martes, 29 de noviembre de 2011

Jaime Peñafiel Tiene Criterio.-

Aunque pueda ganarme alguna hostilidad, hoy les vengo a contar que me cae bien Jaime Peñafiel, y que me iría con él a la taberna La Dolores, a tomar unas cañas y unas aceitunas con anchoas, aunque igual le parece  vulgaridad plebeya. Bueno, pues al Palace, que está al lado, a por un trago largo. Por un lado creo que es un tipo coherente y me produce cierto afecto su fragilidad  octogenaria, por otro esa voz entre pringosa, desdentada, segregada y salina, o de mazapán ácido; no me digan que no tiene toda la gracia del mundo. También les confieso que me molaron aquellas ojerizas que se dedicó en combate con Belén Esteban, como púgil ciertamente trémulo frente a ese terremoto tele-cutre, que viene a parecer una frutera renegada disfraza de pija wannabe del barrio de Salamanca. Lo de la mona y la seda, pues con eso. No se si lo recuerdan: No sea demagoga. Falta hacía que le tocasen el cerebro. Usted es una persona que no tiene arreglo. Es usted bastante grosera. A usted le falta un mínimo de educación que lamento que no haya tenido. Con todos los parados que hay en España no sé que está haciendo aquí. Etc. Lo que vienen a pensar buena parte de ustedes y yo. Le vi más frágil que impávido, todo hay que decirlo, pero muy digno en su debilidad, con la voz más hojaldrada que nunca, envuelto en ese agotamiento y esa senectud  que se enfatiza cuando los jóvenes atacan a los viejos, lo cual me produce un profundo asco. Creo que aquel episodio aumentó mi aprecio, por la fragilidad frente a una neurótica jaleada por el público del plató y los soplapollas de colaboradores que tiene telecinco. Pues sí, sí me gusta porque Peñafiel es una especie de marujo intelectual con una guindilla en cada sentencia y una pesadez que se hace liviana, y a menudo confortable, aunque seamos veraces, como padre o marido, igual resultaba algo coñazo. Por eso tenemos la suerte de verlo de vez en cuando. 
Ya saben algunos de ustedes que no tengo mucha querencia monárquica, y precisamente por ello no me exonero de opinión. Miren, yo creo que el gran fallo borbónico viene a ser la merma de la libertad de prensa, que siempre les ha molado la rotativa de las estampitas y los periodistas amables, el buen rollo, el barco, los esquíes, los niños, las regatas, la pose de prole próspera, y eso les perjudicará a largo plazo. Precisamente en esta época de brete y recesión, al pueblo le jode más que nunca que le vendan las excelencias de la familia real. Y ahí sale mi Peñafiel, con esa quisquilla de culo inquieto, bien pesadito, opinando con enjundia, porque a él le vale más su propio dictamen que cualquier reportaje de corona. Para eso es bien caprichoso y anda sobrado. Es evidente que Letizia le cae mal, rematadamente, principalmente por afanes protagonistas le leí en una ocasión y porque no, porque Jaime es un purista, y una consorte no ha de buscarse tanto el personaje, y el Rey, más o menos le mola, y creo que Urdangarín entre poco y nada, y es obvio que le alarma la vulgaridad de la corona desde el punto de vista institucional, aunque también es patente que le convienen ciertas contrariedades para hablar y sacarse su jugo de mazapán ácido, porque, queridos, Peñafiel es un freak del puritanismo monárquico, un hombre de otra época, un melancólico, que tiene criterio, y eso es lo que yo admiro y no comparto.
La fidelidad a una idea.



domingo, 27 de noviembre de 2011

Pequeñas Cosas.-






A veces parece que no me dedico a lo que me dedico, la moda, que ya saben, es un mundo veleidoso, frívolo y exagerado, y no es que yo sea un transcendental de la hostia, que no lo soy, pero sí me gustaría hacer unas precisiones. Para empezar, me voy a permitir un matiz cursi de un poeta libanés, de nombre Khalil Gibran.En el rocío de las pequeñas cosas, el corazón encuentra su mañana y toma su frescura. Afectado y bucólico, pero mola. Miren ustedes, a mí la vida de los demás me importa bien poco, aunque a veces haya parecido lo contrario en este trabajo de bitácora que yo me he impuesto. Pero, a ver si me entienden la dimensión que les quiero trasladar. No me interesa mucho la vida de los demás cuando me la cuentan, es decir, por un lado no me interesa un carajo la gente que no ve otros intereses que no sean los suyos, y no me interesan aquéllos que se creen el centro neurálgico del Universo, como si el mundo conspirase para su éxito. No, por un lado no me aportan nada las chorraditas metafísicas de Paulo Coelho de complots planetarios y sueños, y por otro, no me resulta interesante la peña que tergiversa la conversación hacia el diálogo esteril, que desencadena un discurso vacuo para rellenar unos minutos de tu vida con sus éxitos personales, como tener un abrigo de Woolrich o haber vivido en Minnesota, y que todo gire en torno a una puta parka y una paranoia norteamericana. A mí me molan mucho los fracasos, las hostias de la gente y las maneras de levantarse. Sí, creo que nos une mucho más la derrota que el triunfo, y además, la trastienda del desastre es mucho más divertida, y más proclive a la identificación personal. De esta forma, les quiero decir que discrepo bastante de la grandilocuencia, sobretodo si es absurda, que hoy vengo aquí a renegar de las vidas triviales y desérticas reconducidas a la proeza y los blowjobs.
Disculpen, pero ya ven que no puedo con la vida contada al estilo pomposo y con las mamadas a cambio de. Yo sé que el encanto de las pequeñas cosas, y el disfrute de la vida real es un placer confidencial de gente como ustedes. Ay, caray que grandes son las cosas pequeñas. Explicar grandes cosas con palabras pequeñas, que decía el maestro Sábato. Pues ahí lo dejo. 

