cuenten que viene del capullo de Justin Bieber, anuncia Matusalén. Hablamos con un par, Jorge y Juan; comen basura, pasan frío, trabajan bastante, beben las pintas de cerveza en oferta, normalmente John Smiths y se lo pasan bien. Hablan inglés de una manera terrible, añoran la plaza del Dos de Mayo y detestan el sistema burocrático español. Estos chavales están verdes; bastante, pero tienen que estar verdes; no deja de ser entrañable la bisoñez de los veinte años; la vida acaba como el culo decía Matusalén Santander; viene a decir que la tragedia es el futuro, semejante capullo. En fin, viva la juventud, pero la  de las primeras primaveras, claro. 
Tomamos unas pintas de London Pride  y hablamos de los españoles hablando inglés. No me jodas con las raíces latinas; en eso estamos de acuerdo. Aunque dado el caso hablaríamos bien el francés y el italiano, y ni una cosa ni otra. La tele, claro, las pelis dobladas. La culpa la tiene la censura, llegó el títere aquel de voz aflautada, Paco Franco y a doblar los filmes anglosajones para fustigar la realidad . No somos un país guay, intelectual, cool, no somos V.O. Fútbol y Telecinco, el circo. Jorge, uno de los modernos, nos habla del cole. No le falta razón. Matusalén se la da golpeando el vaso en la madera de la barra; no acostumbro a verle tan legionario. El inglés no es una lengua muerta aunque algún arcaico docente se haya empeñado en enseñarlo como si fuera latín; pura gramática, poca conversación. Chaval, vale, pero es el chauvinismo, es decir que si fuimos un imperio, que si  nuestra lengua es la tercera más hablada en el mundo; y todo eso de que en España se vive de miedo, el sol y la cervecita. Qué pesaos.
Nos hemos separado por unas horas. Matusalén emprende camino disfrazado de Serpico, es decir un tipo con barba de un mes y gafas oscuras parecido a Jesucristo cool y camina como si fuera emisario de la venganza para el ajuste de cuentas; es una decisión que parece encaminada a reventarte la cara y pasa de largo cuando el tipo de enfrente se aparta a un lado de la acera, porque tiene dueño. Algún día le diré que no tiene ninguna clase andando, que va de Serpico pero puede parecer un chuloputas. Quiere ir a Portobello a buscarle las vueltas a los dealers del anticuario e intentar agenciarse un reloj de bolsillo con caja de plata labrada en motivos de caza. A veces no le entiendo esas mariconadas, pero se pone muy serio, y se va a por su tesoro bien decidido; dice que no me preocupe de él, así de primeras, que me vendría bien follarme a Alicia.
Alicia es una antigua amiga; trabaja en una funeraria de Londres, y sé que es demasiado guapa y tiene demasiadas curvas como para trabajar en una funeraria de Lambeth Walk, aunque también Emma Penella era demasiada bonita para ser la mujer del verdugo. La funeraria se llama See You Later y factura unos veinticinco muertos a la semana. Me apetece que Alicia no sea la que acomoda los cadáveres en las cajas ni la maquilladora de pompas fúnebres, o qué carajo, de muertos, y no lo es. Alicia está sentada frente a una mesa de cristal en un despacho de luz mortecina rodeada de coronas de flores y tres o cuatro modelos de cajas para hablar con las familiares del colega exánime, y ofrecerles un café, una burocrática condolencia y un catálogo de artefactos funerarios; y claro , sabe mucho de muerte, al menos de tramitar los tránsitos del See You Later, y eso viene a ser un aprendizaje sobre la muerte. Alicia no vende una jodida tarjeta de teléfono a los pakistaníes, no es una autómata del Burger King, ni una depedienta cool de Urban Outfitters; Alicia trabaja con la muerte y se toma sonriente a las seís de la tarde media pinta de rubia suave Pilsen en el pub Dirty Dick´s porque ella es muy señorita.