jueves, 24 de noviembre de 2011

Un Borderline y un Vidente.-

El martes fue un día especialmente excéntrico y borderline. Primero fueron los gitanos rumanos, con la camiseta del Madrid y el chándal. Disculpen cualquier sensibilidad aquellos hermanos de la igualdad, pero sin ser especialmente chauvinista y careciendo mi persona de cualquier textura xenófoba, no hay que ser demasiado listo para ciertas intuiciones. Y yo creo que ustedes lo saben, que no venían a darme las buenas tardes en la Divisa Hortaleza y a pulir la Visa Oro.  Que igual venían a pulirme a mí pero a hostias, y arrasar con alguna mercadería para el mercado negro. Pues sería la adrenalina, o la presión hemostática, o qué sé yo, pero les invité a irse a la calle. Que no , que no tenía regalos, ni estaba capacitado para vender en ese local, que se fueran, que mi jefe me tenía extremadamente limitado y que no podía vender, solo vigilar, más o menos que yo era una especie de borderline que habían puesto allí en plan vigilante medio retrasado, o eso, borderline.
Salvado el peligro cíngaro, llegó el vidente. Una categoría de Sandro Rey a lo cutre. Que ya es. Imaginen pues. El pelo negro azabache,  esa melena frita horrorosamente lacia y ese rostro curtido de profeta de la tele. La vida del timo. Ya les digo, yo ese día debía tener cara de borderline. Otro que resucita muertos, inventa enfermedades, pronostica cánceres, y cultiva perlas de este pelaje: vas a tener algunas adversidades y la vas a superar fácilmente, pero con otros problemas  no vas a poder, a no ser que luches...Veo un acercamiento a tus seres queridos, pese al distanciamiento anterior. ¿Usted ha tenido una enfermedad? ¿Verdad? Claro gilipollas, no me juegues al ambiguo, claro que me he vivido distancias y cercanías, y he padecido alguna enfermedad, y he tenido problemas. Como todo dios. Y como ya va siendo antediluviana todo esta parafernalia de explotar las miserias de los ingenuos y los borderline (no me digan que no es bonita esta palabra b-o-r-d-e-r l-i-n-e, borderlain, significado equívoco, infantas, duques, barones, pero de sonoridad tiene una estética irreprochable), pues eso, yo les presagio que la videncia puede ser nociva para su salud y para su cartera, y si marcan ustedes un 806 para hablar con Sandro Rey, pues que les voy a decir, ustedes son borderline. Por supuesto, no le di pie ni a que me entregara su tarjeta, pero sí es verdad que me cooperó a que yo escribiera este post de borderlines y médiums arribistas.
Sandro Rey se autoproclama en su web "sensitivo, vidente, tarotista, médium y brujo". Ante cualquier incertidumbre borderline, nos dice esto: "Si queréis hacerme peticiones para la salud, el amor, el dinero, el trabajo, el sexo, las amistades, la familia y otras cosas, sólo me lo tenéis que decir, los resultados son inmediatos". Nadie se hizo perverso súbitamente, decían por ahí. Bendiciones y buenas noches, como decía aquel borderline adivinatorio. 





martes, 22 de noviembre de 2011

Zapatos de Goma y Tipos Gomosos.-


Es un restaurante argentino de cierta jerarquía, con metre, jefe de barra y una escuadra de camareros que parecen robots y se mueven con una diligencia autómata y sonríen hacia dentro, como si fueran máquinas controlando la tristeza. Hay cien mililitros de gomina repartidos en dos cabezas y una pelambrera rizosa, de tres hombres más o menos jovenes, más o menos ridículos, más o menos impúdicos, gomosos, grotescamente exagerados, como si fueran prolongaciones poligoneras de los timadores de Marbella y el Pelusa.  Huele bien, o mal, no lo tengo claro, pero no es colonia cara, quizás deportiva, agua fresca de ésa o como se llame, y los trajes tienen esa holgura mala del Cortefiel o el Springfield. Los zapatos suenan como si llevaran adherencias adhesivas, gomosos y fardones pero feos como la madre que los parió. Y ahí llegan los camareros, tiesos como un playmobil, con el único gesto que tienen los camareros del restaurante argentino, esa melancolía dominada del emigrante. Estoy comiendo a su lado. Ellos hablan. Uno tiene la voz metálica, muy afilada al final de la frase, cierta sonoridad chirriante, como si hablara una cuchilla de afeitar. Curiosamente se parece a Maradona, esa cara de marioneta mitad oronda, mitad soberbia y esa melena estoica arraigada a las últimas arrugas de la frente. Otro tiene voz de putero, la afonía del crápula, la ludopatía, el whisky, las barras americanas, el winston, el bingo, la construcción. Pide, sin miedo coño, lomo alto para tres, al punto, sí, con patatas fritas, y tres criollos, y una botella de cune, será por dinero. El tercero es el comercial, él que nunca calla, el tipo de la última palabra, cubatero, golfo, zorro, con movimientos de saurio. Ahora se escuchan risas, más bien mucosas, nasales, risas líquidas, de flema. Todo por la secretaria, que se ha puesto por tetas un par de balones de basket, y tiene un culo sin curvas, cero órbita; acaba la cintura y sigue el culo, igual, en equidistancia, más bien escurrido, dice el putero. En ese momento, me vienen a la mente Dolly Parton e Isabel Pantoja, por una cosa y por otra. Coño, hay que decirle que se ponga culo, que así no vendemos un puto seguro, es la primera que ven en la oficina, hostia. Vuelven las risas y la segregación. Dan ganas de comer con mascarilla. El asunto se hace público ante tanta negligencia. Se han crecido con el vino. De fondo, el tintineo grosero de los cubiertos, como si estuvieran comiendo cuarenta legionarios. La charla sigue miserable, no por el tono sórdido de censura a la pobre secretaria, sino porque los hijos de puta no dejan títere con cabeza. No son críticas ligeras y sin hiel. Van a cuchillo. Ya lo tengo: son ese tipo de gente que venden a su madre por un puñado de plata, les gusta el dinero, la apariencia. Buscan un final glorioso y disimulan cierta psicosis a hostia verbal. Miren el final: pagan a escote con tres tarjetas de crédito, extraídas robóticamente o tal vez como el torero toma el estoque (tiene mucha gracia). Propina cero. Los tres le dan una palmadita en el hombro al metre, y luego caminan hacia la puerta con las piernas arqueadas, como si tuvieran los huevos escocidos,  reumáticos, prostáticos. Maradona parece medio cojo y los zapatos de goma chirrian sobre la madera. Son categóricos, duros de palabras. Suena una black berry. ¿Conrado? Mira, dile a Marcial que se meta por el culo la póliza y el siniestro. Zapatos de goma y tipos gomosos. Pues eso, que no somos un país guay, I+D, que esos chavales del siglo XXI vienen a ser la cantera de los trepas. Aquellos arribistas de Marbella. Se lo digo yo.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Hoy Hablo de Divisa.-






Me dicen que debería venderme más, que hay que buscar nuevos clientes. Me lo dice mi proxeneta, que parezco una meretriz altruista. Una puta sin oficio ni beneficio. Que no le doy mucha repercusión cyber-social a los negocios, que hay que colgar las fotos de las tiendas en el muro, que si no lo hace Estrella no lo hace nadie. Y decir Finished Stocks, Love :-))) (porque ahora todo se dice en inglés y con sonrisa, darling) para crear expectativas a la gente, y que descuiden su vida y su tiempo por una carrera de fondo a las Divisa, y comprobar in situ ese exterminio existencial, que Divisa ha arrasado y la mercadería ya tiene vida propia en los cuerpos de las mujeres del Universo, porque somos internacionales, y estamos representados en más de doscientos países. Pues sí, hoy me voy a vender; tanta chorradita de janpath y broadway, de paranoia literaria, y de crítica resentida, y de novelita ácida.  Hoy vengo a decir aquí que existen Oriol London, Bonsui, Becksondergaard, Starkefashion, Designers Remix Collection, Divisa Collection, See u Soon, Rules by Mary, Dr Denim, Morphe, Edtih y Ella, etc, y que el universo es mejor desde que existimos nosotros, que tenemos el mejor equipo del mundo posible, con María, con Estrella, con Luna, y conmigo, joder, que me estoy todo el día batiendo el cobre para orientar el bulevar correcto del estilismo de este país. No nos preocupa nada más allá de que ustedes se vayan con una sonrisa y nos cuenten su vida. Somos sus psicólogos, sus consejeros, a veces sus psiquiatras, sus estilistas (odio esta palabra, pero no encuentro otra), sus amigos. Si  les pica la curiosidad y quieren rollo celebrity, les diré que Leonor Watiling, Kira Miró, Blanca Romero, María León, Lourdes de Russian Red, Miren Iza de Tulsa, y otras muchas no solo han quedado rendidas ante nuestro diseños, sino que los han comprado y han vuelto cuantas veces haya hecho falta, porque su vida cambió con esta torre de babel que hemos construido para que ustedes toquen el paraíso. Yo no sé que tienen ustedes que hacer esta tarde, pero guárdense un hueco y vengan a vernos, y verán que no es tan falsa la apariencia. Al fin y al cabo, como decían Picasso y Cioran, el arte es una mentira que nos acerca a la verdad, y una forma de talento, y esos tíos eran muy, pero que muy listos. Y la moda ya ha quedado suficientemente contrastado que es una mentira muy gorda. Pero mola. Sobretodo si es buena. De verdad, nosotros la tenemos.