Llevo dos años sin verla y le brillan los ojos como si hubiera encontrado la satisfacción gracias a la muerte; les quiero decir como si se sintiera bien valorada en el trabajo  y hubiera cierto triunfo en la aventura de irse a buscar el futuro fuera de las fronteras autóctonas, y se mueve con evidente seguridad y gesticula como una ambiciosa financiera de treinta y dos años aunque vaya disfrazada de indie, una especie de campesina de Normandía agilizando funerales. En un momento determinado cuando me pido mi segunda John Smiths se me desata la mecánica física y me está devorando la difícil coyuntura de mirarla de frente. Tiene el pelo largo, de rizo grueso, es morena y no tiene rasgos espectacularmente bonitos en independencia pero en el colectivo a mí me está pareciendo una obra de gran estética; quizá la barbilla de hoyuelo y los ojos achinados desentonan con la nariz ligeramente aguileña pero nadie dijo que a mi me gustara Barbie o la novia de Cristiano Ronaldo. Sus curvas son indiscutibles. No quisiera tener la erección poética de contarles que adoro la imperfección, aunque por ahí hayan ido mis disparos en la vida nocturna.
De buena gana me fumaría un cigarro y dejaría que me contara la historia del Dirty Dick´s; de buena gana me iría con ella a cenar en un japonés y a bailar Down Here on The Ground. Mientras, ella dice que me ve bien, y yo le comento que vengo de los tres peores años de mi vida y que también se algo de funerarias, pero no ha lugar para ahondar en la tragedia sino para estimar el futuro. Alzo la voz y me pongo estupendo. Dar pena es condenarse, eso lo saben aquí y en Uzbequistan.
Salimos a la calle. Los azules plomizos del cielo de Londres languidecen y tenemos una atmósfera despejada de brumas. En unos instantes de inocencia percibo el cielo radiante como un prodigio para que Alicia brille más; siento los las pautas irregulares de su respiración. Unas japonesas le preguntan por Old Spitalfields Market y me mola excesivamente la suavidad del acento y la musicalidad.
A continuación ella me va contando, por Liverpool Street. Había en Londres un ferretero, de nombre Nathaniel Bentley, con un comercio en Leadenhall, y de repente un buen día la tragedia vino a exhibirse; su prometida murió extraordinariamente la noche previa a la boda, y Bentley quedó de por vida en el refugio de una enorme desgracia, y se convirtió en un hombre muy triste con la equidistancia de ser también un hombre sucio y descuidado. Dejaba morir a los gatos y dejaba que la acumulación de la mierda y los enseres le fueran matando, pero consecuencia de cierta extravagancia británica el negoció prosperó en mitad del caos y las coordenadas de Diógenes. Un hombre rico, indigente, sucio, gatos muertos, mugre y ganancias.  Muere el viejo, y aparece el propietario de la taberna Old Port Wine, previsor del pump business; compra las chapuzas de Nathaniel, los aceros oxidados, los gatos muertos; clasifica la mierda, la ordena, decora con los fiambres de los mamíferos y nace para el mundo el pub Dirty Dick´s, perfectamente adornado con los escombros de la desgracia.
Fingo interés por la historia, y lo tengo pero a medias, y agradezco que no me haya dado una tutoría de afectación dickensiana; y camino a su lado rápido porque vamos a descorchar en su apartamento de Adgate East una botella de La Vicalanda que agarra mi mano sin envoltorio al estilo de los jovenes modernos franceses cuando van a cenar con amigos los viernes por la noche. Me gusta cuando me sujeta al cruzar los pasos de cebra y me agarra con vehemencia afectiva y dice: ten cuidado, está rojo. Alicia vive en un apartamento de unos cuarenta metros cuadrados; tiene moqueta, muebles modernos de color gris hielo, fríos como Escandinavia, luz natural en toda la sala y su habitación, vigas de madera vistas, y fotos de tres cuartos de su vida en marcos fosoforescentes del IKEA. En Tarifa fumando un porro, en Malasaña bebiendo una cerveza en el suelo de la Plaza de San Ildefonso, con papá y mamá en Barcelona, saltando en Trafalgar Square delante de los leones, con decenas de niños pequeños en piscinas y playas; incluso logro reconocerme  la Vía Láctea cogiendo a Alicia en brazos como si aquello fuera Le Chat Noir y fuéramos gente muy feliz y apasionada de la época dorada del cabaret; reímos con una transparencia acojonante y hay gente alrededor de nosotros que habla distendida y bebe brumosa en la parte derecha de la fotografía. Buenos tiempos, dice Alicia. That´s right, le digo, y ahora tú organizando entierros en Londres; 
creo que te habrías superado siendo conductora de coches fúnebres o enterradora, nunca lo habría pensado de aquella camarera de la Vía Láctea, seguro que eres la tramitadora de muerte más guapa de toda la ciudad, no doubt. Le damos calidez a la mesa acristalada de granizo y vanguardia con una tabla de quesos, mortadela siciliana y la correspondiente botella de vino con un par de copas. El hecho será inevitable; yo no sé la periodicidad sexual de Alicia en Londres, esporádica, intermitente, si folla de continuo, mensual o semanal pero sé perfectamente que ella hoy no está haciendo amagos y yo me estoy desabrochando la camisa y empiezo a acariciar su espalda suave, lampiña, satinada de cobre y lunares, y ella me atrae hacia un sofá de la escarcha de Islandia; mi cuerpo globalilza la sensibilidad y me sosiega ver que sus pezones están erizados y la tengo encima, agitado por el escalofrío; me jadea que haga círculos y no inicie con intensidad, y nos convertimos en un animal de ocho extremidades y dos cabezas enredado caóticamente  en un sofá islandés de tres plazas. No les daré muchos más detalles porque escribir entre poesía y pornografía igual no es lo mío; a continuación nos hemos quedado dormidos entrelazados por espacio de media hora. Ha vuelto el azul más tenebloso de Londres, aparto como puedo el brazo con la mayor levedad posible de su torso húmedo y prendo una lámpara de una mesilla de noche, también súper nóridica, de acero y cristal, posiblemente la más fría sobre la faz de la tierra. Miro mi reloj, no me preocupo por Matusalén; me pregunto que pensara Alicia cuando despierte y nos aborde a los dos el silencio de una ciudad callada y sigilosa bajo nuestras ventanas abiertas. 