Argensola, 2.
Hortaleza, 102
28004 Madrid


miércoles, 16 de noviembre de 2011

Sigue Adelante.-


Todo puede ser peor. Siempre hay tiempo para que les obliguen a leer un libro de César Vidal y siempre hay tiempo para morirse en una mala hora como cenit de una mala noche, última estribación de un mal día. No se suiciden si su deuda es inferior a los 5.000 euros. No, no caigan en la vulgaridad de suicidarse por dinero. Les harán usted a sus allegados una doble putada y les duplicarán el déficit, consecuencia del mantenimiento del débito y el desembolso para que usted tenga un funeral. No sean cabrones. Además, siempre se le quiere mucho al muerto, y se hablan excesos de la pérdida irreparable, que no deja de ser una reiteración inútil, una situación congénere en cuanto que toda pérdida queda sin remedio. No les vengo a decir aquí que la vida puede ser maravillosa, que eso ya lo dijo bastante Andrés Montes y no le fue bien. De hecho, ya no está aquí, por una serie de intrigas que circulan entre el suicidio y el infarto de miocardio. En fin, por favor, ni por 5.000, ni por 50.000, ni por un miserable contrato, ni por nada, no le haga usted ningún favor a la Seguridad Social, ni me sea conspirador de ese tipo lúbrico y babeante llamado Salvador Sostres en sus teorías de la limpieza del mundo y la supervivencia de los mejores. Crean en algo, un par de tetas, un equipo de fútbol, literatura, futuro, ginebra. En dos palabras puedo resumir cuanto he aprendido acerca de la vida, que hemos dicho Lee Frost y yo: Sigue adelante.
No sé si están al corriente, pero el suicido se ha convertido en la primera causa de muerte no natural en nuestro país, por encima de los accidentes de tráfico. Pero claro, es una cosa fea en un país que precisamente tiene en el puritanismo la inmoralidad. ¿Tienen algo qué decir de este mutismo mediático-político-social en torno al suicidio? Porqué  nadie ha dado en el clavo en los últimos dos mil años. Les digo lo que pienso de las tesis conceptuales: el suicidio no es ningún delito, ni por supuesto pecado, ni ha de ser una afección mental, que es la última corriente. También aprovecho para echar por tierra la teoría de Chesterton: "El suicida es el antípoda del mártir. El mártir es un hombre que se preocupa a tal punto por lo ajeno, que olvida su propia existencia. El suicidia se preocupa tan poco de todo lo que no sea él mismo, que desea el aniquilamiento general". Mira Chester, vas y se lo explicas a un yihadista, te tomas un té con él, llamáis a Osama y os pegáis una tertulia de ingratitud y egoísmo en el Janah. O bien le diré Sir, que uno puede morir conscientemente, por diversos móviles, amor no correspondido, asuntos de Estado que carcomen las tripas, muertes paralelas, cercanas, desahucios, soledad, destierro y sobretodo, tristeza. No me sea tan guay. No me generalice la vida, ni me equipare la muerte. Digamos, las tribulaciones del suicida.
No sé a ustedes, pero a mí me han entrado unas ganas terribles de tomarme una cerveza Alhambra, comerme unos chipirones a la plancha y acabar con un gin-tonic de Martin Miller´s. O dos. Sin pensar. Sin hablar. 