miércoles, 3 de abril de 2013

London Calling (19).-



Es julio de 2013 y Matusalén Santander y yo tomamos un café asqueroso frente a un camarero calvo y triste que nos coloca abúlico y frívolo un vaso de plástico con un aguachirri de cafeína y agua caliente. Uno ochenta viene a valer esta basura diarreica, que también es apática, insensible y trágica en el universo de los cafés.  Encontrar esta mierda en el centro de Madrid debe ser complicado pero estamos en la terminal dos del aeropuerto y nos vamos a Londres. Claro que eso es un pretexto para la felicidad,  un motivo manifiesto para sonreír, y qué carajo, reímos, sin estruendo pero lo hacemos, sutilmente, como Robert de Niro cuando era el cura de Sleepers, y nos pimplamos ese café como si fuera un colombiano en el Ritz. Por puro descuido electrónico vamos en asientos separados. Mejor. 

Mi compañero súbito no se si es un negro de los que venden la Farola o es un negro millonario que vende y fabrica dinero. Ocurre cuando un negro estilo zulú de Sudáfrica se pone una sudadera y un pantalón de chandal; o el glamour se fue de vacaciones o le está esperando in a lovely corner of Chelsea. Es verdad que huele a Prada o a un perfume extremadamente caro y es verdad que ha sacado el Financial Times de la funda de un Mac y no ha visto La Farola en toda su existencia entre KwaZulu y Londres, pero tardo tres minutos en darme cuenta.  
El avión parece un Audi gigante, maravilloso cuando rueda; incluso me motivaría bastante el hecho de que el viaje fuera en linea recta a 800 kilómetros por hora en una pista que atravesara Francia, y un nuevo eurotunel para aviones en el canal de la Mancha; pero están hechos para despegar, y no me cago de miedo pero no es mi hobby sobrevolar los cielos en un Airbus 340 con 15.000 kilos de carne humana.
El baile de las maletas es como una danza de muertos, y reconocer el cadáver resucitado de la tuya es una de las experiencias más bonitas de todas nuestras andanzas con las cosas materiales. Nuestras maletas se demoran, tardan nuestras chicas, esos retazos de vida utilitaria y tangible, y por unos instantes me avergüenzo de mí mismo, es decir que me veo como el típico gilipollas suspicaz, ávido de encontrar el mejor sitio en el autobús, en la cola del embarque, en el vagón del metro, y estoy en la boca de entrada de las maletas como un paleto de Trebujena a la expectativa de una salida airosa a la cinta. Hola querida; te adoro; es una Samsonite Azul que me regaló mamá, con ruedas y de plástico policarbonado. Te tomo con mucha ilusión, o como si me entregaran a mi hermana muerta para darle buen reposo. Es bonito recuperar una maleta. Me despego del tipo ansioso. Buscamos toda la señalización underground en el aeropuerto de Heathrow
Nos hemos alquilado un apartamento en Harrow Weald por 1.200 libras la semana. Conozco este área de mi primera época universitaria, cuando me dediqué a cuidar a cuatro mocosos paquistaníes y aguantar a una madre neurótica. Fruit Only For The Boys, me dejó escrito en la pizarra de la cocina. Supongo que robé una manzana y un plátano y se decidió a escribir esa tosca humillación, porque hay que tener muy, muy poca clase para escribir en una cocina a tiza fosforescente Fruit Only For The Boys. Un poco  de cariño, joder, estoy en tu puta casa de cartón y moqueta aguantando a los delincuentes de tus hijos, trabajando para unos paletos y sabiendo que nunca, jamás, nunca, jamás, nunca, he comido ni volveré a comer esa basura que me dabais de cena a las seis y media de la tarde. Aunque tú no distinguirías fabes de beans, porqué coméis tan mal. 
La zona es muy verde; hay parques, ardillas y bucólicos cementerios de mármol y musgo; y tiene una magnífica comunicación con Baker Street. Nos entrega las llaves del apartamento un hindú con la camiseta del Arsenal. Dinero, fútbol, prisas, es su conversación de diez segundos. Le damos la pasta y nos acomodamos. Miro por la ventana de mi habitación  y me viene una de esas ridículas afectaciones acerca de que la vida es bella; la vida es maravillosa con un tercio de Heinekeen, viendo a las criaturas británicas jugar en el parque con una pelota y las ardillas comiendo cacahuetes. Quizá en otro lugar que llaman África hay otros niños muriéndose de hambre, escuálidos y con moscas en la boca, pero eso nos pilla a contrasentido, muy lejos; son incongruencias a nuestras vidas europeas; lo que realmente nos molesta es que los hombres maten a sus mujeres y que un psicópata nazi se de un festín de muerte y sangre en Noruega. Esos son nuestros problemas, y el puto paro, y los desahucios, no unos negritos sin infancia.
Entonces es el momento en el que Matusalén Santander se quita su cazadora negra de motero y me dice algo parecido a: mira tío, la realidad es una cosa muy rara, y nadie merece sufrir pero todos lo acaban haciendo porque la vida acaba como el culo; ah, y otra cosa, la miseria viene de la riqueza, son coordenadas, coño. 
Frivolity Calling; empezamos. 