martes, 15 de noviembre de 2011

Convulsión Terelu.-

noticias mallorca Terelu Campos se desnuda para <i>Interviú</i>


Nuestro país se convulsiona. De cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa, que decía Machado. Ya no es mi Victoria Abril, ni mi Victoria Vera, ni mi Marisol en septiembre del 76, en esta España bipolar e inflexiblemente bipartidista de los desmanes financieros, el torrezno y la medalla olímpica en recesión. Yo hubiera llamado a Monica Bellucci, para incitar al consumo de calidad e incrementar nuestro sentido de la armonía, pero igual era el lugar equivocado, este país que adora la carnaza y los neumáticos cultivados con photoshop. Supongo que ya lo saben. Ha salido Terelu Campos en Interviú, posando a lo Birgit Bardot, salvando las perennes latitudes, es decir una distancia interplanetaria. Pero para un país de panceta y pensamientos lúbricos cafres y  urgentes, igual está bien  Terelu para un desahogo. No sé si me entienden, más o menos es así, le hacemos el amor a la Bellucci y nos follamos a la Campos.
En fin, Interviú fija su objetivo en las propensiones más vulgares de la naturaleza, es decir, eso que todos sabemos, el instinto primario, las blowjobs, los dirty-talk y el worship. Vamos a ver, para que no haya sensibilidades heridas, me lo ha comentado mi amiga gafapasta, cool, progre y moderadamente bohemia: Terelu pone cachondos a los tíos y la linea de flotación de sus cubiertas flexibles es el sexo sórdido. 
Luego están las fotos, artísticas y cuidadas, las llaman. Me hace gracia la trascendencia que ponen los famosos cuando creen estar hablando de arte. Ni que fuera un Paul Klee. Y ahí está Terelu, con cara de fuckme, tapándose las tetas, como si estuviera sentada en el suelo de una ferretería sobre unos ridículos corchos, esperando que el mozo de almacén le saque la llave inglesa. Más razones para el emigrante.


lunes, 14 de noviembre de 2011

Miss España y la Resaca.-




Pues eso, yo no había muerto, estaba de parranda. Simplemente me había quedado dormido en esa playa de Sanlúcar de Barrameda frente a esa especie de mar pantanoso que no asusta a nadie. Me despertó Miss España. Yo siempre he pensado que una vez en mi vida, hará unos veinte años, estuve liado con María José Suárez, aquella Miss del 96, pero no lo tengo muy claro, por culpa de las distorsiones, por esa mierda de alcoholes con sabor a veneno y azufre que ponían en los chiringuitos de playa y por las transfiguraciones que les hacen a los famosos, para vender el producto. Ya saben. Sé que era de Coria del Río, y que era un calco físico, y una reproducción rústica de la más guapa, y precisamente ese es el matiz que me deforma los hechos. Mi chica por un par de horas, del noventa y tantos, era incapaz de pronunciar la ese. Tenía una tendencia dogmática al ceceo pero con mucha cercanía a la periferia de la zeta. Zí, ezo zeguro, zomó tré shavala en caza. Etc. Vale, entonces a lo mejor no era, porque esta shavala, Suárez, ya no habla de esta suerte, o tal vez nunca lo hizo, pero prima zeguro. Tampoco es que Coria sea Manahattan. Ahí pondría la mano en el fuego.  A María José no la volví a ver, o quizás he estado viéndola todos estos años en la tele. Hablo esto porque el otro día me monté en un autobús civilizado de Madrid, y me vino de repente el trayecto en el mismo transporte, de vuelta a la casa de Astaroth tras la juerga sanluqueña, en aquel amanecer resacoso de siglo pasado. Recuerdo la densidad, y la viscosidad reconcentrada, unas sudoraciones de pipas y maíz, y el aroma a tabaco negro, cuando aún fumaban en los autobuses, y cierto delirio colectivo de una agrupación cani, unos farruquitos que iban a cantar en una feria, y comían y hablaban con los kikos y cáscaras en la boca. Igual eran los marismeños, o los marcianos de la fragua, o su puta madre. Yo creo que me echaban el humo a conciencia y que hablaban escupiendo ex profeso y para joder. Supongo que en un momento dado, me eché mano a la cartera o hice algún gesto de tremenda resaca o de sincera inquietud, y uno terminó por apoyar su culo en mi brazo derecho. Sentada a mi izquierda iba la abuela. Sí, ellos tenían una vieja que gritaba a intervalos más o menos regulares, y había entrado avasallando como si aquel día de agosto del noventa y tantos fuera a acabarse el mundo. Lo he visto mucho eso, en los viejos, por cierto. Recuerdo que comía compulsivamente unos churros fríos con los dos o tres dientes que tenía y hacía un ruido de mil demonios, como si estuviera comiendo un mouse de babas. Reconozco que me dio asco, y aparté mi brazo del culo del farruco, para salir de aquel clan de extrarradio chungo, y huí con ciertos laureles por haberme liado con María José Suárez, y por ser educado, y me creí hijo de la burguesía, cuando nunca me había creído burgués frente a los hijos de la burgueses. En un asiento de adelante vi a un señor al estilo Vizcaíno Casas, leyendo el periódico y cagándose en los muertos de aquellos cíngaros y le avalé con un ridículo gesto de aquiescencia, echándome cincuenta años sobre las espaldas.
A la tarde siguiente, con ese vacío existencial que deja el reposo de la resaca, seguramente me creí novelista, un Sábato cualquiera sin talento, y un poco Ernesto de Hannover, el príncipe cirrótico,  con dolor de cabeza,  por pura ingenuidad, y me vi reforzado de burguesía tras María José y el autobús, pero después supongo que vi a unos cuantos pijos  hablando de la cofradía, el botellón y el Sevilla, y se me echó todo por tierra. Ellos eran los burgueses, creo yo, y María José, por descontado, evolucionó y empezó a hablar bien. Y se hizo moderna, y burguesa, y  meretriz del Hola. Era el objetivo.