lunes, 25 de marzo de 2013

La Chica de Ayer.-


Hace tiempo que las canciones no me provocan para que me recuerden algo y en cualquier caso canciones que me provocaban emociones cuando me vienen de repente me producen bastante desafecto. Por ejemplo, Cadillac Solitario. Ni la rubia del asiento de atrás, ni yo aquí borracho bajo las palmeras luce solitario. No es manía, pero casi, al carajo Loquillo. Ahora estoy muy pro-Extremoduro; no es que me conmuevan o me arrebaten ciertas pasiones, pero la verdad, no me molestan nada, molan. Stand By, La Vereda de la Puerta de Atrás, So Payaso, va a resultar que me gustan esas morrallas de las herrikotabernas y los antros de la alta Extremadura. Luego están las canciones tiernas que han marcado una época; son himnos, son sensibles, las han hecho autores depresivos, drogadictos, y parece que existían incluso antes de nacer de talento, pena y narcótico. Así, de primeras, La Chica de Ayer. Significa poca cosa pero parece que significa mucho, sobretodo veinte años después. No sé si es una utopía, una quimera de una chica bonita mojada por la lluvia de la ciudad, o un polvo de una noche con mucha más transcendencia de la rutinaria. Dan ganas de beber un poco mirando la lluvia repicando en el balcón, y ver que ya llevamos unas cuantas cicatrices bien agarradas a la piel. 
De la mierda presuntuosa, ya hablamos en otra ocasión.
http://janpath-broadway.blogspot.com.es/2011/06/musica-mala-y-trabajos-intimistas.html