sábado, 12 de noviembre de 2011

El Hermano Luis y Urdangarín.-





Creo que en el cole nunca se fiscalizaba el dinero del Domund. Se iba uno de ronda a saquear los monederos de las viejas y los papás, y entregaba el botín al Hermano Luis. Nunca nos hablaron de la comisión de investigación, ni de interventores de aquellas huchas naranjas (si no recuerdo mal). Entonces se hablaba de Dios, del demonio y de los verbos irregulares. El Hermano Luis era austero y parecía el portero del colegio, con pantalones de tergal, camisa de polyester y zapatos de agujeritos, aunque fuera el profesor de lenguaje . El Hermano Luis repartía hostias como panes,  daba capones a cuatro nudillos y hacía sobres con el dinero del Domund. Él era el puto amo, juez, fiscal y secretario de Dios, y no robaba porque no le gustaba el dinero y era pecado, y si lo hubiera hecho, no nos hubiéramos percatado, porque vivía como un pordiosero de cara al interior y al exterior. Matices de las cercanías de Dios, y de ser más listo que todos esos exuberantes paletos, que roban y compran Mirós, Mercedes y mansiones, y asesinan los verbos irregulares, y dicen de que y lo que. Lo malo, que le podía la mala leche y tenía la hostia fácil, pero su honradez la estimo como verídica. El Hermano Luis no tenía ambiciones, salvo la oración y hacer un corro de conjugaciones verbales, con una regleta en la mano para enmendar el error gramatical. El Duque de Palma es pura ambición. Don Iñaki no habla de dinero como hace la gente bien, pero...
A mí Urdangarín nunca me ha caído bien. No me gustan los héroes olímpicos reinventados en nobles, y no me gustan los caraduras con cara de querubín (vale, guapo, pero cándidamente hermoso, he ahí el peligro). Bueno, ninguno me hace un tilín especial,  lo siento, no me gusta la familia de ese Rey que quiere prensa de estampitas y cromos; ya sabemos que se cabrea y le quieren clavar un pino a la mínima incontinencia de la prensa amable. Menudo disgusto ahora, con el lío de Urdangarin. Por un lado, que nos expliquen algo sobre la mansión donde plantan los pinos él, Cristina de Borbón y los cuatro nanos. Cómo pagaron los doce millones de euros de los 1.100 metros cuadrados en un barrio chic de Barcelona. Todo a consecuencia, obviamente, si no ni nos coscamos. Ya lo saben: desconozco si cuando aparezca este post, el duque de Palma habrá dado lugar a una aclaración de los hechos acaecidos en el Instituto Nóos. Una fundación sin ánimo de lucro (pero con coraje monetario) donde de la noche a la mañana se han esfumado unos cuantos de cientos de miles de euros de dinero público. Con la que está cayendo. Venga, a ver quien tiene huevos. ¿Saben? En derivación, y como secuela dañina de lo anterior, me preocupa, y estimo que no está en los programas políticos de ningún partido, el color mate de las arcas donde se depositan los fondos asignados a la Corona. En fin, el decolorante, que no está. ¿No son Presupuestos Generales del Estado? ¿No hay comisiones de investigación en los ministerios? En la Casa Real, no. En mi colegio, tampoco. Pues eso. Y lo otro, la fundación.
Entre la letra con sangre entra, y la letra (de cambio) penetrando, dada la sangre, hay divergencias.



jueves, 10 de noviembre de 2011

Partido del Destierro: Erecciones Generales (o generalizadas).-




Evidentemente la lista sería dilatada y tediosa, cual si esta nómina de gente estéril y accesoria se llamara María Teresa Campos. Hemos tenido nuestras reticencias con Paquirrín, pero como el pasado pesa lo suyo, y a su vez, es profeta del futuro, sisando a Lord Byron, no queda inmune de la concesión de tarjeta de embarque a Uzbekistán. No hay dispensa que valga. En lo que se refiere al resto de personajes la decisión es inapelable. No quiero que tachen esa inexorable contundencia de anti-democrática. El daño está hecho, y la vida nos la han jodido. Y bien. 
Habrá nuevos arrestos y en consecuencia, más aviones fletados allá donde Cristo perdíó el mechero en sus rutas por Asia Central. 
Se admiten sugerencias.

martes, 8 de noviembre de 2011

La Gente de mi Novela.-


Ante las peticiones de unos cuantos amigos, y una solicitud editorial, aprovechando la coyuntura:
Helio Arista:
Profesor de literatura. Siempre en la controversia, como en toda vida que se precie de perra. A veces en el carrusel de un hamster. A veces en una montaña rusa. Vive dentro de la novela para encontrarse, y disipar su nueva convergencia con una nueva perdida. Sufre las embestidas de las visionarias marianas, las poetas de la tragedia, los adolescentes malditos del lumpen y las mujeres lejanas (aquellas que fueron y ahora no son, y aparecen purificadamente bellas con el devenir de los años, cual si fueran heridas de catarsis). Acude algunas noches al Dorian, un local vivo a base a deshechos de felicidad y música de amor vengativo, a beber licores infames y agitarse entre la chusma. Desgraciadamente en estos lugares, el tema, echar un polvo y consolarse, está asegurado. Consecuencia de la miseria de sus habitantes. Los vencimientos del placer, corto plazo.
Por encima de todo, un objetivo: salvar a su padre de los estragos de la ginebra y la muerte de mamá. Los efectos: caminar por el ancho mundo y beberse las botellas de panacea dispersas por el Universo.
Helio Arista (Padre):
Jubilado, solitario y gruñón renovado por la tragedia. Surca los mares de una autodestrucción consciente, y malvive entre la comida china, los gin-tonics y un programa infantil de una especie de pornstar de los Cárpatos. Y los recuerdos, demasiado buenos para haberse fulminado, y perniciosos para la buena vida. De vez en cuando se hace unos kilómetros en bicicleta estática, y siente los impulsos de salir del laberinto chungo, aquel atolladero de su propio destino. Más allá del fondo visible, las apariencias de su funesto universo, aparecerá París con sus razones.
Nicolás de Vinarés:
Trasnochado del mundo, y herido en proceso de curación del arcaico pasado, los años de la trampa, la vida excesiva, las mujeres, el hampa, Jonathan y las putas de carretera. Emprende viaje a París desde la cárcel del Puerto de Santa María, buscándose las exenciones de la libertad. Una especie de expiación contradictoria, que es un inicio de vida, una oportunidad existencial, para rastrearse aquella madriguera oculta de su vil existencia e indagarse un espectro metafísico. En paralelo, un bicho royendo sus entrañas, un anticuario francés, una novel meretriz del Caribe, un suicida cirrótico, la búsqueda de un cementerio bonito, una banda con los Helios y muchas brasseries de bálsamos añejos.
Beatriz Aldaba:
La poeta de los desastres reconfortada con la publicación y la notoriedad de la catástrofe. La chica de los brillos dorados a golpe de pulso lírico-trágico.
Carlota Torrisi:
La ninfa reciclada, que en aquellos tiempos, siendo novia de Helio, follaba hermética y sigilosa con el gurú del Rajastán, Punnat Gullatti, entre otras cosas, el hombre que desterraba el alcohol de su cuerpo con unas extrañas introspecciones hinduistas que llamaban meditación, y Carlota simpatizaba. Años más tarde, la metafísica hindostánica y Ganessa fueron desterradas por un viril marqués de Santander. Retomando las sombras del pasado, Helio, en las reapariciones clandestinas.
Patricia:
La niña que veía a la Virgen.
Olías el Capo:
El muchacho armado del polígono, por encima del bien y del mal, estéril de cualquier tipo de interés didáctico, víctima de sus propios demonios, pariente de Lucifer. Caminante del lumpen.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Talento y Crisis.-