viernes, 8 de marzo de 2013

Diálogos de Madrugada. María Vs Javier.-




Tengo que alimentar mi ego. Me ha costado convencer a María dos copas y dos arrumacos. Las preguntas las he impuesto yo. También la censura. Buenas tardes querido público.
- ¿Vas a ser sincero? Sabes que tengo muchos defectos, pero también sabes que la sinceridad me aborda desde la cabeza hasta los vasos sanguíneos de los pies.
- Vas de escritorcillo por la vida...¿No? No es eso, principalmente es que no tengo playstation, no soy tan espiritual para hacer yoga o pilates, no pertenezco a ninguna asociación de montaña, no canto en el coro de la iglesia y ni siquiera he aprendido a hablar en tercera persona de mí, y mi terapia para expulsar demonios es intentar hacer literatura, aunque no siempre lo consiga, claro, algunas veces hago churros y las menos me sale una tortilla francesa bien cuajadita, pero siempre tengo contradicción de valoraciones entre lo que le gusta a mi exiguo público y lo que me ha molado a mí. El público no tiene ni puta idea, por norma general, je.
- ¿Porqué eres tan idiota por las mañanas? Sabes que necesito un café para ser medianamente simpático y luego si me das un beso y has hecho un bizcocho de ésos de limón me resultas una persona definitivamente adorable. Lo que hace un bizcocho y un beso, eh... Luego sales por la puerta y los bancos y los proveedores te empiezan a joder la vida, nena.
- Cambiando el tercio... ¿Escritores favoritos? Jorge Javier Vázquez maneja fantásticamente la prosa de la homosexualidad y los bloques... No, en serio, me resulta un tío extremadamente patético, me gustan los barrocos conservadores como Antonio Burgos y Ussía... Tampoco, vaya chuflas...Qué va malditos folletines, ahora te digo... Antonio Orejudo, Benítez Reyes, Bolaño, David Torres me molan bastante, en poesía Estelle Talavera es una bocanada de aire fresco, una bofetada a los estímulos dormidos, vaya erección poética, joder, los disfruto a tope... De súper clásicos, los señores Fitzgerald y Stevenson, me lo sé todito, todo de estos dos colegas.
- ¿Te gustan nuestros amigos? Mmmm,  pregunta difícil, más bien porque igual leen esto en algún momento de sus monótonas vidas. Lo hemos hablado mil veces María, sabes que nos necesitan porque somos el alma de la fiesta y les rompemos los cánones de su absurda perfección, y eso es una verdad como un templo. No lo sé muy bien, normalmente me suelen dar pena aunque he de confesar que también en alguna ocasión les he tenido envidia porque los pijos rancios van a esquiar y comen en buenos restaurantes... Bien, sabes que les quiero, pero más por sus defectos que por sus exiguas virtudes, porque lo que ellos consideran excelencias para mí son defectos, y viceversa. Ya, ya sé que no me entienden, Meri...
- ¿Mi familia? Habiendo sufrido otro tipo de familias políticas que mataban corderos gordos en vivo y en directo para hacer calderetas en las comuniones, eran concejales de festejos de algún pueblo y decían mama y papa, cuando nosotros siempre hemos sido de decir papá y mami; tu familia es un bálsamo a ese tipo de mediocridades, los quiero pero principalmente en su versión más cool y moderna. Ver a tu padre el 31 de diciembre es un espectáculo sin precedentes. Parece que quiere emborracharme, nunca le parecen suficientes mis tragos, y no soy abstemio precisamente...Yo también encontré mi lugar en el mundo, en eso me parezco bastante a Simeone
- ¿Porqué pasas tan a menudo de lo banal a la muerte o la inversa?
Sabes que soy un hipocondríaco de la muerte, desde pequeñín... Habría que descongelar el pollo para comer mañana, chiquitina...
- ¿Facebook? Anda que tú, pasar de la muerte al facebook, manda huevos. Facebook está bien, es un buen lugar para que nos chupemos todos un poco las pollas y para hacer el ridículo con los happies. A veces me gusta , a veces me aburre soberanamente, tengo muy buenos amigos en el Facebook con los que no he hablado en mi vida, pero nos queremos, de corazón...
- ¿Porqué eres tan veleta en la política? Prefiero no contestar a ese tipo de monsergas, además me he levantado muy tocado con la muerte de Chávez
- ¿Has conocido el amor? Coño, pareces el Loco de la Colina, se te pone la mirada vidriosa y te pones de una trascendencia que acojona; me sorprende que me lo preguntes tú, princesa con la que llevo casado ocho años y viviendo toda una década. Pues mira, lo conocí con ocho años, se llamaba Topi y me dejó a las tres horas y media de conocerme, quizá porque la utilicé de poste para jugar al fútbol, o fui muy tocón, pero sí es verdad que fuimos novios y ella llevaba un peto muy bonito y tenía el pelo como una Amelie de nueve años, y un lunar súper erótico en la comisura de los labios. Luego estuve sin amor durante unos seis años y a los catorce en una playa de Cádiz conocí a África, mi maestra. Vino una chica por la noche a una bebecoa y me preguntó que si quería rollo, y yo no entendí absolutamente nada, o en fin, lo malinterpreté y empecé a hablar en plan rollo, es decir qué tal colega, qué guay eres, la vida es una pasada y ese tipo de soplapolleces. Cuando me quise dar cuenta tenía su lengua en la campanilla de mi garganta, babeé mucho,  y fue la primera y última vez en mi vida en la que me sentí acosado y tardé media hora en empezar a pasármelo bien. África tenía muchas tablas y era un poco fresca, como decían las señoras entonces; de modo trascendental la conocí poco. A continuación empecé a coleccionar neuróticas y conocí el amor a la manera amarga, y luego apareciste tú, la más buena y bonita de todas, y conocí la estabilidad emocional, joder no pongas la copa encima del i-pad.
P.D. Además de vender ropa y escribir también hago manualidades como la de la foto de arriba. No sabía qué  poner como foto y me encontré esto en internet. Pues ya.

jueves, 7 de marzo de 2013

Un Adorable Hijo de Puta (18).-


Tenía nombre de viejo, y de ron, y apellido de banco;  se llamaba Matusalén Santander y era uno de los hijos de puta más adorables que he conocido en mi vida, aunque durante un tiempo fuera mucho más lo primero que lo segundo; un buen hijo de puta. Era mi vecino de planta en Hortaleza, 72, y tenía una gravedad de voz que resonaba en toda la finca como aullido áspero de caverna, como si él no viniera de la calle sino de un subterráneo, de la cripta de los tipos duros del planeta . Llevaba chaquetas americanas de detectives neoyorquinos de los setenta, pantalones vaqueros ajustados, camisas de leñador y botas de narcotraficante. Bien, un detective o un chuloputas, siempre hablando para adentro y resonando hacia afuera las oraciones que había aprendido en sus treinta y tantos años de egos, tristezas y ciertos triunfos que acaban derivando en desasosiego como toda victoria que se precie. También hacía jooging por las tardes en el Retiro y fumaba marihuana por las noches en el balcón escuchando Sugar Man de Rodríguez. Un tipo así tiene todas las papeletas de ser un cretino, aunque yo siempre he tenido querencia por los imbéciles, sobretodo si son unos adorables hijos de puta. Me gustan bastante; aunque la verdad, Matusalén me despreciaba a veces, por mis fracasos y por toda mi colección de ambiciones truncadas, y yo le subestimaba a él por ser un tirano de la vida moderna y sus anhelos competitivos, obviamente porque llegó un momento en el que llegamos a ser amigos; la misma estirpe generacional de los setenta, inquietudes similares y cretino conoce a cretino. Creo que fue por la tragedia y también por interés; dos buenos hijos de puta en mitad de las simpáticas viejas avaras, el clan de los gays del gym, Sebas el Cojo, Belén, el pequeño Sidi, y que no falten los putos locos de Hortaleza. Eso de la afinidad, las conexiones, está muy bien, entiéndame ustedes. 
Matusalén no trabajaba ni de detective ni de chuloputas, aunque lo pareciera. Era tan guay que se lo había montado de directivo de una empresa de vanguardia relacionada con actividades culturales, nada de financieras ni aseguradoras, para eso vestía como Serpico, para montar exposiciones de fotografía de la vida de los gitanos y el trigésimo homenaje a Camarón.  Y un buen día amaneció Madrid con un día pulido de azules claros y una luz fascinante que arrebataba las tristezas tras las últimas lluvias de marzo; y como la primavera empezaba a enseñar las tetas, nos sentimos livianos de dolor y decidimos irnos a emborrachar juntos.
Los preámbulos de un día así son siempre prometedores y son la efímera victoria de un día que poco a poco nos irá trasladando al fracaso. Tomamos unas cervezas al sol de una esquina de la Cava Baja. En un momento dado una chica guapa que posiblemente sea actriz en paro y dependienta de tienda le mira con una media sonrisa, ciertamente alegre, comprometida con esta mañana laspislázuli, aventurada a conocer a Matusalén, que abre las manos al cielo al modo profeta y  siente la salvaguardia del dolor. Creo que me sentí orgulloso de él, incluso le juzgué como buena carnaza para ligar con las chicas bonitas de La Latina; hablar, flirtear con la chicas en un segundo plano, sin búsquedas alarmistas ni banales acosos y derribos de la noche de Madrid. Cómo señores, coño, le dije en un momento dado, una exposición sin premeditación, manteniendo un estatus, que no somos borrachos salivosos. 
El problema no fue que cuando los azules se fueron apagando hacia la noche nos hubiéramos convertido en borrachos babeantes, sino que nos habíamos transfigurado a borrachos tristes. Al ir a pagar el cuarto Glenfiddich con hielo se le cayó una foto de la cartera. Era un niño precioso, un príncipe de cinco años con los cabellos rubios y los ojos del cielo de la mañana. De entrada supe que era mucho mejor que él, y mucho más inteligente y mucho más feliz.  Y también entendí sus egos y sus razones de hijodeputa; Carlitos se había muerto en una mala hora de una mala mañana en un puto hospital y había sido el hijo de Matusalén Santander. Le había dado tiempo a besar la piel caliente de 40 grados de fiebre y sentir aferradas las manos más suaves y hermosas del mundo, y también a trasladar la cajita blanca como si fuera un bebé de madera. Entonces le callé con un abrazo y un trago de tres dedos de whisky y tuve la certeza de que querría a ese adorable hijo de puta todos los días de mi vida. Parecíamos dos idiotas lúgubres en mitad de la barra del Viajero guillotinando la felicidad del sábado por la noche. Y cuando una gran tragedia arruina el resto de las fatalidades es hora de irse a beber a casa. 