No tengo mucho que decir. No estoy nada onírico. En primer lugar porque mis dóciles musas se me desvanecen en estos finales y primeros de mes, que es cuando a mí me vienen las hostias bien dadas, y la vida tiene más cara de perra que de vida. No obstante, yo siempre recibo ligera la inspiración, o la musa, o el numen, o como quieran llamarlo. A mí esas vainas no se me sedimentan en la piel y me depositan unos vocablos alienados con unas palabras. No. Me tengo que sacar hasta los tuétanos. Cavilar, hablar solo, salir al balcón, dejarlo, tomarlo, salir, entrar. Pues eso. Me voy a la calle a fumar un cigarro. Me asalta una pregunta: ¿Es verdad que en tiempos de crisis aflora el talento? A mí eso de la perspicacia o la clarividencia artística, me cuesta un huevo y parte del otro, y aún así, cuántos tiros quedan fuera de linea de flotación. No tengo muy claro que es eso del talento. Me gusta lo de Balzac, su correlación entre voluntad y talento, y esos corazones rotos o curtidos en épocas de recesión, pero mi postura es que en tiempos duros se vende bien el talento, consecuencia de la existencia de pocos postores, desenlace a su vez de la baja demanda, y efecto final de los barros que trajeron consigo los lodos. Es decir que no compra ni dios y no apuesta ni Perry. Hay que delatarse con cierta arrogancia, modelarse un patrón de puto amo, de imprescindible para el proyecto. Venderse. Los resultados pueden ser catastróficos. O no. Lo otro ya lo saben, la burbuja inmobiliaria dando de mamar a la corrupción y la especulación, pero de eso ya hemos hablado bastante.
No Pain No Glory. Lo entendimos tarde.
Una vez en Salamanca, me dijo una poeta de la tristeza, que hacía unos versos donde se mascaba una tragedia con olor a pescadilla podrida (vale, es una reverberación del que suscribe, que por muchos motivos encadena putrefacción con dolor) que ella necesitaba estar reconfortada para hablar de la catástrofe, aunque siempre hayamos pensado lo contrario, que era necesario estar de puta pena para hablar de un cuervo fatídico, un suicida y unos sufridos espectros infantiles. O de cualquier paranoia de estas monomaniáticas de la desgracia propia o forastera. Pero coño, tenía cierta razón,  un espíritu (para aquél que gaste de eso)  inquieto y desvelado por los hard times, podría tener inseguridades, temblores, y resultados chungos. Y luego está el debate, y ustedes dirán que en esas controversias del alma se pueden lograr buenos efectos, que Poe, estaba todo el día hecho unos zorros y narcotizado, y fue maestro universal,  que Suave es la Noche, nació de la tragedia personal de Fitzgerald y de su fracaso con Zelda, y que De Profundis fue una epístola narrada en una cárcel, tras la condena de Wilde por indecencia y sodomía. 
De acuerdo, no nos aclaramos. ¿Talento y bienestar general?. ¿Talento y estar jodido?
Y si existiera espesura, ya les aviso, que a mí la crisis me provoca este follaje léxico.

martes, 1 de noviembre de 2011

El Audi de Torrebruno.-




No sé si el tipo era más simpático que payaso, o más amable que bufón. Pero eso fue al principio. Hablaba como Torrebruno, esa desagradable mezcla entre italiano y portoriqueño, y la molesta sensación de hablar con la boca llena de mucosidades y era un teleoperador de Ni Puta Idea. Me había tocado un Audi A4 FSI con motor de inyección directa de gasolina. Le pregunté que donde lo podía recoger y me dijo: espere, espere, caballero, no se demore, hay unos trámites previos a la entrega de su fantástico coche. Nada menos, había que morirse. Mientras, me lo imaginaba igual a aquel enano, Rocco Walter Torrebruno, al que nunca le pillé el chiste. Lo veía con un pantalón a la altura de los pezones, con la raya muy marcada a la derecha y con esa cara de humilde saltimbanqui que gastan los cómicos de los años setenta (Joe Rigolí, Torrebruno, Bigote Arrocet, etc).  Llegó la diligencia. Ya sabe usted, señor, Dios quiera que no le pase nada, pero la muerte le puede pillar con los pantalones bajados (se permitía estas licencias) , hay que pensar en ello, usted tendrá una mujer, una familia, imagine que le pasa algo, seguro que tiene algún ejemplo cercano y vio como habría sido necesario un buen seguro de vida, de garantías. Yo no tenía intención de morirme en los próximos cuarenta años (madera, madera) y el tipo me quería hacer un seguro de vida por valor de unos trescientos euros anuales. Después me darían el coche, o a lo mejor el coche me lo entregaban después de muerto, si mi fulminante expiración fuera consecuencia de un accidente de tráfico o de una enfermedad. Si había un suicidio, o una catástrofe estilo terremoto, no había coche, ni dinero. Interioricé un váyase a tomar por culo, pero no lo escenifiqué. ¿Usted a qué se dedica? Le dije que era torero, y que se pusiera en contacto con mi apoderado, Manolo Buenavista. Entonces debió pensar que le tomaba el pelo, y noté que se aclaraba la voz con un vaso de agua de los ríos de Puerto Rico. Mire, piénselo bien, las personas designadas por usted recibirán un A4 y 600.000 euros. Le pregunté que cuantos audis a cuatro había y cuantos cientos de miles de euros. Depende de la prima, caballero. El payaso se iba apagando. También el amable. Me lo dijo muy flemático, casi insultantemente tranquilo, con tono de última oportunidad. A continuación, le comenté que lo pensaría, que no lo veía claro. Usted verá lo que hace. La frase sonó funesta, amenazante, y me pareció que me estaba llamando gilipollas con cierto razonamiento. En fin, estuve pensando un rato en su táctica, en aquella descendencia de la farsa simpática a los rigores finales, pero me siguió recordando a Torrebruno y a algunos cómicos de los años setenta, que se quitaban la mascara fuera del escenario.
Esa noche tuve un audi A4 y una dehesa con ganadería brava. Conducía despacio viendo mis toros. También soñé con Antoñete. Y con Torrebruno.