miércoles, 20 de febrero de 2013

Belén y yo (17).-


No me molesta en exceso que Belén tome la copa de vino alzando el dedo meñique con su uña psychedelic azul petróleo de la muerte (que a la par me provoca estímulos voluptuosos), pero sí es verdad que siento cierta dolencia cuando se pone nerviosa y agita continuamente las piernas cruzadas como si tuviera un muelle de los chinos en el talón del pie izquierdo, y cuando mueve el cuello al estilo pájaro en la ribera; aunque ella no sabe que yo soy un amante de la progresión, lo gradual y de esa afectación reposada de quienes nos creemos con unas cuantas millas en la maleta. Ya sé que a veces te miro como el Loco de la Colina y me pongo a indagar entre tu belleza de polígono malagueño, como si quisiera averiguar tus entrañas y también reconozco que tú eres más avezada con los mauritanos, los dealers de Chueca y la gente del after ( la droga y el pluralismo narcótico, la pose de la cocaína y toda esa vanguardia hedonista que tienen muchos drogadictos de fin de semana, el cani-cool, las rayas, las pirulas, el vacío y el puto lunes. Y un Hyundai Coupe). Pero eso ya te lo conté. 
No quiero ser el Loco ni Al Pacino trascendental. A Belén le aburren estas paranoias de la pausa y la reflexión. Ella es feliz con Andy y Lucas, y con Pitingo, unos cubatas de ron con cocacola y voluble y ligera frente a cualquier veinteañero medio musculado, medio drogadicto y medio guapo de cara. Además está su referencia vital, que todo es absoluto y ella no quiere una vida condescendiente o relativa; solo es que ella quiere exprimir las horas libres del pequeño Sidi. Viernes noche, a muerte y tal. No tengo claro que quiera acabar con ella en cualquier garito de Moratalaz escuchando cualquier artefacto musical de la chavalería de la misma Moratalaz. Chunda Chunda y A mi me vuelve loco ,esa forma que tienes tu de mirarme, esa forma que tienes tu de tocarme, esa forma que tienes tu de sentirme, que me mata, quema. No, no quisiera, pero tampoco me viene diáfana la idea de llevar a Belén al Bristol a tomar una copa bien servida y bien cobrada por un auténtico profesional de la coctelería. Mientras, en el Automático somos todos tan guays que vamos a nuestra puta bola y somos mitad bohemios, mitad instigadores del buen rollo; esa dimensión peace and love porritokonkariño, ejtekierounhuevotronko, y los abrazos de gorra que frecuentan Lavapiés. 
Caminamos calle arriba dirección Tirso de Molina. Belén de vez en cuando se me agarra al brazo y me resulta muy reconfortante e inspiradora la escena. En un momento dado me dejo llevar por ese arrebato de cariño sureño y le tomo su cintura, incluso aprieto a mi cani-cool hacía mí y le susurro alguna estupidez al oído, porque no puedo ser el Loco de la Colina todo las horas del día. Justo en el momento que pienso que toda la calle está llena de africanos, y si apareciera por aquí el mauritano Sidi Abdullai igual nos mataba en directo con un cuchillo de ceremonia tribal. No solo lo concibo por espacio de unos treinta segundos sino que lo proyecto visualmente. Otra forma de salir en el telediario de Josep Ribagorda y Pedro Piqueras, quizá la más normal de salir en ese puto telediario, con una manta térmica para cadáveres. Todavía no estoy imputado por corrupción.
Desestimo la vida lúgubre de las neuronas, y en unos diez minutos estoy con Belén en un bar flamenco style de la calle Echegaray. Ay que gustito pa mis orejas enterraito entre tus piernas, y tu me dices ay y yo todavia no te escuchao a tu pregunta ay no te oigo en bien, porque ando sumergido en tu miel ay que bien. Ella me mira simpática y maliciosa. Pido dos gin-tonic de Tanqueray. La vida es cálida cuando la gente todavía no se ha probado en la cama, y las palabras caen cercanas con saliva y aliento. Fuera llueve mucho.  Aunque Humbert lo había avisado: Me pregunto si fue entonces, en el resplandor de aquel verano remoto, cuando empezó a hundirse mi vida.